La semana pasada se estrenó en el teatro el montaje de la gran novela de la autora catalana Mercè Rodoreda, La plaça del diamant, dirigido por Carlota Subirós e interpretada por once mujeres. Un nuevo acercamiento a la obra de esta barcelonesa universal donde no se representa la historia de la novela, sino que estas actrices de diferentes registros y procedencias se apropian de la voz de Natalia, de esa Colometa que Sílvia Munt instaló en el imaginario popular en la conocida serie de los años 80. Rodoreda muta en el siglo XXI.
Además, el Teatre Nacional de Catalunya (TNC) estrenará a finales de mes, Flores y viajes, un montaje de los ya veteranos performers sonoros Cabo San Roque en torno a la colección de relatos de la autora Viatges y flors sobre el exilio y la guerra. Contará en escena con refugiadas de la guerra de Ucrania y con la bailaora Rocío Molina. El Nacional además presenta la exposición Rodoreda, mirall de llengües, donde se muestran las diversas traducciones que ha tenido esta novela a más de 30 lenguas.
La literatura de esta mujer nacida a principios del siglo pasado está viviendo un descubrimiento entre los lectores más jóvenes. Figura y obra se resignifican. Además de ser una de las grandes defensoras de la lengua catalana, hoy también se valora su voz feminista, su lucha por vivir del modo que quería y el repudio social que eso mismo le supuso. “Sin duda, la manera como leemos a Rodoreda ha cambiado”, indica la ganadora del Premio Mercè Rodoreda de cuentos y narraciones en 2019 por su libro Cavalcarem tota la nit, Carlota Gurt. “Siempre había predominado un discurso sobre su literatura en el que resaltaba la parte más ”femenina“ (en el sentido ofensivo de la palabra, diría yo) o los elementos más cursis, que puede tenerlos en ocasiones, pero que a menudo esconden algo mucho más turbio”, explica.
“Ahora sin duda, se la lee desde otro ángulo: una pionera que se inscribe plenamente en la literatura europea de su momento. Además, tras descubrir su biografía, antes más o menos oculta, su obra se lee también desde otra perspectiva. Con el tiempo se ha empezado a reivindicar a Rodoreda con todo lo que es, de ahí que esté plenamente vigente y continúe siendo un referente para la literatura catalana”, explica Gurt que en última instancia cree que la vigencia de su obra se debe a la calidad de su prosa, “a esa endemoniada capacidad de decir barbaridades con las frases más aparentemente simples”, concluye.
A su vez la directora del TNC, Carme Portaceli, que viene de estrenar a su vez la obra de Almudena Grandes La madre de Frankenstein en el Centro Dramático Nacional, afirma que abordar el comienzo de la temporada del teatro con tres trabajos sobre Rodoreda es “un derecho y una obligación” que tiene “como directora del TNC”. Y lo hemos intentado hacer dando el suficiente contexto para saber de la importancia de su literatura, del momento histórico donde surge. Hay que saber por qué Rodoreda se exilia, cómo se pierde la vida cultural en la que ella estaba inmersa en la Catalunya de los años 30, donde convivían la edición de textos en catalán y castellano, por ejemplo. Queríamos hacer una Plaza del Diamante del siglo XXI, por eso se lo encargué a Subirós“, argumenta.
Una Colometa polifónica y diversa
A su vez Carlos Subirós, al igual que Girot, afirma que “hemos tenido que redescubrir a Rodoreda, salir de esa visión deformada de la ancianita de pelo blanco, una imagen edulcorada y totalmente falsa que cuando era joven no me hizo interesarme por ella”, explica esta directora que ya en el año 2008 dirigió Rodoreda. Retrat imaginari.
Subirós recuerda que cuando le llamaron Portaceli y Cesc Casadesús, director del Festival GREC donde se estrenó este verano el montaje en su versión al aire libre, en un principio tuvo que pensárselo, “la propuesta era para el gran teatro del GREC y para la sala grande del TNC. Al principio me entraron dudas, la novela habla de una vida pequeña y oprimida. Parecía que el proyecto demandaba un teatro más épico”, recuerda la directora. Aunque reconoce que pronto, junto con Ferran Dordal, con quien ha hecho la adaptación vieron que no podían ni querían representar la obra, recrear teatralmente la novela y tener que reescribirla por completo: “La novela es un soliloquio continuado de Natàlia, lo que ella piensa y lo que ella ve, desde un comienzo vimos que no tenía sentido escenificar cada pasaje, cada personaje”, argumenta.
Y, por otro lado, estaba la palabra de Rodoreda. “Era imposible reescribir la profundidad de la escritura de la autora, cada palabra del libro es una joya, había que mantener esa voz propia de Natàlia”, explica, “ahí llegó la segunda consecuencia, no queríamos que recayese sobre una actriz la responsabilidad de ser la Colometa del siglo XXI, quisimos desde la contemporaneidad buscar la multiplicidad y diversidad, no queríamos encarnar el personaje sino que resonase en muchas mujeres”.
Además, Subirós argumenta que si bien sigue muy presente la imagen de Sílvia Munt en el papel de Natàlia, en la novela no hay ni una sola línea que la describa físicamente. “No sabemos cómo es Natàlia, por eso nos pareció muy bonita que pudiera resonar en cuerpos tan distintos, voces de diferentes generaciones”, explica sobre esta obra donde la Colometa está interpretada por Lurdes Barba, Màrcia Cisteró, Montse Esteve, Paula Jornet, Vicenta N'Dongo, Neus Pàmies, Anna Pérez Moya, Alba Pujol, Vanessa Segura y Yolanda Sey.
Un planteamiento que fue conformando toda la puesta en escena. El espacio vacío que recuerda en cierta medida a la propia plaza del barrio de Gràcia, se irá completando con los enseres descritos por la propia Colometa tan vitales en la novela, “el escenario funciona como una instalación que se va llenando de objetos, es el espacio mental de la propia Natàlia, toda la novela es un recuerdo marcado por los objetos, sillas, una balanza, muñecas y demás objetos que van transformándose en símbolos y conformando una naturaleza muerta, un bodegón”, explica Subirós. El último elemento es la música en directo, muy presente en la obra y que corre a cargo de Clara Aguilar. “El espacio sonoro, el trabajo de Clara y de las voces de las actrices ha sido otro de los vértices del montaje, hemos trabajado tratando al teatro como una caja de resonancia que acabe resonando en cada espectador”, concluye.
La historia de Rodoreda con el teatro comienza cuando en 1987 el director Calixto Bieito estrenó L’estació de les Dàlies. Durante los años 90 su teatro, menos conocido, fue estrenado por, en ese momento, el incipiente teatro público catalán: Mario Gas hizo La señora Florentina en 1993, Bieito repitió en 1993 con Un día, y en 1999 el propio Teatre Nacional, El maniquí. Pero no fue hasta el siglo XXI que se acometió la primera adaptación teatral de La plaça del diamant. El primero en hacerlo fue Joan Ollé en 2003, en forma de monólogo interpretado por Mercedes Sampietro. Al año siguiente, Ollé de nuevo estrenó la pieza pero ya como la primera gran producción teatral de la novela. Aunque nunca cejó en volver sobre ella: en 2008 lo haría con un formato unipersonal, con Ana Belén en el Teatro Español, espacio en el que repetiría cinco años después, pero en esta ocasión nada menos que con Lolita Flores.
En el 2008, llegó el primer montaje en el TNC, una gran versión del autor Josep Maria Benet i Jornet dirigida por Toni Casares. La última propuesta antes del estreno que nos ocupa fue acometida por Paco Mir en el Teatro Victoria hace cuatro años. Carlota Subirós, sin embargo, ha decidido darle la vuelta al calcetín, suprimir la recreación teatral y trabajar por y sobre la palabra de Rodoreda. Una operación inteligente y que ilustra a la perfección la capacidad y virtud de esta creadora, promesa y presente del mejor teatro catalán.
Con el Teatre Lliure entre ceja y ceja
Desde que Carlota Subirós creó una de las compañías más relevantes del teatro catalán del siglo XXI, La Perla 29, ha ido conformando un mismo equipo con el que trabaja en armonía y continuidad. Hoy, ya separada de esa compañía, Subirós continúa fiel a sus colaboradores. En los últimos diez años, ha estrenado en el TNC obras cada dos años de Tennessee Williams y de Ángel Guimerà. “Siempre fueron encargos, tanto en la etapa de Xavier Alberti como ahora con Portaceli. Ambos me conocen y me han ido proponiendo montajes que sabían que podían encajar”, explica esta directora que tiene el otro pie en el Teatre Lliure, donde ha estrenado obras muy recordadas de Wallace Shawn, Antón Chéjov o Doris Lessing.
Subirós está cortada por un patrón teatral muy propio del Teatre Lliure, espacio que desde su creación basó su apuesta en un teatro de creación sobre el repertorio contemporáneo. Es más, bajo la dirección de Àlex Rigola, Subirós estuvo durante muchos años en el equipo de dirección artística. Ya intentó dirigir el Teatre Lliure en el año 2010 cuando finalmente fue Lluís Pasqual quien volvió a tomar esa responsabilidad. Lo intentó de nuevo cuando Pasqual dimitió en 2019, pero en esa ocasión fue Juan Carlos Martel quien obtuvo la plaza, aunque el pasado mes de abril anunció que no deseaba prolongar su contrato, el cual finaliza en diciembre, argumentando que no se daban las “condiciones necesarias”, sin mayor explicación. El patronato de la Fundación del Teatre Lliure ha convocado un concurso para que en enero haya ya un nuevo director.
Carlota Subirós suena en todas las quinielas, frente a nombres como Lluís Homar, hoy director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, o Borja Sitjà, antiguo director del Festival Grec. Pocas personas de su generación tienen el ADN del Lliure tan metido en las venas como Subirós y, si fuera ella la elegida, se convertiría en la primera mujer en dirigirlo. Al preguntar a Subirós si ha presentado candidatura, responde: “No quiero hablar de este tema porque es muy delicado, es muy importante para el teatro de Catalunya, el Teatre Lliure es un teatro hermoso y un referente. Creo que es importante proteger este momento y no quiero intervenir de ningún modo”.
Carme Portaceli, más veterana, y gran conocedora de los entresijos de este teatro donde creció como directora, no tiene remedos en hablar de una manera directa. “Ahora me dicen que estoy en la cima porque dirijo el TNC, pero cuántos años me ha pasado picando piedra. Ser mujer en esta profesión, como en tantas otras, no es fácil, se te valora poco y tarde”, argumenta para luego afirmar que “no hay que fiarse de las quinielas”. “Yo siempre soné para dirigir el Teatre Lliure, cuando entraba allí había ya una broma instaurada, todos decían con bastante retranca 'ahí viene la directora'. Nunca lo fui. A mí me encanta Carlota Subirós, pero hay otros nombres que resuenan que me crean mayor inquietud. Inquietud porque es lo de siempre, hay mucho señoro ahí metido”, confiesa. Preguntado el Teatre Lliure por este medio acerca del número de candidaturas presentadas, ha declinado ofrecer esta información para “salvaguardar el proceso de selección”. El proceso se dirimirá en breve y el 11 de octubre se publicará el fallo, momento en el que se podrá proyectar el futuro inmediato de esta institución catalana.