En junio de 2009 salió a la venta El tiempo entre costuras de la hasta entonces desconocida María Dueñas. Ni la fecha de publicación –ni Feria del Libro ni navidades- ni la autora, una profesora de Universidad, presagiaban que aquella novela sobre una modista en la posguerra iba a convertirse en el bombazo que fue. Y, sin embargo, en pocos meses las ventas comenzaron a subir de forma imparable. Pronto alcanzó el medio millón de ejemplares; después el millón. A día de hoy ha superado el millón y medio, se ha rodado una serie homónima e incluso la segunda novela de Dueñas, Misión olvido, ha alcanzado los 100.000 ejemplares vendidos, según fuentes de la editorial Temas de Hoy.
En una época en la que la media de libros vendidos está en los 3.000, en la que han desaparecido los megasellers tipo Millenium –si exceptuamos 50 sombras de Grey- y las editoriales lloran por el batacazo en las ventas (un 10.9% menos con respecto a 2012), la hazaña de Dueñas resulta heroica.
De ahí que hayan surgido todo tipo de teorías sobre el éxito de una novela que, a grandes rasgos, reúne temas tan atávicos como el amor, la superación, el miedo, su antagónica valentía y una pizquita de Historia de España, que siempre suena interesante. Y todas las aventuras, blancas y sin demasiado afán provocador –ya quisieran revivir las tesituras que planteaba Antonio Gala en novelas como La pasión turca- protagonizadas por una mujer.
Entre los premios Planeta y Nadal
Entre los premios Planeta y NadalSiguiendo este planteamiento, no parece extraño que en los últimos años una editorial mastodóntica como Planeta, que guarda el triunfo de Dueñas, haya intentado rociar el mercado con una tanda de novelas, escritas por mujeres, que posean todos estos elementos.
El último ha sido La vida era eso, de Carmen Amoraga, ganadora del Premio Nadal que publica Destino (otro sello de la casa), que se suma a una lista en la también aparecen otros libros de esta autora como el precursor Algo tan parecido al amor (finalista del Nadal en 2007) y El tiempo mientras tanto (finalista del Planeta en 2010); los de Clara Sánchez, Lo que esconde tu nombre (finalista del Nadal en 2010) y El cielo ha vuelto (premio Planeta 2013), y el de Mara Torres, La vida imaginaria (finalista del Planeta en 2012).
Si la cosa anda mal, intentemos que vuelva a sonar la flauta. La ensayista Francesca Serra en su libro Las buenas chicas no leen novelas analizaba así la aparición de este tipo de novelística a partir del concepto de la pornolectora: “Detrás de todo esto hay una direccionalidad intencionada. Mientras que para los hombres la lectura está establecida como racional, pasional y de entretenimiento, para las mujeres no tiene tanta diversidad y sólo son libros dirigidos al corazón y al útero”.
La lectora como mercancía
La lectora como mercancíaEs la constatación de la lectora mercantilizada que, si bien no es una teoría que invente la rueda, sí es posible afirmar que muestra un paso más por parte de una industria ávida en atraer lectoras y no perder las que ya tiene. Con una estrategia en la que, por otra parte, se han eliminado los elementos transgresores. Está bien que parezca que estos libros lo son (y ’50 sombras de Grey’ es una trilogía paradigmática de ello) pero al final la conclusión es evidente: siempre habrá alguien para protegernos a todas de nuestros miedos. Un análisis muy del gusto de la ministra de Sanidad Ana Mato y que Walt Disney no podría haber expresado mejor.
Sin entrar en la crítica literaria, puesto que no se trata de señalar si son buenas, malas o regulares, aquí van los ingredientes de estas novelas cuantiosamente premiadas. Ahora bien, hay que señalar que algo falla. Algo parecido al amor vendió 24.000 ejemplares, y los libreros ya han avisado: “Los datos son contundentes: la mayor caída del mercado del libro se da, precisamente, en los más vendidos. Esto es una verdadera sangría para las librerías, que vemos cómo la parte más rentable de nuestro negocio, por rapidez en la venta, por facilidad de la misma, se nos escamotea”, sostenían desde la FNAC el pasado mes de diciembre.
1. La protagonista es una mujer
En todas estas novelas la protagonista es una mujer, mayoritariamente a finales de la veintena o en la treintena, llegando a los cuarenta. Son trabajadoras cualificadas, normalmente con estudios, y si no, no son aquellas que se han quedado en su casa, sino que han salido a la calle a bregar con todos los obstáculos posibles. La percepción es que son chicas inteligentes y avispadas que, en algún momento, tuvieron una crisis, un ‘palazo’ que ha dado lugar a la trama de la novela en cuestión. ¿Qué lectora no se sentiría identificada con este perfil?
2. La superación, el dolor y el miedo
Si las protagonistas se han llevado un buen palo, hay que superarlo. Y ellas van a poder con eso y mucho más. Porque nuestra sociedad no va de débiles, es más, los expulsa. La vulnerabilidad está mal vista. Por ejemplo, en La vida era eso, la propia Carmen Amoraga manifestaba que era “una novela de pérdida y superación”, en este caso de un duelo.
La historia de Sira Quiroga también se escudaba en los avatares a los que se enfrenta la modista. Y en una novela anterior de Amoraga, El tiempo mientras tanto, se sucedía un accidente. En El cielo ha vuelto, de Clara Sánchez, estamos ante una chica con mucha desconfianza, temerosa en un principio. Lo mismo sucede en La vida imaginaria, de Mara Torres: una mujer tiene que empezar a revivir después de que su novio le haya dejado. La protagonista aparece así perfilada como una mujer que tiene que aprender a desprenderse de sus miedos. ¿Y por qué tenemos que empezar siempre algo nuevo y demostrar que somos fuertes y valientes?
3. Amor romántico, nada de sexo (de verdad)
Si en los noventa Antonio Gala metía a una mujer en un autobús turístico a tener sexo desenfrenado con un guía turco con el que después se obsesiona, ahora parece que la mujer piensa más en ese príncipe azul que la invite a cenar y a ver si después pasa algo, empieza a hacer volar su imaginación y recrea la idea de amor romántico.
En estos libros el tema del sexo puede quedar para conversaciones picantonas- perdón por el término- entre amigas, pero no hay mucho sobre lo que es la sensación en sí. En Algo tan parecido al amor, de Amoraga, son precisamente varias mujeres las que sueñan con el sentimiento, con aquello que les dé un vuelco: un romance.
4. Un poquito de Historia
Posiblemente uno de los hallazgos de El tiempo entre costuras fuera su contexto histórico: la era del Protectorado de Marruecos con toda su trama de espías. Esta cuestión permitía salir un poco del argumento sentimentaloide y darle caché. Clara Sánchez hizo lo propio con Lo que esconde tu nombre, en la que aparecía una segunda subtrama sobre criminales nazis en el campo de concentración de Mauthausen. En otros casos, la autora juega con la contemporaneidad: el presente de las redes sociales y la mensajería instantánea. Con estas herramientas ha hilvanado Carmen Amoraga su último libro. Ahora habrá que ver cómo funciona entre los lectores.