El esfuerzo colectivo para que un autor no muera tras su muerte
“Habitar significa dejar huella”, escribió el filósofo Walter Benjamin. Precisamente, la huella que dejan en el mundo los autores y autoras más relevantes es su legado literario, constituido por elementos que podrían ser materiales (biblioteca particular, archivos) o inmateriales (ética e imagen proyectada) que dejan de forma voluntaria o involuntaria, tal y como explica Antonio González Rueda, investigador del INDESS de la Universidad de Cádiz y autor del libro Patrimonio literario y cultural: fundaciones, legados y otras tribulaciones.
Decidir preservar un legado de un escritor conduce a una patrimonialización. Es decir, utilizar cualquiera de las fórmulas existentes: cátedra universitaria, fondo documental, fundación o patronato hace que se produzca un fenómeno, donde dicho legado se convierte en patrimonio cultural. Actualmente, los inconvenientes en torno a la forma idónea de manejar un legado se han avivado. La reciente publicación del libro Mi vida con Alberti. Para algo llegaste, Altair (Almuzara, 2023) de María Asunción Mateo, viuda del poeta, ha generado tensiones y conflictos directos entre la viuda y los que fueron amigos y discípulos del escritor.
Este frente abierto cuya problemática gira en torno a la Fundación Alberti han puesto a debate si son las fundaciones la mejor opción para mantener viva la obra de un autor y cómo debe ser la intervención pública. El experto Antonio González Rueda puntualiza que “utilices el método que utilices, sea fundación u otros, lo importante es que el legado de estos escritores y escritoras se mantenga vivo”. Rueda pone como ejemplo la Fundación “Legado Literario Miguel Hernández” (Jaén) cuyo fondo está a disposición de estudiantes, universitarios, creadores, ciudadanos y medios.
Fundaciones literarias de autor
La situación de las fundaciones literarias en España abarca puntos legales y económicos. Según el directorio de la Asociación Española de Fundaciones, en nuestro país hay 320 que se dedican al sector cultural de un total de 932. Las fundaciones, sean públicas o privadas, pueden crearlas las personas físicas y las jurídicas. La propia Constitución en su artículo 34 reconoce su derecho para un interés general “con arreglo de ley”. Además, la Ley de Fundaciones aclara que estas tendrán personalidad jurídica desde la inscripción pública en el Registro de Fundaciones y solo las inscritas podrán ser denominadas fundación.
Antonio González Rueda, tras años de estudio, nos habla acerca del marco institucional en España: “La ley es de 2002 y ha tenido pequeñas mejoras”. Se trata de un marco garantista, pero que “burocratiza la vida de las fundaciones en demasía”. Rueda incide en que algunas fundaciones funcionan como organismos semipúblicos, ya que “la dotación inicial de la fundación (legado material del escritor o escritora) no sería capaz de soportar económicamente la vida de la fundación y recurre a patronos públicos (muy pocos privados o entidades bancarias)”.
En su libro, Rueda explica que en España, desde lo público, la inversión para la conservación y la difusión de los legados literarios de autor ha sido muy poca. Hace referencia a los recursos limitados y dependientes de los ciclos presupuestarios que tienen las administraciones públicas. Además, afirma que “la legislación está dando amparo a organizaciones semipúblicas bajo el paraguas de las fundaciones privadas”.
Insiste en propuestas como las que ya se llevan a cabo en Castilla y León con la Fundación Guillén que “se está convirtiendo en un tipo de 'hotel de legados', donde estos están en la cabecera central de la comunidad autónoma”. También fija su mirada en los patronatos institucionales y el mundo anglosajón porque en ellos “hay gente que se dedica a buscar recursos para esa fundación”.
Delibes y Alberti
“Hay fundaciones que funcionan muy bien como la Fundación Delibes y otras han sido fundaciones fallidas como la de Alberti”, indica Rueda. También considera que algunas de ellas son “como zombis porque se mantienen por un tema estatutario, pero realmente no poseen una vida fundacional suficiente como para decir que hay allí un organismo vivo”.
La Fundación Delibes es considerada hoy en día una de las mejores, según el experto. Su diseño y fines están bien planteados, las actividades giran en torno a la calidad, vida, obra y valores del autor sumado a una web cuya ordenación refleja el valor de su legado literario. Por ejemplo, destaca la digitalización del archivo literario e incluso la convocatoria de una beca predoctoral, la beca Miguel Delibes, cofinanciada por la Universidad de Valladolid.
Por otro lado, una de las fundaciones que ha estado en cuestión es la del laureado poeta gaditano Rafael Alberti. Desde la muerte del escritor en 1999, hay un frente abierto entre los amigos más allegados de Alberti como Luis García Montero o Benjamín Prado, a los que se une la sobrina del escritor, Teresa Alberti y, del otro lado, María Asunción Mateo. Además, la publicación del libro de Mateo ha desatado una polémica pública entre el director del Instituto Cervantes y la escritora y Premio Nacional de Historia de España Anna Caballé mediante columnas en El País el pasado mes de octubre, después de que esta última reseñara en dicho medio la obra de Asunción Mateo. “Hay algunos que se creen los dueños de la cultura española y lo quieren manejar todo” expresa, dolida, Asunción Mateo. A este periódico, García Montero afirma que prefirió “quitarse de en medio” al estar en desacuerdo con las decisiones que tomaba la viuda de Alberti sobre su legado pero que respondió porque le “sentó mal” que Caballé enfocara la defensa de Mateo como un asunto feminista, cuando en su opinión no es así, sino que “dinamitó la fundación” del poeta.
Sobre la situación actual del legado del poeta gaditano, Mateo señala a elDiario.es que “está donado” ante notario y que ha incluido esos documentos en su libro. La que fue segunda viuda del escritor explica que “Rafael y María Teresa hicieron una donación en 1978 al Ayuntamiento de El Puerto de Santa María”. Posteriormente, ella misma junto al poeta hicieron una segunda donación “para la creación de la Fundación Alberti” cuya presidencia ocupó Mateo desde 1993 a 2010.
Tal y como explica en su libro, se llegó incluso a nombrar a un comité de honor, presidido por la reina Sofía y donde figuraban nombres como el poeta y miembro de la RAE Pere Gimferrer y el Nobel de Literatura José Saramago. Actualmente, la Fundación Alberti intenta superar esa idea de “fundación fallida” con un nuevo ciclo emprendido con el apoyo de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de El Puerto de Santa María.
Hace unas semanas se celebraron unas jornadas en torno a la obra y el compromiso cívico del poeta. El propio concejal de Cultura de El Puerto, Enrique Iglesias, hizo referencia a “una transición a una fundación activa, moderna y capacitada para volver con fuerza, difundir y proteger el legado de Rafael”, según recogió Europa Press.
Sin fundación para Ángel González
Otro de los grandes nombres cuyo legado ha causado polémicas ha sido el de Ángel González, exponente de la Generación del 50. En principio, se intentó realizar una fundación con su nombre que fracasó y acabó convirtiéndose en una Cátedra Universitaria. Rueda insiste en que pasar a ser una Cátedra es “una de las fórmulas habituales para legados, pues mantiene una actividad anual con premios como el de Investigación Literaria Ángel González” que ya va por la novena edición.
Ángel González expresó en su testamento su voluntad de crear una fundación, pero el proyecto fracasó por un malentendido entre su viuda y heredera universal, Susana Rivera, y los patronos nombrados que eran Luis García Montero, Manolo Lombardero y Antonio Masip. Sin embargo, estos en 2010 presentaron su dimisión mediante un comunicado de prensa conjunto, que recogieron varios medios de comunicación. En él aclaraban que los motivos de su dimisión se debían a la “errática” e “incomprensible” posición de la viuda del poeta.
Susana Rivera, entrevistada por este medio, habla sobre su protagonismo en el fracasado proyecto de la Fundación Ángel González mostrándose crítica: “El plan original era que yo fuera una presidenta florero, que funcionaría tan solo como títere del verdadero dirigente, Luis García Montero. Pero les salí rana como viuda sumisa”, explica desde su residencia en EEUU.
Ante las acusaciones, Luis García Montero se defiende apelando a que “lo de 'presidenta florero' lo dice porque yo quise que estuviera en la fundación y pensaba que haría muy bien Ángel en ponerla”, dice a elDiario.es. Susana Rivera coincide en que el deseo del poeta es que ella estuviera “al cargo de todo”. El director del Instituto Cervantes expresa que “tras la muerte de Ángel todo cambiaría, ya que Susana no quería poner el dinero que por el testamento correspondía si se creaba la fundación”.
A Rivera le gustaría seguir el ejemplo de Asunción Mateo y contar su punto de vista en unas memorias. “Estoy deseando tener el tiempo que necesito para reunir todo el material que tengo y publicarlo en forma de libro”, añade. También confiesa que se ha sentido “decepcionada por el sector intelectual ante semejantes actitudes machistas, cargadas de misoginia” que ha tenido que enfrentar. Recuerda que su caso no es aislado e insiste en nombres como los de Mateo o Helena Capetillo, viuda de Javier Egea.
La rentabilidad del “poeta muerto”
Coinciden Mateo y Rivera en que el mundo literario está lleno de “misóginos y machistas que llevan caretas”. A esa valoración se suma el experto Antonio González Rueda, admitiendo que “el sector editorial y literario es plenamente masculino y esa masculinización hace que se haya creado un rol de viuda literaria, que aparece con una visión negativa e incluso machista”. Esa proyección negativa la reafirmó el cantautor Joaquín Sabina, que fue amigo del poeta Ángel González, cuando en una entrevista para El Comercio en 2017 dijo: “Hay un cáncer ahí que se llama 'cáncer de las viudas de los escritores'. Lo que tienen que hacer los asturianos es conservar como un tesoro la memoria de Ángel”.
Sin embargo, tanto Susana Rivera como Asunción Mateo hablan de “control masculino”. La viuda de Ángel González piensa que hay una cuestión de “beneficio” en el interés por los legados y que “los poetas muertos pueden ser muy rentables porque para homenajearlos se levantan fundaciones y cátedras, ciclos culturales y se crean premios”.
Puntualiza que el género influye porque se trata de mujeres: “Nos acusan de cambiar testamentos, quedarnos con legados, explotar obra y figura del poeta en cuestión”. Luis García Montero se pregunta: “¿Nos llaman machistas porque nos parece mal que se carguen las fundaciones de nuestros maestros?” y se defiende sobre esa acusación de “control”, pues no la siente así, sino que se ha dedicado a “hablar con cariño” del que fuera su amigo, en referencia a Alberti.
Los legados femeninos
Hay albaceas que han tenido un papel distinto dentro de una fundación. Véase, por ejemplo, el caso de María Kodama y la Fundación Borges. La muerte el pasado marzo de la viuda y albacea del autor argentino hizo que saltaran las alarmas sobre el futuro del legado de este. Cinco de sus sobrinos se presentaron ante la justicia argentina para reclamarlo.
Fernando Maio, vicepresidente de la fundación, deja claro a este periódico que “sigue todo igual: el mismo agente literario, la misma editorial”. “Los herederos se han propuesto continuar la obra de María y lo están haciendo con respeto y entusiasmo”. Sobre el trabajo realizado por María Kodama, remarca: “El legado de Borges se mantiene custodiando bien la obra. Si Borges hoy es un clásico se lo debe a la tenacidad de María”. En cuanto a las problemáticas que perjudican a las fundaciones comenta que “hay autores que han contado con buenas albaceas y su obra ha tenido un buen destino, otros que no”.
Y es que no hay un custodio ideal hoy en día. Los expertos insisten en la idea ya planteada al principio de “mantener vivo un legado como sinónimo de relecturas presentes de cada generación” de la obra de ese autor. Consideran que las fundaciones literarias tienen que mejorar aspectos en materias de un buen código de gobierno público, donde al menos se fije y aclaren asuntos vinculados a la colaboración y financiación, inversiones, patronatos, entre otros. Y, en definitiva, ver a las fundaciones como organizaciones del siglo XXI.
Sin embargo, uno de los puntos a destacar es la perspectiva de género. El sector de las fundaciones es rotundamente masculino, lo que denota cierto sesgo machista también hacia la desatención de los legados de escritoras mujeres. Así lo demuestran los más de 17 métodos para salvaguardar un legado estudiados por González Rueda en su obra y del que se desgrana dicha conclusión.
El experto va un poco más allá y destaca, por ejemplo, la inexistencia de fundaciones dedicadas no en exclusividad a una escritora. Es decir, se incluye al marido junto a ella. No solamente a la escritora en sí, sino al “matrimonio de creadores”. Le atribuye dicho proceso a la escasez de escritoras incluidas en los cánones literarios internacionales, nacionales e incluso regionales. Por lo que apela a “una perspectiva de género actualizada” dentro del ámbito del patrimonio cultural literario.
Algunos de los casos que podemos encontrar sobre ese llamado “matrimonio de creadores” son la Fundación Rosalía de Castro, pues aunque lleve su nombre no solamente se ocupa de la difusión de la escritora, sino también de su marido, el historiador Manuel Murguía. También está el caso del Patronato Carmen Conde - Antonio Oliver.
Basta el estudio Los sitios webs de las Casas Museos y Fundaciones de Escritores, de Luísa Alvim para comprobar que la diferencia es abismal en cuanto a fundaciones de escritores hombres (Cela, Pla, Guillén, Miguel Hernández, Gerardo Diego...) frente a escritoras donde encontramos como mucho a Gloria Fuertes y la ya citada Rosalía de Castro.
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