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Noticia servida automáticamente por la Agencia EFE

La hora de las Atarazanas

EFE

Sevilla —

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Las Reales Atarazanas de Sevilla es uno de los edificios más inauditos de Europa, un astillero medieval del XIII que durante siglos ha pasado casi desapercibido -también para la historiografía-, una especie de 'catedral industrial' de la que ahora se publica un estudio que revela su valor histórico.

“Las Atarazanas del Sevilla” es el título de esta obra magna del profesor de la Universidad de Sevilla Pablo Emilio Pérez-Mallaína, especialista en Historia de la Navegación, que ve la luz tras años de investigación para alcanzar, entre otras, dos conclusiones, la importancia patrimonial del edificio y su trascendencia histórica: de ahí salieron los barcos que combatieron a los musulmanes en el Mediterráneo y a los ingleses en el Atlántico.

La publicación de esta obra coincide con el desbloqueo de los planes de rehabilitación como centro cultural del edificio, ubicado entre el Teatro de la Maestranza y la Catedral de Sevilla, y para su edición han sumado esfuerzos la Universidad, el Ayuntamiento y la Diputación de Sevilla y el V Centenario de la Vuelta al Mundo, ya que se trata de un volumen en gran formato de 800 páginas con cientos de reproducciones en color y 3,1 kilos de peso.

La edición de “Las Atarazanas de Sevilla” coincide con los trámites previos a la restauración de este enorme edificio, ya que el proyecto de rehabilitación como centro cultural del arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra fue paralizado vía judicial tras un recurso de la asociación conservacionista Adepa que lo consideró lesivo para con la estructura del inmueble.

La Fundación La Caixa financiará este proyecto para hacer de las Atarazanas un centro cultural orientado “al diálogo con América” que se prevé que abra sus puertas en 2022.

Colindante con el Hospital de la Caridad, el edificio de las Atarazanas conserva siete de las 17 naves originales que mandó construir Alfonso X El Sabio e integra el antiguo cuartel de la Maestranza de Artillería, edificado en parte del espacio del astillero original en tiempos de Carlos III.

Como señala Pérez-Mallaína en las primeras páginas de su “análisis histórico”, las Atarazanas han sido unas “casi perfectas desconocidas” para la historiografía, ya que los estudios que las han abordado lo han hecho de manera “resumida, limitada en el tiempo o desde perspectivas fundamentalmente artísticas o arqueológicas”.

De “auténtico superviviente” califica Pérez-Mallaína este complejo medieval que sirvió como astillero durante tres siglos, en los que fue uno de los mayores arsenales de Europa, para a finales del XV decaer y, con el descubrimiento de América, convertirse en almacén y aduana para el tráfico con el Nuevo Continente.

Con la crisis del siglo XVII, en parte de las Atarazanas se erigió el Hospital de la Caridad, y en el XVIII, el otro extremo del edificio se convirtió en cuartel militar, uso que ha perdurado hasta bien entrada la segunda parte del siglo XX.

Las Atarazanas han sobrevivido como un complejo arquitectónico singular siete siglos y, en palabras de Pérez-Mallaina, “aunque herido, ha sabido vencer al mortal efecto destructor del tiempo”.

Las siete naves que aún permanecen en pie -de las 17 originales- otorgan a este enorme espacio un particular ambiente, suma del juego de contraluces que provocan la sucesión de grandes arcos de ladrillo visto.

El suelo del lugar está elevado artificialmente, por una sucesiva colmatación histórica, unos cinco metros de altura, hasta casi el arranque de los arcos, de modo que la altura original de las naves era de doce metros, de ahí que Pérez-Mallaina se pregunte qué impresión podría causar esta -como han sido denominada por algún autor- “catedral civil” en el siglo XIII, con sus 17 naves intactas y la actividad propia de uno de los mayores astilleros de la época.

Alfredo Valenzuela