Si Adam Driver era el galán improbable y Benedict Cumberbatch la estrella distópica, Oscar Isaac es el apuesto evidente. Quizá demasiado, y puede que esa sea la maldición que le aleja de la atención mediática que reciben sus compañeros de promoción.
Es guapo, tiene talento y los principales directores de la Meca del cine se rifan su cara en los carteles. Ahora, además, en el nuevo estreno de Las dos caras de enero -adaptación del mediocre cuento de Patricia Highsmith- demuestra que el papel de dandy griego le encaja como un guante. Un aperitivo antes del plato principal y su primer aterrizaje en el blockbuster, las Ligas Mayores de Hollywood, de la mano de Disney y Lucas Films. En La guerra de las galaxias compartirá fotogramas de nuevo con Driver aunque, a diferencia de Inside Llewyn Davis, en esta ocasión el gañán de Girls tiene todas las papeletas para 'comerse la tostada' de Isaac.
Con todos los datos en la mano, y recogiendo el testigo de la colaboradora Lucía Lijtmaer, intentaremos descubrir: ¿qué le falta a este treinteañero para ser objeto de odas periodísticas?
A las puertas de la Academia. El estilo inimitable y el humor negro de los hermanos Coen han impulsado carreras de la talla de Jeff Bridges en El gran Lebowski, de George Clooney en O Brother y del oscarizado Javier Bardem en No es país para viejos. Pero cuando iniciaron el rodaje de Inside Llewyn Davis, los directores chocaron contra un muro durante la búsqueda de su hombre. Necesitaban que su actor fuese un nivel polifacético por encima que en sus otras cintas y, por suerte para ellos, su Cenicienta resultó estar mucho más cerca de lo esperado.
Oscar Isaac convenció en Cannes a críticos y público. Pero no así en su continente natal, donde rozó con la punta de los dedos el Globo de Oro que le arrebató Di Caprio, el niño mimado de Hollywood, y fue ninguneado sobre la alfombra del Teatro Kodak. Aunque el actor dejó claro en el plató del show de la BBC, Today, que los premios para él no son una prioridad. “Piensan que si me nominan, consiguen llamar mi atención. Y que si no lo hacen, me escabulliré en mi vergüenza”.
¿Secundario o segundón? En principio no es una razón de peso porque Isaac, a diferencia de los mencionados Driver y Cumberbatch, irrumpió como una supernova en la industria, no se anda con chiquitas. Gustará más o menos, pero la década que nos ha dado el guatemalteco en el cine no está compuesta precisamente por cintas anónimas.
Prefecto romano, profesor, príncipe, traductor, músico, espía, vigilante de seguridad, periodista, asesino genéticamente modificado...Ha conseguido romper con clichés extendidos y maldiciones arraigadas: “Los latinos en Hollywood sólo pueden representar a villanos y/o narcotraficantes”.
Nada tenía que hacer Russell Crowe, como el Robin Hood de Ridley Scott, frente al malvado príncipe Juan y la interpretación que la revista Empire describió como “un mosaico de matices”. También supo plantarle cara a Ryan Gosling como el encantador novio ex convicto de Carey Mulligan en Drive. Incluso se las arregló para salir ileso de WE de Madonna, que la crítica despellejó de forma inclemente, y también de las garras de su directora, ya que la ambición rubia se encariñó peligrosamente -según dicen las malas lenguas- del carisma del latino.
El factor X. En Oscar Isaac es fácil, no existe. Y no debemos culparle, pues no tiene edad para haberse formado un perfil interpretativo potente, y su encanto es demasiado evidente como para merecer un soneto. Lleva diez años en la pista de despegue, pero antes de que se nos olvide el efecto gatuno de Llewyn Davis, necesita un padrino que le impulse y se apiade de su aún verdecilla alma.
Nuestra compañera abogaba por que Adam Driver se dejase influir por George Clooney y jugara todas sus cartas a un papel televisivo como el de Adam Sackler en Girls. En cambio, creemos que Isaac sigue una estela más parecida a la de Michael Fassbender. Su fórmula: intercalar el género comercial con algunos desafíos, como fueron Shame y 12 años de esclavitud para el irlandés. Oportunidades no le van a faltar.
Su voz. “Nunca fui un buen cantante, más bien era terrible. Ahora resulta vergonzoso ver cómo intentaba sonar dramático como mis compañeros”. Ay, Oscar, si acabas de rodar una película donde el 80% de la banda sonora está interpretada por ti, no te lances piedras. Que por detractores en este mundillo no será.
Pero así definió su etapa como líder del grupo Blinking Underdogs en una entrevista para The Telegraph. Eso te hace plantearte irremediablemente si de veras te sonó tan bien aquel Fare Thee Well, o fue todo por obra y gracia de Marcus Mumford.
Muy políticamente correcto. No es ningún secreto que Isaac fue criado en el seno de una familia cristiana hasta el fanatismo. “El diablo era una cosa real y creíamos en la posesión del demonio”. Y aunque las creencias personales son muy respetables, hay que saber manejarlas para convertirlas en una estrategia de promoción personal. Pero al actor simplemente no le interesa caricaturizar su imagen en las entrevistas y ser el nuevo Tom Cruise. También más que respetable, pero estamos aquí para buscar razones.
Y siempre va a atraer más ver a Benedict Cumberbatch alzando un mensaje irreverente escrito en un folio, que escuchar al guatemalteco predicar las virtudes de la fe. Como vemos, la fama no solo se nutre de una sempiterna aparición en la gran pantalla, sino también de las provocaciones en las que los periodistas pican sin dudar y que al público, al fin y al cabo, le divierten.