“Instrucciones de uso: leer los cuentos en orden y no más de dos seguidos”. Con este apunte acompaña Carlota Gurt el índice de su libro Biografía del fuego (Libros del Asteroide), un compendio de 15 historias que ha escrito –y ordenado– con la destrucción y sus posibilidades de creación como eje que resuena en todos sus textos. Por ellos desfilan pájaros, héroes de la ansiedad, esclavos del amor, parejas incipientes y tardías, madres ausentes, personajes aterrados, entusiastas, enamorados y eufóricos que se enfrentan a la incertidumbre de la vida lo mejor que pueden, sabiendo que el error está siempre esperando con los brazos abiertos a postularse como la mejor alternativa. Y lo cierto es que muchas veces lo es.
“La gente lee mal los cuentos. Muchas personas les tienen manía, que cogen un libro y se leen cinco o seis como si fueran una novela. Y si haces eso, no tienes tiempo de procesar todos los personajes, los mezclas. Yendo a clubes de lectura, me di cuenta de que la gente lee vorazmente y añadí las instrucciones para ver si me hacían caso”, explica la autora a este periódico. No es su primer volumen de estas características. En 2019 publicó Cabalgar toda la noche, por el que obtuvo el Premio Mercè Rodoreda. Dos años después lanzó su hasta ahora única novela, Sola.
La igualmente traductora catalana explora en sus historias “el naufragio vital”, que está enlazado con el título del ejemplar, Biografía del fuego, que también pudo haber sido Todos llevamos a un pirómano dentro. “En la vida hay unos incendios a través de los cuales vas renaciendo”, cuenta sobre una coyuntura constante en la que “la catástrofe está a la vuelta de la esquina”.
Gurt lo defiende en uno de sus textos, y también durante esta entrevista: “Destruir es una manera de crear. La incertidumbre que viene después de la catástrofe es terrorífica y a la vez un mundo lleno de posibilidades en el que pueden ocurrir cosas preciosas. Esa es la gracia de la vida”. Y es que la autora es partidaria de saber abrazar las ventajas de los grandes cambios que se presentan en la vida pese a que, a priori, amenacen con desmontarla. “Al fin y al cabo, ¿para qué se montan las cosas? Para desmontarlas, por supuesto. Ikea como filosofía de vida”, plantea el protagonista del cuento Hokkaido; nombre que pertenece a una isla montañosa de Japón cuyas poblaciones están mal comunicadas.
Uno de los primeros personajes que aparecen en el libro es una mujer que, tras abandonar a su novio, decide hacer autostop. Otra pareja la recoge y, durante su conversación, les reconoce que al hablar de su vida sentimental le sale su “vena teatral”. Ellos le preguntan si es actriz. “No, no. Solo soy la dramaturga de mi vida. Con esto ya tengo suficiente: un estreno cada día”, replica.
La certeza de que todo se va a reproducir con el mismo ritmo, personas y rutinas nos convierte en especie de robots, que es para lo que estamos programados
La autora expone que esta respuesta atiende a un estímulo puramente humano: “Da tanta angustia plantearse que cada día es un estreno que preferimos pensar que estamos representando la misma obra porque es tranquilizador. La certeza de que todo se va a reproducir con el mismo ritmo, personas y rutinas nos convierte en especie de robots, que es para lo que estamos programados. Y al hacerlo, perdemos la libertad que nos da el poder hacer lo que queramos. El abanico de posibilidades nos da miedo, la rutina nos da tranquilidad”.
La escritora valora: “Nos contamos cuentos para que la vida sea más llevadera, más apacible, menos amenazadora”. Consciente de que la incertidumbre es algo que nos va a rodear constantemente, reivindica la necesidad de “abrazarla, en lo bueno y en lo malo”. “Si no, te quedas en una prisión que te pones a ti mismo”, asegura para justificar al mismo tiempo por qué ha decidido incluir finales abiertos a muchas de las historias que componen su libro, consciente de que hay gente a la que este planteamiento le molesta e incomoda.
Tendemos esta obsesión de buscar en la literatura unas certezas que la vida no tiene
“Tendemos esta obsesión de buscar en la literatura unas certezas que la vida no tiene”, apunta. De hecho, critica a quienes, por ello mismo, optan incluso por empezar leyéndose los finales. Para explicarlo, acude a uno de sus recursos más preciados y ensalzados, la metáfora: “Es como la gente que come muy rápido. La comida la saboreas mientras la tienes en la boca, al tragar dejas de sentir el sabor. Si te gusta mucho algo, no seas tan ansioso: aprovecha cada bocado”.
Desmontar relatos construidos
En los cuentos de Biografía del fuego convive un universo de personajes masculinos y femeninos, que entrelazan sus reflexiones, pareceres, inquietudes, intereses y miedos. A la hora de crearlos, la escritora reconoce que tiene “odio a la convención”, de cuyos tentáculos es complicado escapar: “A veces la repito y no me doy cuenta porque la convención está tan grabada que la tienes metida en la cabeza como algo que se te pudre por dentro”.
“Hay una cierta idea estereotipada de lo que somos los hombres y las mujeres, que se basa en los personajes masculinos y femeninos que hemos leído. Esto me molesta bastante”, expone al defender que en realidad existen numerosas similitudes entre ambos sexos. Eso sí, es consciente de la razón que lo motiva: el haber sido “escritos mayoritariamente por hombres”.
Un contexto con unas consecuencias determinadas: “La narrativa sobre cómo son las mujeres es un relato construido por hombres. Y al final, cuando las mujeres nos ponemos a escribir, no somos así. Incluso nosotras de tanto leernos así, acabamos creyéndonos que somos así. Hay una perversión. Está bien intentar escribir cómo es el mundo y no cómo nos han contado que es el mundo”.
Está bien intentar escribir cómo es el mundo y no cómo nos han contado que es el mundo
Ejemplo de ello, la descripción que se hace en el volumen sobre los pies: “Ese par de villanos que nos obligan a estar en contacto con el mundo mientras el resto del cuerpo evoluciona en el aire”. La relación que cada persona establece con ellos está atravesada por el género. “Las mujeres los intentan disfrazar: pintándose las garras de colores estridentes, depilándose los pelos, limándose los callos. Pero cuando algo es feo, es feo. La mayoría de los hombres ni lo intenta: a ellos se les enseña a convivir con la propia fealdad y a compensarla exigiendo belleza a los demás”, escribe.
El amor como dinamita
Las parejas que componen los distintos cuentos se encuentran en momentos muy diferentes. Las hay que comparten su Nochevieja, que se reencuentran, encuentran e incluso pierden. Gurt disecciona el enamoramiento, defendiendo que lejos de ser algo frágil, “hacen falta toneladas de dinamita para cargárselo”.
“Cuando estás enamorado, es algo que se te lleva, que está por encima de ti. Como una fuerza que te arrolla totalmente y no tienes control sobre ella. El enamoramiento no deja de ser un estado de intoxicación total. Avanzas a ciegas hacia algo que es un abismo”, afirma.
Y en todo este proceso, el sexo se erige como elemento fundamental y omnipresente; y por ello que está presente en varias de las historias. “El sexo es muy importante para el libre fluir de las hormonas. Las parejas que no tienen acaban llegando a la conclusión de que hay algo que no fluye. Están como agarrotados. El orgasmo no deja de ser una especie de higiene mental, es como lavarse los dientes. Algo fisiológico que va más allá de las leyendas o del amor”.
En caso de que las relaciones acaben terminando, como le ocurre a algunos de sus protagonistas, Gurt sitúa al lector frente a la gestión de qué implica una separación cuando se tienen hijos. Casos que considera que son “delicados porque te obligan a seguir viéndote con tu expareja”. “Es un sitio incómodo, en cualquier divorcio, porque no hay ninguna versión que sea válida”, lamenta. Y destaca cómo en ocasiones, en especial cuando los hijos son pequeños, se añade la dificultad de tener que responder a numerosas preguntas de quienes están descubriendo cómo funciona un mundo en el que el hecho de que tus padres se separen no es necesariamente 'la norma'.
El orgasmo no deja de ser una especie de higiene mental, es como lavarse los dientes. Algo fisiológico que más allá de las leyendas o del amor
La escritora, que no por ello ha impregnado de dramatismo sus textos, sostiene que los divorcios son procesos “traumáticos” para todas las partes implicadas. “Se banalizan mucho”, lamenta sobre cómo al apoyar que se lleven a cabo, a veces se olvida que por mucho que puedan ser la 'mejor solución', no implican que no sea complicado: “Es doloroso, como si te amputaran un trozo de ti”.