Afirma Liudmila Ulítskaya (Dablekánovo, 1943) en el discurso de recepción del premio Formentor que “a nadie le interesa ya la hazaña de leer”. La escritora rusa, exiliada en Berlín tras la invasión de Ucrania por orden del presidente ruso Vladimir Putin, observa que la lectura ya no es un elemento esencial de la vida, sino un placer opcional. Y, en ese contexto, el papel del escritor está cambiando “sin que sepamos hacia dónde irá”. “Yo misma, la mitad de las cosas que leo, las leo en el ordenador”, añade.
Un jurado reunido en la casa de José Saramago en Lanzarote, presidido por Basilio Baltasar y formado por Elide Pittarello, Marta Rebón, Gustavo Guerrero y Enric Bou otorgó el pasado mes de abril este galardón dotado con 50.000 euros a esta autora, cuyos libros publicados en España –Mentiras de mujeres, Sinceramente tuyo, Shurik, Sóniechka, Daniel Stein, intérprete– no habían tenido un excesivo predicamento. El nombre de Ulítskaya viene a sumarse así a una lista en la que destacan otros como Samuel Beckett, Jorge Luis Borges, Dacia Maraini o Saul Bellow, y más recientemente Carlos Fuentes, Javier Marías, Ricardo Piglia, Roberto Calasso, Mircea Cartarescu, Annie Ernaux o César Aira, entre otros.
La situación no permite a la ganadora desplegar demasiada alegría, pero sí reflexionar sobre ella. “Existe gente que, desde su nacimiento, por su naturaleza, tiene una gran capacidad para disfrutar la vida. Así era mi madre. Yo soy de otra manera. Toda la vida he tratado de aprender a alegrarme, de una u otra manera me alegro de ir aprendiendo a hacerlo. Es una buena tarea. Eso os deseo de corazón a todos, y que esa sensación de que la vida es maravillosa no os abandone nunca”, comentaba a los periodistas, al tiempo que aseguraba que no tiene vocación de persona pública y tiende a cohibirse, “pero recibir un premio me sienta muy bien”.
“Desde pequeña me encantaba escribir: cartas, diarios, lo que fuese”, explica en el hotel Santa Catalina de Las Palmas de Gran Canaria, donde el pasado fin de semana se han celebrado las Converses Formentor con ella como protagonista. “Cuando uno escribe, antes de poner las letras tiene que pensar, reflexionar, pillar esos pensamientos que vuelan alrededor. Actualmente, los estudiosos están analizando lo que fue escrito hace 6.000 años. La Historia de la Humanidad, de hecho, empieza en el momento en que empezó a ser escrita. Por eso llamo a todo el mundo a escribir, a escribir y a escribir. Es una actividad muy importante”, dice.
Claro que los asuntos literarios quedan estos días desplazados por la actualidad: invasión de Ucrania y la situación de su país, donde afirma que hay un importante movimiento de oposición a la guerra, con más de mil personas detenidas: “Soy una de las personas que se fue de Rusia dos días después de empezada la guerra. Debo confesar que no fue una decisión mía, se presentó en mi casa mi hijo mayor y nos dijo a mi marido y a mí: haced las maletas, nos vamos. Al mismo tiempo, para mi gran sorpresa, la vida cotidiana de Moscú todavía no ha cambiado. Los teatros están abiertos, los cines y los restaurantes están llenos, la gente vive como si no pasara nada. Pero inevitablemente esto irá empeorando. Aún recuerdo los tiempos tras la Segunda Guerra Mundial, las cartillas de racionamiento, y eso volverá a ser la actualidad de Rusia. Me preocupan mucho los amigos que todavía no se han ido de Moscú”.
La escritora, de la que Lumen acaba de editar la desenfadada novela Los alegres funerales de Alik, asegura incluso que el estalinismo está renaciendo de sus cenizas, “a través de denuncias, de llamadas secretas para delatar al vecino. Esas denuncias son algo que el Estado fomenta, e incluso paga”.
“Nadie es eterno, nadie vive para siempre, y antes o después quien gobierna el país morirá, caerá, desaparecerá y quienes vengan a sustituirlo echarán toda la mierda sobre su tumba, le culparán de todo”, prosigue. “El futuro de Rusia, de los niños que están naciendo en este momento, es lo que me preocupa. Es un campo impredecible”, cuenta.
Sin querer ejercer como oráculo, afirma que “el Estado actual no tiene recursos para mantener un ejército tan numeroso, para vestirlo, para alimentarlo… Esto puede conducir a una crisis deGobierno en sus altas esferas. Realmente, con todo este proceso de guerra se fueron de Rusia muchas personas, empezando por la élite cultural”.
“Lamentablemente, no veo un final feliz para la guerra de Ucrania. Lo único bueno que veo de todo esto, es que mientras dure este conflicto, el pueblo ucraniano puede por fin llegar a crear la nación en toda su plenitud, porque hasta ahora esta dichosa hermandad ruso-ucraniana ha ido obstaculizando este proceso”, asevera. “El imperio ruso sigue siendo muy fuerte, ya el imperio zarista y el soviético fueron y siguen siendo un opresor de los países que están bajo su influencia. No solo en la economía, también en la cultura, esa mentalidad imperial oprime a la gente que vive bajo su poder. No todo es negativo en esta situación, claro, gracias al idioma ruso la gente podía llegar a conocer la literatura universal que no estaba traducida a su lengua. Pero el conflicto entre la influencia rusa y la cultura autóctona siempre estaba presente”, dice.
Liudmila Ulítskaya, quien afirma que “no me gusta lo que ocurre en Rusia desde que nací”, y que recuerda como único momento de esperanza en su vida el inicio de la época de Gorbachov, no oculta su rencor hacia Putin: “Siempre le he relacionado con la policía secreta, que siempre ha campado a sus anchas en Rusia. En la Rusia soviética siempre ha habido dos fuerzas principales, el partido y la intelligentsia. Entre estas dos fuerzas siempre ha habido intrigas y tensiones, y hoy somos testigos de la victoria absoluta de la policía secreta. El país está gobernado por un fiel engendro de esa policía. Yo hubiera preferido que lo gobernara una persona de cualquier profesión. Aunque sea un ladrón”.