“Todavía tenemos la herencia de palabras despectivas para la mujer que disfruta de su sexualidad”. Javiera Mena las subvierte en su nuevo disco, Nocturna. Un álbum atravesado por un fuerte y explícito componente erótico, en el que el deseo y la seducción destrozan todo rastro de cadenas. La cantante, compositora y productora propone un viaje de liberación a través de la noche, cuyo germen fue el regreso de Madrid a su Chile natal en 2019, poco antes del estallido social. De la energía que brotó en las calles emanaron sus letras que, si bien no se centran en el conflicto político al que asistieron, mantienen su huella en su espíritu, personalidad y compromiso.
El trabajo incluye Culpa, tema con el que participó en el Benidorm Fest y optó a representar a España en Eurovisión a principios de año. “Es algo que toda la sociedad hispanoamericana tenemos arraigado”, expresa sobre su título: “No quería hacer una canción de amor. Buscaba hablar de algo más. Ambos festivales son termómetros de los tiempos y tienen que tener un mensaje más político”. Pese a la sensación de “humillación” que sintió en el momento de las votaciones por quedarse fuera de la final y sentir que todas las cámaras le estaban enfocando, su balance es “positivo” y asegura que “volvería a repetir”. Además, defiende que ninguno de los dos eventos debe permanecer ajeno al contexto social. “La gente tiene que tomar conciencia, pensar y analizar”, sostiene.
Mena es también considerada un referente LGTBIQ+ dentro de la industria. “Es importante que los artistas homosexuales lo digamos para que no se nos mire como si fuéramos el demonio”, opina. Algo que afecta igualmente a las composiciones, sobre las que considera que todavía “faltan” canciones de amor entre mujeres y hombres. “Muchos evitan decir 'lo' y 'la' o 'él' y 'ella' en sus letras por miedo a no vender”, lamenta al tiempo que anima a que “se atrevan” porque, de lo contrario, “nunca va a existir un cambio y vamos a seguir pegados en este romanticismo de la Edad Media”.
Nocturna tiene un fuerte componente sensual y sexual. ¿Por qué?
Quería hacer un disco medio cachondo, como dicen aquí. Me propuse hacer algo un poco susurrado como los discos franceses de ahora; y conectado con la cultura latina en general, que somos más fuego. Es un disco muy erótico y muy de una mujer adueñándose de su sexualidad y viviéndola libremente.
A su vez es muy explícito en sus letras, ¿fue un acto consciente?
Fue consciente e inconsciente a la vez. Es herencia del trap y del reguetón, que son muy explícitos y obviamente te empapas de su atreverse a decir las cosas como son. Quería explorarlo desde una poética que proponga algo y que a la vez pueda hablar de cosas directamente sexuales; pero siempre elegante, sofisticado, fancy. Me gusta mucho el límite de bordear algo, no caer en lo obvio ni en la cosa explícita obscena, pero sí rodearla. Eso es lo erótico y el deseo también, cuando las cosas no se concretan y están ahí, a punto.
Que una mujer haga hoy un disco que hable tan abiertamente sobre sexualidad, ¿es algo rompedor?
Cada vez está más instalado. En parte creo que no porque me muevo en un ambiente en el que la mujer está ya superemancipada, queer y LGTBIQ+; pero en ciertos lugares todavía es un tabú hablar de la masturbación. Una no se da cuenta porque estamos en las capitales, pero en los pueblos hay chicas que todavía creen que las mujeres no se masturban y es loco. Sobre todo en Latinoamérica, aunque aquí también. Es superconservador y me sorprendo.
Tampoco se habla demasiado sobre la mujer deseante. ¿La incluyó por ello en Nocturna?
Todavía tenemos esa herencia de palabras despectivas para la mujer que disfruta de su sexualidad, lo pasa bien, hace y se acuesta a la hora que quiere. A pesar de que no es evidente, este disco muestra a una mujer así, gozadora, que decide qué hacer y qué no. Algunas chicas siguen aún prisioneras. Hay una canción que se llama Corazón astral que dice “suéltate las cadenas”. Invita a todas y todos, porque no escribo para mujeres ni para hombres, escribo para personas. Pero sí, es un disco de liberación y de empoderamiento, esa palabra que tanto se usa; y se celebra el amor entre mujeres, el lesbianismo.
Siendo un referente del colectivo LGTBIQ+, ¿deberíamos dejar de preguntarle por cómo se siente al respecto?
No, ya ves lo que pasó con Italia con el discurso de Giorgia Meloni. Estamos en un mundo en el que hay dos fuerzas opuestas, la progresista y la conservadora. Es necesario que existan voces como la mía. Que quienes estamos generando contenidos culturales y somos homosexuales nos mostremos y lo digamos para que la gente no nos mire como si fuéramos el demonio. Es horrible. Pero cuando llegas a ese lugar de tanto odio, es complejo.
¿Siempre ha tenido conciencia de que debía ser activista?
La he ido desarrollando. Dije que era lesbiana porque cuando partí y me preguntaban en entrevistas no había, no existían. Hubo un ímpetu también de personal de “voy a decirlo, así saldrá en la prensa y conoceré a más”. Y eso pasó. Pero fue más allá. Muchas chicas se sintieron representadas, mujeres de 50 y 60 años que habían vivido ocultando a sus parejas o que las echaron de sus familias. Me empecé a dar cuenta de que mi voz era importante. Y que tenía que decirlo, a pesar de que en un momento era como “si yo hago música, ¿por qué me preguntan todo esto y el titular es de esto?”. Fui entendiendo que así me tocó y cada vez me fui convirtiendo más en activista, que es como me siento a día de hoy.
¿Faltan canciones de amor entre mujeres y entre hombres?
Faltan para que no se mire como una cosa oculta ni de pura lujuria, que es lo que hace la extrema derecha con el movimiento LGTBIQ+, verlo como algo superraro. No lo entienden. Falta que se normalice y eso tiene que ver con que estemos presente en la cultura. Sé que hay muchos artistas gays que no se atreven a decirlo. Evitan decir 'lo' o 'la', 'él' o 'ella' en su lírica porque tienen miedo a no vender. Yo uso el 'la' y es importante que otros se atrevan porque si no nunca va a existir un cambio y vamos a seguir pegados en este romanticismo de la Edad Media.
¿En algún momento ha tenido miedo de que esto le pudiera penalizar dentro de la industria?
No, siempre fui valiente con este tema porque lo vi como algo bueno, diferente. Tuve el privilegio de tener una familia que fuera abierta conmigo, cariñosa y no me criticara ni prohibiera ser lesbiana. Pero tengo amigas y hay otros artistas a los que les da miedo decirlo, por lo contrario. A veces creemos que alguien no habla sobre su orientación sexual porque quiere vender esta imagen de latin lover que le gustan las mujeres, como Ricky Martin o Pablo Alborán, por ejemplo. Pero puede ser que se deba a que tu padre no te acepte. A mí me aceptaron y eso me permitió tener la cancha libre así para decir lo que quisiera.
Estudió en un colegio católico y empezó a cantar en el coro de la iglesia, ¿en qué medida le influyó?
Mucho, pero lo miro con cariño. Estuve en las Carmelitas, que son como las “monjas anarcas”. Al menos en Chile son superpolíticas, se manifestaron a favor del apruebo, una Constitución que se planteó superprogresista, en la que había paridad, aunque perdió. Más mayor pasé por las monjas alemanas un año y no quise saber más. Era otra onda. Te miraban las uñas y si tenías mugre te pegaban.
A principios de año participó en el Benidorm Fest con la canción Culpa. ¿Qué quiso reivindicar con ella?
El catolicismo me entregó muchas cosas positivas, pero también está la culpa, que es algo que toda la sociedad hispanoamericana tenemos arraigado y que no se trata mucho en el pop. Me acuerdo rezar muchas veces el “por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa” mientras te pegabas en el pecho. Es horrible porque después cargas con ella toda la vida, es imposible sacársela. Hay que aprender a analizarla, a quererla, pero es casi imposible vivir sin ella. El tema dice “lejos del bien y del mal” porque el bien también puede ser engorroso y generar confusión. La gente conectó con el tema porque era diferente. Quería mostrar algo que no fuera una canción de amor, que me encantan, pero que hablara de otra cosa también. Eurovisión y el Benidorm Fest son un termómetro de los tiempos y tiene que tener un mensaje un poquito más político.
¿Qué balance hace de su paso por el Benidorm Fest?
Muy positivo. Ahora tengo hasta un club de fans acá. Me permitió llegar a las televisiones de la gente y al público de Eurovisión de otras partes de Europa. Los eurofans son todo un planeta de de personas superexigentes, melómanas y frikis como yo. Toqué un montón en el verano. Hay que saber aprovecharlo.
Viniendo de la escena independiente, ¿le preocupó no encajar?
Sí. Da miedo porque no tenía la relación con la televisión que otros artistas como Marta Sango, que estaba acostumbrada a las cámaras por Operación Triunfo. Me costó más. Fue superdesafiante y estaba supernerviosa porque no es mi terreno. Vengo del underground, de otro mundo. Pero ese mismo desafío lo hizo muy estimulante para mí y aprendí un montón.
No es lo mismo hacer canciones para que se escuchen que llevar un tema para ganar un concurso. ¿Cómo vivió que fuera una competición?
¿Sabes que yo me di cuenta que estaba compitiendo cuando ya estaba sentada? Tenía tantas cosas en la cabeza, el mal show. De repente veo que me enfocan la cara mientras salían los votos, empiezo a verlos y a saber que estaba abajo y lo encontré horrible [ríe]. Obviamente si estás ganando debe ser espectacular, pero cuando estás abajo es una humillación. No sé cómo lo hace la gente de Operación Triunfo. No me había preparado para ese momento. Hay que tener útero para estar ahí. Pero igualmente lo volvería a repetir. No me lo tomé tan a pecho. Fue un juego de ir a dar lo mejor posible y saber que no todo depende de ti. Hay muchos factores. No es solamente la canción y tú como artista.
¿Cómo vivió ser de fuera y presentarse a un concurso para representar a España en Eurovisión?
Expectante. Y también se generaba el diálogo de: “¿Son racistas los españoles o no?”. Me llamó la atención el tema de las comunidades autónomas. Que seas de otro país es un factor, pero no el principal. Eurovisión es un tipo de música, la gente que vota está ahí y si siente que les vas a representar, te votan.
¿Considera que es un festival diverso?
Sí.
La victoria de Ucrania abrió el debate sobre hasta qué punto el festival se tiene que postular a nivel político. ¿Está bien que se politice o se despolitice?
Las dos están bien. Chanel también puede ser política. Querer que la gente desconecte del momento muy tenso que vivimos lo es. Al estar en un escenario, estás comunicando. Me parece bien que se politice porque la gente tiene que tomar conciencia, pensar, analizar. Es muy complejo lo que se está viviendo hoy en día. Eurovisión se hizo después de la guerra para animar a los europeos. Es necesario y natural que se elija a Ucrania porque la gente está conectada con las noticias y con la cultura.
¿La música es importante en un contexto como el actual?
Es muy importante que los artistas estemos no necesariamente hablando de política, pero sí informados y entregándole a la gente un lugar de confort. Hay que ser consciente de ello.
Al componer sus canciones, ¿qué espera que genere su escucha?
Que sea acogedora. La música es una ceremonia y uno de los pocos sitios que nos van quedando como humanidad para protegernos. Primero compongo para mi y lo que siento, y después voy dándome cuenta de que para la gente es importante también.
Más allá de Nocturna, ¿hay algún otro tipo de música que quiera explorar?
Tengo ganas de producir a otras personas, retirarme de mi parte diva y estar a la merced otros. También estoy ya empezando otro disco.
¿Es el terreno de la producción musical todavía hostil para las mujeres?
Hay pocas productoras mujeres en los estudios de música. Es un ambiente muy de tíos. Recuerdo que hubo un momento que si entraba a un estudio y osaba tocar o mover una tecla era como “¿una mujer tocando eso? No puede ser”. Ahora ha cambiado mucho. He hecho cursos de sonido y soy la única chica. Eso tiene que ver con esta cosa de “el hombre a la tecnología y la mujer como algo más soñador, que escribe poesía”.