Los territorios fronterizos son espacios heterogéneos. Por propia definición, son lugares en donde las personas pasan de un país a otro y, con ellas, sus lenguas, culturas, objetos personales o de comercio. Esta circulación de personas, ideas y materiales va imprimiendo una identidad propia a las comunidades de frontera. El límite político entre España y Portugal no es, desde luego, una excepción, sino una franja que atesora un impresionante patrimonio cultural y lingüístico.
Un rico mosaico lingüístico
Los límites políticos y los límites lingüísticos siguen su propio camino, y no siempre se solapan. La frontera hispano-portuguesa proporciona varios ejemplos.
Las variedades asturleonesas se hablan en Portugal, bajo el nombre de mirandés, e incluso tienen el reconocimiento oficial que se niega al otro lado de la frontera.
En España, existen varias localidades en las que todavía se hablan dialectos del idioma vecino. Entre ellas, las extremeñas Cedillo, Herrera de Alcántara y Olivenza, o la salmantina La Alamedilla. Las explicaciones para su origen son diversas. Algunos de estos pueblos son nuevas fundaciones, a cargo de emigrantes del otro lado de la Raya. Sin embargo, en ocasiones el pueblo ya estaba allí, y lo que cambió fue el trazado de la frontera, por acuerdo entre los estados o, incluso, por conquista militar.
Por otro lado, el territorio de frontera es periférico en relación a los centros de poder de España y Portugal. Está lejos de los núcleos políticos, económicos y comerciales, donde se habla una lengua considerada como prestigiosa. Por tanto, las innovaciones lingüísticas tardan en llegar, y eso favorece que allí se conserven características gramaticales y léxicas más arcaicas que en el resto del país.
Para desgracia de quienes sueñan con erigir muros, nuestra frontera ha sido muy permeable a lo largo de la historia. Jornaleros y pastores la han atravesado en busca de trabajo. Los bailes y romerías de la zona han contado con público de ambos lados. Por supuesto, las noches de muchos habitantes se han dedicado al contrabando. Y desde la práctica abolición de los controles fronterizos, los pobladores compran en uno u otro país según los precios de cada producto.
Este contacto cotidiano tiene un claro reflejo lingüístico. La lengua va incorporando palabras del vecino y en el día a día se acomoda la manera de hablar para que este nos entienda mejor cuando compra en nuestro comercio o charla de cualquier asunto en el bar.
Mucho más que lengua
Por supuesto, el interés de este territorio no se detiene en su riqueza lingüística. Existen numerosos aspectos antropológicos, culturales e históricos de relieve, derivados directamente de su condición fronteriza. Es conocida la cuestión del contrabando, pero no debe olvidarse su condición de lugar de refugio para perseguidos por los estados español o portugués.
Por citar dos ejemplos más, son muy interesantes los testimonios sobre la abundante emigración, legal o clandestina, o sobre la vida décadas atrás.
Un mundo en transformación
El territorio fronterizo vive momentos de profundo cambio. Como tantas comunidades rurales, se despuebla a pasos agigantados. Las cabeceras de comarca están a pocos minutos en coche, por lo que la gente ya no estudia, trabaja o compra en los pueblos. La escuela y los medios de comunicación transmiten nuevos modelos lingüísticos que, poco a poco, suplantan las palabras y expresiones de siempre. Desaparece el modo de vida tradicional y, con él, las palabras ligadas a la agricultura, la ganadería, la artesanía, etc.
Se hace urgente, por tanto, documentar lo que puede quedar de los estratos más antiguos. No menos importante es estudiar cómo cambian la lengua, las actitudes y los juicios sobre la vida en la frontera de los hablantes más jóvenes.
¿Cómo documentar el patrimonio?
En el año 2015 nace el proyecto Frontera hispano-portuguesa: documentación lingüística y bibliográfica (FRONTESPO), dirigido por la Universidad de Alcalá. Se realizaron entrevistas en 64 localidades españolas y portuguesas. En cada pueblo se conversaba con un mínimo de tres personas, distribuidas por franja de edad (menores de 50 años, entre 50 y 75, y mayores de 75). De ese modo, pueden observarse las posibles diferencias que hayan ido apareciendo en las últimas décadas.
Se dialogaba alrededor de tres ejes temáticos. El primero, los nombres usados por los informantes para plantas, animales, utensilios de la vida cotidiana, etc. El segundo, sus percepciones lingüísticas: ¿es igual la lengua de los jóvenes y de los mayores? ¿en qué pueblos hablan distinto? ¿se entienden bien con la gente del otro lado de la Raya?… En tercer lugar, se conversaba sobre la vida en la Raya: historias del contrabando, ocasiones de convivencia entre españoles y portugueses, etc.
El resultado ha sido un corpus de más de 200 horas de grabaciones, casi todas en vídeo, que se están editando actualmente.
Difusión
De poco valdría este proyecto si las entrevistas se quedasen en un armario para uso interno o si hubiese que desplazarse a una hemeroteca para oír DVDs. Por eso, el corpus se publica en línea y en acceso abierto.
Las entrevistas han sido segmentadas temáticamente, para facilitar su consulta. Las grabaciones de audio y de vídeo, así como las transcripciones que se están haciendo, pueden descargarse, difundirse y reutilizarse libremente, bajo una licencia CC BY-SA 4.0.
Esperamos, de este modo, contribuir a un mejor conocimiento del patrimonio cultural y lingüístico de la frontera, así como a su puesta en valor.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lee el original aquí.Este artículo fue publicado originalmente en Lee el original aquí.Lee el original aquí.