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David Beriain investiga el genocidio oculto de los indígenas amazónicos

EFE

Madrid —

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Una matanza a punta de lanza protagonizada por los taromenane, una tribu de la Amazonía “no contactada”, y “ocultada” por intereses petroleros, ha dado pie a “Yasuní. Genocidio en la selva”, un reportaje “necesario” para proteger “un tesoro de la civilización”, explica su autor, David Beriain.

Con este documental debuta en el canal Discovery Max el próximo 9 de junio este periodista navarro, que ha cubierto las guerras de Afganistán, Irán, Congo y Oriente Medio y que decidió indagar en su nueva historia al ver unas imágenes en internet de una pareja de indígenas de la etnia huaorani atravesados por una extrañas lanzas, en el corazón de la Amazonía ecuatoriana.

Las armas eran de los taromenane, un pueblo “no contactado”, que vive en aislamiento en la selva y que fue objeto de una inmediata venganza por parte de los huaorani, quienes asesinaron a decenas de rivales taromenane y raptaron a sus niñas, que han acabado viviendo con los asesinos de su familias.

De esta última matanza, ocurrida en marzo del pasado año, no hay un recuento oficial de víctimas, y la investigación en el lugar de los hechos no comenzó hasta ocho meses después, relata a Efe el periodista, que, ante esta “negligencia y olvido”, llegó a la conclusión de que primaban “otros intereses” en la zona.

En concreto, los petroleros, ya que, si se demostraba la existencia en el Parque Nacional Yasuní de los taromenane, la Constitución ecuatoriana advierte que hay que respetar su territorio “y no se pueden llevar a cabo labores extractivas, como de la madera o el petróleo”.

La explotación del petróleo de la zona se ha convertido en un importante recurso para Ecuador, de más de 18.000 millones de dólares (13.200 millones de euros) anuales.

Por eso, el periodista navarro entiende que “el gobierno ecuatoriano se encuentra en una situación muy difícil, porque necesita esos recursos”, aunque señala que hubo una “gestión torpe” del asunto, incluso un “conato de ocultar la matanza”.

Beriain y su equipo grabaron en la zona durante siete semanas y remontaron el Amazonas durante dos días en canoa hasta pisar la tierra de los taromenane, una tribu que defiende su territorio a punta de lanza: “Todo contacto del hombre blanco con ellos ha terminado en muerte”.

De hecho, el primero en contactar con esta tribu fue el misionero español Alejandro Labaka, que vivía con los huaorani y que acabó sus días en 1987, lanceado por los taromenane, cuando intentaba avisarles del incipiente avance de las petroleras en la zona.

“Hoy día este misionero capuchino está considerado uno de los grandes mártires de la causa indigenista, porque su muerte dio visibilidad a su causa”, recuerda el periodista, que ha contado para su trabajo con la ayuda de la Fundación Alejandro Labaka.

Tras entrevistar a madereros ilegales y a uno de los autores de la matanza, Beriain explica que no tuvo miedo en su incursión en la selva controlada por los taromenane; más bien, sintió “un gran privilegio y una gran fascinación por pisar la misma tierra que esa gente, que vive en un mundo paralelo, otra civilización...”.

Este tipo de “periodismo de inmersión”, como lo llama el reportero, primer periodista español en entrevistar a los talibanes en territorio afgano, solo puede hacerse hoy día, en plena crisis de la prensa escrita, gracias a “apuestas casi milagrosas”, como la que ha hecho Discovery Max con su serie de reportajes.

“Es muy necesario rescatar estos tesoros de la civilización”, apunta Beriain, que insta a comparar “los recursos destinados a la protección de la tortuga de galápagos, por ejemplo, y los que se dedican a sostener tesoros antropológicos como los de estas tribus”.

De las 100 tribus no contactadas que existen en el mundo, la mayoría viven en la Amazonía, en el triángulo formado por Perú, Bolivia, Brasil y Ecuador, aunque solo estos dos últimos tienen planes específicos de protección, siempre teniendo en cuenta que se trata de territorios vírgenes “donde podrían ocultarse dinosaurios y no lo sabríamos”, concluye el periodista.

Por Manuel Carretero