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'Valerosas', una breve enciclopedia feminista de mujeres empoderadas

Sonita Alizadeh nació en Herat, Afganistán. A los 9 años le adjudicaron marido pero su boda se canceló porque su familia tuvo que huir a Irán. Allí, su tía la internó en un centro de refugiados donde aprendió a escribir y... descubrió el rap. Desde entonces, escribió sin parar, cantando a sus compañeros en el comedor. Un día, grabó una canción y la subió a YouTube. Se llamaba Brides for Sale y cantaba las penas de las mujeres de su país, sometidas a tradiciones que las consideraban mercancías.

Aunque diferente, también es interesante el relato de Christine Jorgensen. Al nacer se llamaba George y tenía un cuerpo de morfología masculina, algo que afectó a toda su vida. Durante toda su niñez, sufrió por tener que vestirse con ropa de chico y de adolescente estuvo enamorada de su mejor amigo. Su escasa corpulencia la excluyó de combatir en filas durante la Primera Guerra Mundial, y a los 23 se mudó a Dinamarca. Allí, dio el paso para convertirse en una de las primeras mujeres en someterse a una operación de cambio de sexo sin esconderse, saliendo en televisión y escribiendo sobre su evolución, dando voz a muchas personas que habían sufrido como ella.

La historia de Sonita y de Christine están separadas geográfica y temporalmente, pero las une la misma voluntad: hacer lo que quieren a pesar de las circunstancias. Ambas, protagonizan sendos capítulos de Valerosas, un obra dividida en dos cómics cuyo segundo tomo acaba de llegar a las librerías españolas de la mano de Dibbuks. Su autora, Pénélope Bagieu, estudió, escribió y dibujó sus vidas semanalmente para Le Monde. También editó no una, sino dos recopilaciones de su trabajo en lo que es un fantástico recorrido histórico sin rumbo pero con objetivo: empoderar y dar voz a mujeres largamente silenciadas.

Plantar cara al patriarcado: una historia milenaria

De todas las mujeres cuya vida retrata Bagieu, la que nació primero fue Wu Zetian. Su historia se remonta al 624 D.C. Mujer superdotada, creció como concubina del emperador, de quien llamó la atención después de adiestrar un caballo supuestamente indomable. Se casó con su hijo, el emperador Gaozong y asumió labores de gobierno que, tras su muerte y la incapacidad mental del primogénito varón, la llevarían a convertirse en Shengshen, la primera y única mujer que ostentaría el título de emperatriz con poder de gobierno en la historia de China. Uno de los periodos de paz y progreso en artes y políticas sociales más favorables del país.

Como vemos, la vida de mujeres empoderadas pero obliteradas por la historiografía oficial –clásicamente androcéntrica–, se remonta tan atrás como queramos. Un error garrafal que vienen intentando subsanar desde que en los años sesenta historiadoras como Jo-Ann McNamara, Jane Schulenburg señalaran el vacío histórico que Mary Beard describía como algo insólito: “La historia ha investigado de forma excepcional la figura de los hombres, mientras que los derechos de la mujer actual todavía representan una lucha inacabada”.

“Sería imposible hablar de todas las mujeres importantes que han sido olvidadas por las historia”, nos dice Pénélope Bagieu, autora de Valerosas. “En mi caso, solo tratando a fondo las biografías de las mujeres cuya historia conocía ya me hubiera pasado la vida entera”, explica.

Los dos tomos de Valerosas suman treinta vidas, voces de grandes mujeres de la historia en viñetas. Todas con algo en común: “el trabajo más difícil era encontrar un patrón que pudiera explicar y que se repitiera en todas ellas”, cuenta la ilustradora y dibujante de cómics.

“Digamos que la parte periodística de Valerosas consistía en definir lo que quería contar de ellas y la historia que tenían en común: todas fueron mujeres que avanzaron hacia el mundo que querían, aunque no fuese fácil, luchando por lo que consideraban correcto”, explica la autora de Valerosas.

“Entonces seleccionaba momentos clave en los que tuvieron que superar barreras -ya fuera por sus ideas, su familia o su país-, el instante en el que deciden que ya han tenido suficiente y atrapan su destino con sus propias manos, y el momento en el que consiguen hacer las cosas a su manera”, resume. Con estos tres puntos clave, Valerosas ofrece un estimulante recorrido histórico con la lupa puesta en lo personal e intransferible, en las pequeñas historias perdidas en la maraña de lo tradicional.

Como indica la escritora, “eso me llevaba a tener tres actos como si se tratase de una novela: introducción, nudo y desenlace. Así que lo construía escenas aisladas de la biografía creando lazos con una historia personal”.

Una perspectiva desde el arte y la viñeta

Con su propia técnica, digna de un investigador universitario, Bagieu construye epopeyas mayúsculas de lenguaje minusculo: seis páginas que condensan discurso, contenido y emoción. Pero para ella, era importante que sus Valerosas no fueran solo mujeres poderosas en lo político, relevantes en lo social o activistas militantes en lo feminista: estas son las sendas habituales de la historiografía. Para ella, era importante hablar de mujeres creativas que la habían marcado de una forma u otra.

Así, entre emperatrices y prisioneras políticas, Valerosas rescata las letras de Betty Davis, las guitarras de The Shaggs, las ilustraciones de Tove Jansson o la sonrisa maligna de Margaret Hamilton. Esta última, nació en Cleveland en 1902 y siempre quiso ser actriz. Pero en todas sus audiciones, todos le decían lo mismo: era fea y tenía una nariz demasiado grande.

Sin embargo, un día se presentó en un casting para interpretar a una bruja en una popular obra de teatro. Su papel fue tal éxito que cuando se enteró de que iban a adaptarla al cine, probó suerte y se hizo con el papel. Hoy, su interpretación de la malvada bruja del oeste está considerada como la mejor villana de la historia, el cuarto personaje malvado más memorable del cine según el American Film Institute.

El arte es, para Pénélope Bagieu, un terreno en el que queda mucho por hacer. “Vete a ver una exposición de pintura clásica: parece que tengamos que estar desnudas para formar parte de un museo, ¿verdad?”, dice Bagieu. “Durante demasiado tiempo eso fue así, las mujeres hemos sido más el objeto que el sujeto del arte. Pero eso está cambiando, aunque siempre nos parecerá una evolución demasiado lenta”, opina la ilustradora.

Para hacerlo, hay que encontrar nuevos referentes que inviten al debate, como los que Bagieu dibuja en Valerosas, con un estilo accesible en lo narrativo y en lo visual. “Puede parecer exagerado pero no lo es, existen espacios culturales a los que las mujeres tienen difícil el acceso. En el mundo del cómic, por ejemplo, eres considerada antes una mujer que una escritora o una artista”. Esto es algo que la autora ha vivido en primera persona, ya que siempre está obligada a “tener que explicar” que no hay “cómics de chicas y cómics de chicos”. Asimismo, cree que para lograr avanzar en este campo “hace falta mucho tiempo, infinita paciencia y mucho coraje”.

Además, la ilustradora añade que “parece una tontería pero no somos una minoría, somos la mitad de la población”. Precisamente por eso, ella misma se pregunta “¿por qué seguimos siendo tratadas como una minoría en casi cualquier arte?”. La respuesta parece clara para Bagieu: “porque todo esto está cambiando pero demasiado lentamente”.

Pénépole, como Sonita, como Christine, ha decidido alzar la voz... o en su caso, la pluma. El resultado de su trabajo no solo son historias inspiradoras, también discursos que nos invitan a reflexionar sobre quién ha elegido nuestros referentes y por qué casi todos tienen pene. Leer Valerosas, es releer con otros ojos nuestros libros de historia.