“Tenéis siete minutos para cada presentación y otros dos para que el público haga preguntas. Cuando os falte uno, mi compañero os hará una señal y, si alcanzáis los siete, sonará una pequeña alarma”. Podrían parecer las instrucciones de una prueba de los Juegos del Hambre o incluso del Grand Prix. Pero no. Son las directrices que debían seguir los participantes de las sesiones pitching de Rodando Páginas, del libro a las pantallas, un proyecto que busca generar sinergias entre los sectores editorial y audiovisual para facilitar las posibilidades de adaptación de obras literarias al cine y la televisión.
La iniciativa ha celebrado su sexta edición esta semana, dentro del marco de la Feria del Libro de Madrid, en la que los autores de los 16 ejemplares seleccionados –de un total de 140 que se postularon– presentaron sus proyectos ante productores buscando una segunda vida a sus títulos. El evento, que ha durado dos jornadas, ha incluido otras actividades como encuentros, mesas redondas y la proyección de El comensal, largometraje que surgió de una edición previa.
Las citadas sesiones fueron el punto de partida este miércoles. En ellas hubo quien incluyó imágenes de su propia infancia para acompañar sus palabras, quien cantó por Camilo Sesto, quien pidió a los asistentes cerrar los ojos para visualizar mejor su relato y hasta quien mostró un vídeo de las fiestas de su pueblo. “Rafael Azcona diferenciaba entre los guionistas que aspiraban a ser directores y los que aspiraban a ser escritores. Él decía que era un novelista frustrado. Este evento aúna esas dos ideas”, pronunció en el inicio del evento Virginia Yagüe, presidenta de DAMA, una de las entidades que apoyan el proyecto organizado por la Asociación Madrileña Audiovisual (AMA) y la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE).
La novela de Nuria M. Deaño Me llamaré Silver Stardust fue la encargada de romper el hielo. Su agente literario, Roberto Domínguez, fue quien habló de esta historia sobre un chico que vive una infancia aparentemente ideal tras la muerte de Franco en 1976 y, veinte años después, se pasa el día en cundas tratando de conseguir heroína. Hay saltos temporales, violencia machista y un trasfondo que busca mostrar qué pasó con los hijos de una generación que consiguió ascenso social para que acabaran enganchados a las drogas.
La siguiente en coger el micrófono fue Gema del Castillo, que habló sobre su libro Dama de pueblo, que en tono de comedia dramática ahonda en la tradición de las ferias de Andalucía. La autora llegó con una primera versión de guion de película que ha escrito durante sus estudios de guion en la ECAM. El siguiente fue el editor Jose Casanovas, que defendió Las Revanchas, de Ángel García Roldán, que tiene como eje el sufrimiento de las víctimas del conflicto vasco. Y así hasta completar la lista de dieciséis presentaciones que tuvieron lugar a lo largo de todo el día.
“Ha ido bien, ¿no?”, se preguntan David Pascual y Borja Navarro al inicio de su charla con este periódico minutos después de concluir su intervención sobre Gordo de porcelana. Una mezcla entre drama y comedia delirante cuya protagonista es una treintañera creadora de una serie de animación de éxito mundial, cuya única amiga es una psiquiatra drogadicta. “Ha sido el pitch más loco que he vivido”, confiesa el primero, tras entonar Camilo Sesto. Hace un año recibió la llamada del segundo, a quien no conocía de nada, diciéndole que quería hacer una adaptación en forma de serie. Siendo ambos guionistas, apostaron por desarrollar el dosier que se acabó ganando el beneplácito de Rodando Páginas.
En su caso, se entrenaron para la limitación de tiempo enviándose mensajes de WhatsApp. “Cómo abordar un pitch es complejo desde fuera y desde dentro. Quieres que se entienda muy bien lo narrativo, y para nosotros por ejemplo era muy importante el tono. En este libro, si solo cuentas el argumento, la historia es muy dura; pero tiene un tono de comedia muy negra”, explica el escritor. “Prepararlo ha sido todo un tema. No solo sintetizarla, sino tratar de armarla para que resulte atractiva y mostrar cuáles son sus puntos fuertes”, reconocen a este medio Cecilia Abadie y Margarita García Telesca, responsables de Un virus de amor, cómo el VIH salvó mi vida. El volumen cuenta la historia real de la primera, que implica drogas y sida, que trasladan “en forma de aventura, de superación personal”.
Ambas destacan que el principal motivo por el que quieren que el ejemplar acabe en la gran o pequeña pantalla es que su mensaje llegue aún más lejos. “Lanzamos el libro en Uruguay en marzo de este año. La gente no habla mucho sobre este tema allá, pero al verlo contado desde un ángulo más nuevo, fresco y positivo se recibió muy bien. Las personas con VIH se sintieron liberadas porque están atrapadas en el secreto y estigma que todavía existe”, explica. “La 'película' del sida ha cambiado mucho en 40 años. A veces seguimos contando las mismas historias de aquellos tiempos y eso no ayuda”, suma como reivindicación. Las escritoras reconocen que, de cara a conseguir vender la novela, podrían ampliar incluso la historia con todo lo que acabó quedándose fuera del libro.
Santiago Roncagliogo, autor de Abril rojo, compara la experiencia de dar un pitch con “un examen oral, hablas para que te aprueben”. “Me he puesto más nervioso de lo normal”, confiesa igualmente. El escritor y guionista optó por que la exposición contara con fotografías que él mismo había tomado hace tiempo para apoyar su discurso. “Pensé que los productores tenían que ver los paisajes, los soldados, los ataúdes, la semana santa, las procesiones, la virgen con los siete cuchillos en el pequeño. La diferencia entre escribir libros y escribir cine o series es que los libros están hechos de palabras y las películas, de imágenes. Todo entra de modo más impactante y por eso decidí centrarme en las imágenes”, afirma.
Su novela es un thriller político que sigue al fiscal Chacaltana, un burócrata gris y solitario que regresa a su pueblo natal tras décadas de una sangrienta lucha contra el terrorismo. La investigación de un asesino en serie le revelará que la guerra no fue como le dijeron, y que él tampoco es quien cree ser. “Al ser una historia de género es muy reconocible”, valora, “habla de cosas que se han vivido en todos los países. En España la Guerra Civil está cada cinco minutos en el periódico. Las guerras no se acaban cuando dejan de dispararse, dejan marca en las sociedades”.
Literatura y cine, unidas por el mismo cordón umbilical
Mario Madueño, presidente de AMA, entidad organizadora del evento, sostiene ante este periódico que “esta segunda vida es estupenda para los libros”, entendiendo que conseguir que tu novela sea adaptada al audiovisual solo tiene ventajas. Tanto por el beneficio económico como por el reconocimiento al nombre de los autores, consiguiendo una popularidad mayor y que sus trabajos tanto previos como posteriores sean seguidos más de cerca. “Hay más espectadores que lectores”, pronuncia haciendo ver su potencial para ampliar el espectro de público.
Ahora bien, ¿qué es lo que hace que un libro sea adaptable? ¿Qué autores deberían pujar por que sus novelas tengan una nueva oportunidad más allá del papel? “Es la pregunta del millón”, reconoce. Para ser seleccionados en Rodando Páginas, los escritores envían “un documento de unas seis páginas con una sinopsis, época, personajes y tramas”. “Alguien que esté acostumbrado a trabajar con ese material y formas intuye por dónde puede ir. Lo que funciona en literatura funciona en audiovisual: el thriller, la novela histórica, las investigaciones. Lo que puede limitar la adaptación suelen ser más cosas de presupuesto”.
José Esteban Alenda, de la productora Solita Films, responsable de películas como Sin fin y El despertar de las hormigas, cree que para él lo más importante son las premisas; y que los autores demuestren que “lo que quieren contar es súper importante para ellos”. Madueño señala que las cuestiones económicas suelen ser más limitantes que las narrativas. Eso sí, dentro del panorama literario, declara que no todos los autores se enfrentan a la misma coyuntura: “Los libros de los grandes nombres salen con un acuerdo cerrado”.
A su vez, “los libros que cuentan con una carrera comercial bastante hecha hace que lleguen testados. Se sabe cómo ha funcionado, se pueden leer críticas y conocer lo que la gente ha opinado”. David Pascual, autor de Gordo de porcelana, que publicó hace ya un año, ensalza el valor de conseguir adaptaciones porque “el mundo editorial va muy rápido”. “Las editoriales grandes sacan muchas novedades, por lo que los libros mueren muy deprisa. Tienen muy poca vida a menos que tengan un pelotazo muy largo. Las pequeñas publican menos y sí los promocionan durante más tiempo. La gente que no somos muy conocida, o nuestros títulos funcionan muy rápido o es muy complicado. Estas segundas vidas no vienen mal”, expone.
José Esteban Alenda alentó sobre el buen estado de la sinergia entre cine y literatura, explicando que actualmente hay “un boom enorme”: “Las editoriales están constantemente recibiendo propuestas. Esto está muy ligado al mundo de las plataformas, que están constantemente buscando contenidos. Antes se daba mucho más en el sentido del productor hacia las editoriales, y ahora las editoriales se han encontrado con una fuente de ingresos muy interesante”.
La dispar implicación posterior de los autores
Tratar de vender una novela propia para que sea adaptada al audiovisual conlleva plantearse el grado de implicación que se espera tener después. “Hay de todo. Está el autor que también es guionista, el que aunque no lo sea quiera participar. Un guionista puede querer su espacio y que los autores no aparezcan”, describe el productor, que al mismo tiempo opina: “Abogo por que la película es algo totalmente distinto del libro. O tiene que serlo, porque es un formato y un lenguaje distinto. Los autores tienen que ser muy flexibles porque puede haber libros en los que te quedes solo con una parte. En una película tienes que ir a por lo que tengas claro y no tener miedo a perder cosas. En 90 minutos cabe lo que cabe”.
“Puedo ser útil, pero si viniera un gran director y no me quisiera en el proyecto no pasaría nada. Me hace ilusión ver el libro en palabras sea o no yo el que las escriba”, avanza Santiago Roncagliolo. Cecilia Abadie y Margarita García Telesca indican que “están abiertas a propuestas”, dentro de que están interesadas en “participar y ayudar”.
Alenda opina que, en esencia, la relación que se establece es “muy natural y sana”, lo cual demuestra “mucha madurez” por parte de los escritores, a quienes recomienda que elijan “muy bien quién va a adaptar sus novelas”. A partir de ahí: “Si estás muy atado al libro es muy difícil avanzar porque los códigos son diferentes. Por mucho que te guste y apasione el material de partida, no puede mantenerse 100%. Hay que quitarse el corsé”.