Cuando un gamberro como James Murphy se junta con otros dos caraduras como él, en este caso el dúo 2manydjs, el resultado no deja indiferente y es lo que ocurre en Despacio, una especie de club nocturno en el que este improvisado combo pinchará durante seis horas al día en las tres jornadas del festival Sónar.
Despacio puede resultar paradójico como nombre para una experiencia cuyo principal objetivo es hacer bailar a los centenares de personas que ya hoy han acudido atraídos por la confluencia de estos tres artistas, que en la última década han sido sinónimo de diversión en la pista, en una jerarquía con muchos pretendientes.
La propuesta es sencilla: Murphy, líder de LCD Soundsystem, y los hermanos David y Stephen Dewaele han elegido para la ocasión una selección de vinilos de su colección personal para una “macrosesión” de seis horas diarias.
No se trata de un espacio cualquiera, sino una oscura nave con un equipo de audio formado por siete torres de altavoces dispuestos en círculo con un total de 50.000 vatios de potencia. Y a la puerta se venden tapones para los oídos, con eso está todo dicho.
“Disfrutad el momento y pasadlo bien”, ha dicho en correcto castellano David Dewaele, antes de lanzarse a pinchar bajo un ambiente cargado de orgánica humanidad, también conocido como sudor, y en una sala en la que los ojos tardaban en acostumbrarse a la penumbra casi total.
El Sónar es un festival siempre elegante, proponga lo que proponga, aunque a veces sus organizadores intenten mostrar músculo y parecer unos chicos malos.
Y mucha de esa elegancia la generan los espacios habilitados, como el escenario Hall, en el que el grupo catalán Balago ha podido desarrollar su propuesta de “dark ambient”, llena de melancólicos latidos sintéticos.
Las cortinas rojas de seis metros de altura que rodean todo el perímetro del “hall” animaban a dejarse llevar por la imaginación y sentirse protagonista de un sueño malsano de David Lynch.
En un mundo distópico, donde el acero no hubiera sido inventado y la madera fuera todavía el principal material, la música de los canadienses Martin Messier y Nicolas Bernier sería algo convencional, pero, en el imperio de lo digital, su montaje Machine Variation resulta perturbador.
Esta pareja, que ya visitó el Sónar en 2010, ha presentado en esta edición su nuevo ingenio, una máquina móvil que manipulan con poleas y palanca y cuyo sonido recuerda a un galeón crujiente en mitad de una tormenta.
En el escenario Village, el más grande de los que ofrece el Sonar día en el recinto de Fira Montjuïc, ha actuado MØ, nombre tras el que se esconde Karen Marie Ørsted, que ha ofrecido una presentación de su disco “No Mythologies To Follow”, donde esta joven sueca salta del “hip hop” al “electrop” sin solución de continuidad, pero sin que nada chirríe.
La primera jornada diurna del Sónar mostraba ya en sus primeras horas un aspecto pletórico en cuanto a público, aunque según explicaban ayer a Efe los organizadores, en este 2014 se conformarían con alcanzar los 121.000 espectadores de la anterior edición.