Cada verano, como en un sueño de la marmota, la sequía de ideas de Hollywood atiza nuestra taquilla con las sobras y el catálogo más ligero de los estudios. Y cada verano despierta el debate del remake o reboot -un eufemismo para “el remake que me dé la gana”- entre los partidarios de rejuvenecer los grandes mitos y los seguidores más ortodoxos. En 2014 fue Jurassic World, el anterior El amanecer del planeta de los simios y este año, seguidas de una campaña bastante más agresiva, son Las Cazafantasmas.
Nunca una adaptación había causado tanto revuelo desde que Gus Van Sant se propuso mejorar Psicosis plano a plano y acabó con el ego lapidado. Meterse con los clásicos universales siempre conlleva una dosis extra de riesgo, por eso Paul Feig era el indicado para plantar cara a los críticos de lenguas afiladas. “La cultura friki está llena de los mayores capullos que me he encontrado en la vida”, dijo el director y experto en encajar los ganchos izquierdos.
“Se han cargado mi infancia” ha sido la frase más repetida en redes sociales y foros desde el anuncio de esta nueva versión en octubre. Nada nuevo respecto a otros reestrenos como el de Star Wars o Las tortugas ninja, que levantaron más escepticismo que pasiones. Pero con el lanzamiento del primer tráiler comenzaron los ataques desproporcionados y una sucesión de insultos que no tuvieron que sufrir Harrison Ford ni sus otros compañeros del Episodio VII. “Estas tías feas necesitan que les echen toneladas de semen en la cara”, se podía leer en los comentarios.
¿Qué diferencia esta adaptación de las anteriores? Que las cuatro encargadas de tomar el relevo de la película de 1984 son mujeres. De pronto, la comprensible consternación de los espectadores ante otro remake se convirtió en una campaña exacerbada contra las actrices Melissa McCarthy, Kristen Wiig, Leslie Jones y Kate McKinnon.
Pero los comentarios empezaron mucho antes de que se conociesen los nombres del elenco. “Me encantan las mujeres. Pero espero que, si deciden lanzarla así [en versión femenina], al menos sean graciosas; y si no lo son, con suerte estarán buenas”, dijo el cazafantasmas original Ernie Hudson en una entrevista. Cuando se supo que el cuarteto ganador era en efecto pura dinamita cómica, las críticas empezaron a centrarse en el físico de las actrices y en tildar la decisión del cambio de género de panfleto feminista.
El mal del rol establecido
La idea que subyace de todas estas comidillas es que la apariencia pesa más que la calidad. Pocos espectadores comentan si el humor es lo suficientemente fino, que las interpretaciones están bien o poco conseguidas, o si la película respeta el ritmo obligatorio de la ciencia ficción. Aunque el elemento principal de debate sea que un grupo de mujeres ha tomado las riendas de un producto masculino, esto no es un fenómeno nuevo.
A raíz de la campaña que reclamaba un relevo femenino para 007, recordamos varios roles masculinos que fueron interpretados por mujeres. Entonces nadie puso el grito en el cielo porque lo esencial, lo narrativo, no dependía del sexo sino del personaje en sí mismo. “No me importa de qué talla o de qué color son las actrices, ni nada por el estilo. Sólo me preocupa si son graciosas y si la gente se lo va a pasar bien con ellas”, dijo Feig ante la primera oleada de misoginia.
Es un hecho que Los Cazafantasmas es la piedra de toque del terror cómico de los ochenta y, por tanto, un caramelo para el negocio de las franquicias de Hollywood. Su secuela en 1989, sin embargo, fue un intento fallido del que se arrepintieron incluso los propios protagonistas. “Era medianamente graciosa, pero no estaba bien ejecutada”, admitiría Bill Murray años después.
El actor directamente se negó en rotundo a participar en una tercera visita del clásico, que calificó como “estrafalaria, loca e incomprensible”. Si bien Murray renegó de su Peter Venkman en las dos últimas, aceptó la propuesta de cameo de Paul Feig con los ojos cerrados.
El lanzamiento del nuevo blockbuster fue tan efectivo en los medios que Sony pujó por otro remake masculino encabezado por Channing Tatum. Las respuestas a esta idea, por insostenible que fuese, no tuvieron en absoluto que ver con las de su versión femenina, pero finalmente fue desechada por su “gran irrelevancia”. En definitiva, una muestra más de que Los Cazafantasmas despertaron de su letargo hace varios años con una repercusión nula a nivel mediático.
Un elenco de victoria
El elenco de las nuevas Ghostbusters es un ataque frontal hacia varios prejuicios que imperan en la política del cine estadounidense. “Tres de las cuatro protagonistas son mayores de 40. Una es negra. McKinnon es lesbiana. Se huele la victoria”, escribían desde The Guardian. Aunque representa todo un hito al otro lado del Atlántico y, desde luego, es una clara victoria para todas las mujeres que han clamado por la igualdad en Hollywood, la respuesta no fue la esperada.
La cómica Leslie Jones fue blanco de una ráfaga de insultos machistas y racistas el pasado lunes. El movimiento estuvo orquestado en gran parte por Milo Yiannopoulos, un conocido troll de Internet que ya participó en el Gamergate y que también escribe en el portal conservador pro-Trump Breitbart.
No le salió del todo bien instigar a insultar a Jones a sus más de 335.000 seguidores: cuando la actriz reportó su conducta, Jack Dorsey, el CEO de Twitter en seguida tomó cartas en el asunto y suspendió la cuenta de Yiannopoulos. “Apenas sabe leer”, decía el troll griego, que también se refirió a ella en más de una ocasión como si fuera un hombre. Después de que Jones le bloquease, llegó a tuitear su pesar por haber sido “rechazado por otro hombre negro”.
La comunidad tuitera se movilizó en seguida en solidaridad con la cómica y lanzaron el hashtag #LoveForLeslieJ para contrarrestar la campaña de odio. Pero Jones ya había decidido abandonar Twitter tras confesar que ha recibido fotos de simios, mensajes racistas e insultos sexuales desde que anunció su participación en la película.
“Leslie Jones es una de las mejores personas que conozco. Cualquier ataque personal contra ella es un ataque contra todos nosotros”, salió en seguida a defender su director. Paul Feig ha sido el principal valedor de sus actrices durante estos meses de duras críticas, pero también ha admitido sentirse extrañado ante tales alardes de misoginia. En ese sentido, el cineasta ha asegurado que va a mantenerse siempre del lado de las mujeres, resaltando sus habilidades y respondiendo a esos “gilipollas” que no saben ver más allá de un género.