The End Of The F***ing World es la dramedia de Netflix con la que deberíamos haber empezado el año. James y Alyssa son los Bonnie y Clyde o los Thelma y Louise de una nueva generación, pero no solo protagonizan una historia más de amor en la carretera. Su viaje se sitúa a medio camino entre un puñetazo en el estómago y una suave caricia, sin reparos cuando se trata especialmente de lo primero. Aunque si la adaptación televisiva es negra, el fanzine original lo es todavía más.
La historia fue escrita y dibujada por Charles Forsman en 2013, año en el que, como indica en su página, también consiguió alzarse con varios premios y colarse entre diversos rakings de los mejores cómics. Sin embargo, es ahora cuando ha alcanzado su mayor reconocimiento. Ha pasado de ocupar las estanterías para convertirse en píldoras audiovisuales de menos de 20 minutos, trasladando a la pequeña pantalla la esencia de la historia original publicada en Oily Comics.
The End Of The Fucking World ha dejado de ser un título desconocido para convertirse en tendencia mainstream a través de redes sociales, donde demuestra su poderío a base de memes. Por ello, teniendo en cuenta a los devotos del papel, Roca Editorial ha aprovechado el tirón para publicar la edición española de las aventuras creadas por Forsman. Un road trip, pero a través de viñetas.
¿En qué momento esta historieta indie termina convirtiéndose en una serie de Netflix? “Nunca se me pasó por la cabeza. Soy un dibujante y hacer estas revistas en mi estudio está muy alejado del mundo de la televisión y del cine”, confiesa a eldiario.es el autor de The End Of The Fucking World.
Para Forsman, la vida no ha cambiado demasiado tras la adaptación, solo obtuvo “algo de reconocimiento online y, por supuesto, un poco más de dinero”. A pesar de ello, añade que “la gente está más impresionada por la serie de televisión” que en él como dibujante, algo que, según este, “era de esperar”.
La miniserie protagonizada por Alex Lawther (James) y Jessica Barden (Alyssa) vuela más allá del cómic y se ha permitido modificar algunos elementos de la obra de Forsman, quien confiesa que “le encantó” el resultado audiovisual. Continúa diciendo que “sabía que estaban haciendo un buen trabajo”, pero que “no esperaba” enamorarse tanto de esta versión. “Es un poco más dulce que mi cómic, pero es alentador ver a tantas personas conectadas con la historia”, matiza.
Esas partes “más dulces” a las que se refiere el dibujante se dejan entrever desde el mismo título, censurado por Netflix para ocultar la palabra fucking. No obstante, el dibujante aclara que también existe una versión del cómic camuflando ese mismo insulto. “Ya es bastante difícil conseguir que la gente que no está familiarizada con los cómics termine comprándolos, así que quise eliminar esa barrera”, menciona.
No es la única diferencia. Mientras que el James de la serie mete su mano en una freidora “solo para ver si así sentía algo”, el del cómic es mucho más gore: la introduce en la trituradora de la basura y acaba sin dedos. El epílogo tampoco es el mismo. La producción televisiva deja la trama abierta, dando pie a una posible segunda temporada, pero el fanzine aporta algo más. “No quería que fuera un final tan abrupto y realmente me enamoré de Alyssa, así que quería mostrar lo mejor de su vida después de James”, explica Forsman.
Pero que sea distinto no quiere decir que alguno de los dos formatos sea mejor (o peor) que el otro. De hecho, ciertos momentos brillan especialmente al trasladarse al ámbito audiovisual, donde además de la imagen se incluye otro elemento: el sonido. “Creo que la escena del baile que aparece cuando irrumpen en la casa se hizo aún más poderosa, porque puedes escuchar la música y es más fácil representar la alegría en pantalla”, opina el artista.
Emociones complejas con trazos simples
The End Of The Fucking World tiene el mérito de mezclar dos emociones a priori contradictorias: la violencia con el amor. Pero, ¿cuál de las dos es más importante? Forsman cree que “ambas lo son”. Por un lado está la oscuridad, que el dibujante confiesa que “tenía en la cabeza cuando era adolescente”, ya que fue un momento de su vida en el que experimentó “mucho dolor y aislamiento”. Por otro lado están los momentos dulces entre James y Alyssa, una parte que su creador considera “muy importante” porque al fin y al cabo es lo que “la mayoría de humanos necesita o busca”.
Llama la atención que tales sentimientos, con la complejidad que conlleva representarlos, estén ilustrados con sencillas líneas que no por ello dejan de estar cargadas de significado. “En eso consiste la caricatura, ¿no?”, se pregunta Forsman de forma retórica. “Es la misma razón por la que a la gente le gustaba Snoopy, de Schulz. Usó un estilo simple, pero fue capaz de representar emociones humanas complicadas”, dice el artista gráfico.
Otro aspecto que destaca es la representación de unos roles que escapan de los tabúes y los clichés en favor de la naturalidad, ya sea para hablar de la menstruación o de relaciones homosexuales. Ni James es el típico “hombre salvador” ni “Alyssa” es la típica mujer débil convertida en complemento de un road trip. “Decidí representar a estos personajes como humanos. No consideré si esto es lo que un hombre o una mujer haría”, argumenta el diseñador.
“Con trece años y medio encontré un gato en el bosque. Lo reventé con una piedra. Después de aquello maté a más animales. Los recuerdo todos”, revela James en las primeras páginas del cómic. Lo que comienza con un sociópata nihilista y peligroso, un Dexter Morgan en potencia, acaba convirtiéndose en una obra con sabor agridulce similar a Amor a quemarropa.
Paradójicamente, esa parte agria de la mezcla también resulta reconfortante. ¿Continuará la trama? Forsman asegura que por su parte “no habrá otro cómic”, pero que en cuanto a la serie no está tan claro. “Tendrás que esperar para verlo”, concluye. Según ha revelado Netflix, quizá no haya que esperar tanto para comprobarlo.