Nat trabaja como traductora y acaba de llegar a La Escapa, un pequeño núcleo rural alejado de todo en el que intenta reconstruir su vida. Ha alquilado una vieja casa que parece caerse a trozos, y su rehabilitación requiere de todo su esfuerzo.
Su casero no va a prestarle ayuda alguna. Considera que ella alquiló la casa sabiendo su estado y que es su responsabilidad arreglar hasta el más mínimo detalle. Pero, por deferencia, le regala un perro arisco y miedoso al que Nat empieza a llamar Sieso. Juntos, la joven y el sabueso, tendrán que adaptarse a su nueva vida.
Sara Mesa vuelve a las librerías con Un amor (Anagrama): una novela extraña y, a su modo, fascinante por sus capacidad para atrapar al lector sin misterio alguno. También por su cautivadora habilidad para captar una violencia que (casi) nunca es física, pero que somete a sus personajes a situaciones por todos reconocibles en su aplastante cotidianidad.
Un perro y una mujer en un pueblo
“Es imposible decir de dónde nace exactamente la idea de un libro, es una mezcla de ideas más bien, de imágenes, temas que me rondan desde hace tiempo y que ya he tratado, desde otros ángulos, en otros libros”, explica Sara Mesa en una entrevista concedida a elDiario.es. “La protagonista reúne características propias de otros personajes femeninos míos: tendencia a la sumisión y la obediencia junto con un fuerte inconformismo interior y una rebeldía no bien canalizada”.
Dos años después de Cara de pan, la escritora vuelve con una novela igualmente indefinible y hábil en su capacidad para evitar las sinopsis fáciles y encajes de género perezosos. Una indefinición que cultiva desde Cuatro por cuatro, finalista del Premio Herralde de Novela en 2012, y que bien se puede rastrear perfectamente en novelas como Cicatriz o libros de relatos como Mala letra. Todos publicados por Anagrama.
Un amor, además, tiende un puente interesante con la obra Planeta equivocado, en la que Mesa narraba la historia de una mujer que escribe un diario sobre sus días en Vado, una ciudad amenazada por la despoblación y el abandono. Una mujer que un buen día encontraba a un perro abandonado.
“No había pensado en las relaciones con Planeta equivocado, un relato largo que escribí hace bastantes años, pero desde luego el perro abandonado es una constante: sale en Un incendio invisible, en Cicatriz…”, explica la escritora. “El perro es central en el libro, aparece desde las primeras páginas y su papel es relevante hasta el final. No solo representa un proyecto frustrado (uno más de los de Nat), sino que recibe el peso de los prejuicios, una condena previa… Y esto también es un tema que me interesa mucho: el del linchamiento”.
El peso de la comunidad sobre el individuo
Sobre Nat, como sobre Sieso, pronto se empiezan a tejer todo tipo de prejuicios entre susurros. La Escapa no es hostil con la joven traductora, pero tampoco la recibe con los brazos abiertos. A su manera, desconfían de ella por ser mujer y aparentemente libre.
Sin embargo, Mesa insiste en que no ha recurrido a narrar lo rural como mero apéndice ni decorado para su historia. “Habría que precisar que yo en ningún momento digo que la historia ocurra en España, no busco esa concreción del paisaje porque lo que me interesaba en este libro era hacer un retrato del peso abusivo de la comunidad sobre el individuo, y esto es aplicable a mil situaciones y lugares como poco”.
Según la escritora, “lo que ocurre es que inevitablemente mi mirada está impregnada de los paisajes que conozco, aquellos en los que me he criado, vivo o visito normalmente y aquí, obviamente, se filtra el sur. Pero, de verdad, no he pretendido hacer un relato del mundo rural, sería una osadía por mi parte dado que no lo conozco en profundidad”.
En las novelas de Sara Mesa el miedo se filtra en los afectos como un virus. La incomunicación, las dificultades para expresar sentimientos cuyo titular, en ocasiones, los padece más que los comprende, vertebran una parte importante de su imaginario.
La relación de Sonia con Knut en Cicatriz, la de Viejo con Cara de pan en la novela homónima y ahora la de Nat con un vecino al que todos conocen como 'el alemán', y que ni siquiera es del país germano.
“Pienso que es algo de carácter más abstracto o, si quieres, existencial: las relaciones entre personas muy diferentes y cómo el lenguaje más que unir, a veces, separa”, describe la novelista. “El alemán', que ni siquiera es alemán, carece de ironía: lo que se dice es lo que es, se limita a la lectura literal de los hechos, no interpreta, evita las lecturas complejas. Nat, por su parte, representa justo lo contrario: si aspira a ser traductora es porque sabe que los textos apuntan a montones de direcciones diferentes, de interpretaciones, no son nada en sí mismos”.
Las interpretaciones posibles para Un amor, esta última novela de Sara Mesa, también apuntan hacia múltiples direcciones. Pero todas las señales que nos llevan hasta una conclusión tajante se nos presentan difícilmente descifrables. Su prosa se expresa con la inquietud con que se plantean dudas, no con el sosiego de resolverlas. Y por eso, Un amor se resuelve como una novela fascinante.