“Soy, obviamente, lo vivido, lo recordado o inventado incluyendo fracasos, sueños o costumbres”, escribe Esteban Beltrán García en la biografía incluida en su nuevo libro, Agosto 2025 (Huerga y Fierro). El autor lleva más de veinticinco años al frente de Amnistía Internacional de España, y acaba de publicar un poemario que define como “una reflexión sobre el deseo de vivir”.
La inmortalidad, la forma de recordar –o inventar– el pasado, su influencia sobre el presente y el futuro, la convivencia entre la memoria, la muerte y la inmortalidad vertebran este libro que contradice los tiempos actuales de vorágine, consumo desaforado e inmediatez. Sus páginas obligan a detenerse, a releer y, sobre todo, a pensar, a permitirse hacerlo; y a entender el deber y a la vez responsabilidad que conlleva hacerlo.
Usted defiende que nadie es inmortal, pero históricamente hubo muchos que pensaron que sí que podrían serlo convencidos, llegando incluso hasta a obsesionarse.
Unamuno es el ejemplo más grande, pero te das cuenta de que, ¿quiénes son esos inmortales? En general gente horrible. Los verdugos, a los que conozco bien, lo son. El nazismo, la prisión de Sednaya en Siria, que es espantosa y estudié, allí ahorcaron a 13.000 personas en cinco años. ¿El verdugo que sobrevive quién es? Al Asad. ¿Quién se acuerda de los nombres de los otros 13.000, o de los luchadores de la Primavera Árabe?
Tú no puedes controlar tu inmortalidad. Los tuyos te recordarán, pero de una manera de la que no podrás defenderte. No hay nada más maleable y mentiroso que un recuerdo. Te suelen recordar bien en el momento de morir, pero una vez muerto, estás en sus manos y cerebros. Y si sobrevives a los tuyos, todavía peor. La inmortalidad es incontrolable, lo que hay que intentar es vivir, cuanto más tiempo posible, mejor. Espero que los telómeros de la humanidad hagan que vivamos más años. Aunque vivir 145 tendría otros problemas, empezando por las pensiones y otras pequeñas circunstancias.
Plantea varias preguntas en torno a como podría ser el mundo en 2045, desde si liderará un enérgico gobierno de jóvenes con mentalidad de viejos a si los hospitales psiquiátricos rebosarán de suicidas y el suicidio será la primera causa de muerte en democracia. No queda tanto tiempo, ¿puede haber tanto cambio?
Esta es la parte del ensayo que más me inquieta. La tendencia es a prolongar la vida, pero en esta parte del mundo, en otra no. El problema de la esperanza de vida, es que no es una esperanza de vida en condiciones, es miserable. Si te planteas una sociedad que pueda vivir mucho tiempo, bien, y muchas veces, la muerte pierde en cierta manera su sentido. Pero todo es cada vez más desigual. La vida en España no es igual que la de Burkina Faso, pero creo que la tendencia va a ser a una sublimación de la juventud, a un edadismo cada vez mayor. Los ancianos van a ser muy ancianos y la muerte algo más marginal. Este es el camino por el que va la ciencia.
También cuestiona si la muerte seguirá siendo un negocio tan rentable y seguro. Por mucho que avance la ciencia, habrá a quien le siga interesando que exista, no ha dejado de haber conflictos armados.
Ahora mismo hay 52 guerras en el mundo. Si eso se mantiene, va a ser aún peor porque la guerra se va a convertir en un instrumento de corrección de la vida. Ahora muchas tiene que ver con el fanatismo y la ideología, pero sobre todo con intereses económicos; pero puede que en el futuro los intereses estén relacionados con la duración de la vida. Siempre va a haber muertos, pero no va a ser un negocio tan rentable.
¿Por qué no? Siempre habrá quien se enriquezca, pienso en los traficantes de armas, por ejemplo.
Sí, la guerra tiene que ver con las materias primas y el negocio del armamento, pero eso es para vidas cortas. El comerciante se forra, pero vive 70-80 años. ¿Cómo van a ser los conflictos armados cuando en una parte del mundo vivamos 140 años y en otra 80? ¿Entraremos más o menos en guerra?
¿Qué implica alargar la vida si luego pasamos los finales agonizando?
Quizás la vida no sea tanto la plenitud que queremos, sino una agonía larga. Ahora mismo lo es, pero depende. La vida larga te da posibilidades, pero también condenas.
Los años que lleva luchando por los derechos humanos en Amnistía Internacional, ¿le han convertido en una persona más optimista o pesimista?
Me ha convertido en un privilegiado por haberlo visto todo. Rousseau y Hobbes han estado en mi vida. La verdad y el demonio de las personas. También me ha hecho pensar que en realidad, la inmortalidad de mucha gente es vivir al día siguiente. Y que el deseo de vivir es increíble. Ves a la gente de Gaza, que no pude ir a ninguna parte, que no puede huir porque es bombardeada, que les están sometiendo a un genocidio. Y, sin embargo, su deseo de vivir es infinito. Nadie se entrega. La gente intenta vivir a toda costa, igual que los que salen de la prisión de Sednaya en Siria, zombis que llevan aguantando 20-30 años. El deseo de vivir es conmovedor.
La gente de Gaza, igual que los que salen de la prisión de Sednaya en Siria, quieren vivir a toda costa. Nadie se entrega. Su deseo de vivir es infinito, conmovedor. La inmortalidad de mucha gente es vivir al día siguiente
Hay quien sobrevive, y quien mata.
El deseo de vivir también se aplica al yo vivo a costa de otros a los que mata. Cuando tú ahorcas a alguien como en Sednaya o eres piloto y tiras una bomba que sabes que va a matar a cien personas en un edificio, sabes que hay un elemento de tribu que te protege, de impunidad, que para mí es el más preocupante. Cuando la tribu te hace ser uno de ellos a pesar de que estés cometiendo barbaridades. El deseo de vivir está igualmente en los verdugos, Asad se fue a Rusia porque quiere seguir viviendo con su fortuna.
Tendemos a pensar que los verdugos o maltratadores son gente horrible, monstruos, pero no dejan de ser seres humanos movidos por lo mismo. ¿Deberíamos tenerlo más presente?
Es que los verdugos, salvo en contadas ocasiones, no actúan solos. Es un concepto de grupo que, como tal, se protege. Crean un conjunto con una narrativa, un sistema, un argumentario. Es verdad que para que el concepto de verdugo se consolide, puede haber uno solitario, un tío que vaya a un colegio en Estados Unidos y mate a veinte personas; pero en general, lo que te hace ser verdugo es que puedas conseguir esa arma sin ningún problema. Es el sistema el que hace al verdugo. Por eso no quiero humanizarlos, todos tenemos una parte de Hobbes y de Rousseau, somos lobo, pero también gente estupenda; pero el verdugo no es un hombre humano y por eso reacciona de forma patológica, el verdugo es parte de un sistema que está estructurado.
Para que el concepto de verdugo se consolide, puede haber uno solitario, un tío que va a un colegio en Estados Unidos y mata a veinte personas; pero en general, lo que te hace ser verdugo es que puedas conseguir esa arma sin ningún problema. Es el sistema el que hace al verdugo
Al hablar de derechos humanos, existe la tendencia a analizar e incluso condenar lo que ocurre fuera de España, pensando que aquí estamos mejor, ¿hasta qué punto es verdad?
El gran problema de España, aparte de que hay violaciones de derechos humanos, es lo que yo llamo el cordón umbilical. Lo que une Franquismo, Transición, País Vasco, residencias y la pandemia. El cordón umbilical es la impunidad del Estado cuando comete violaciones de derechos humanos. Lo que nadie del Estado paga por lo que hizo, o casi nadie, muy poca gente. Eso es una amenaza porque en el fondo el Estado se convierte en cada vez más omnipotente y omnipresente para hacer lo que quiera; porque en el fondo, nunca responde. Sí responde por corrupción y algunas cosas, pero no por violación de derechos humanos.
Nunca ha respondido por el Franquismo, ni por todos los muertos que hubo durante la Transición, ni por las torturas en el País Vasco, ni por las residencias en Madrid y Catalunya. Esto fueron decisiones de los funcionarios del Estado que hicieron que todo esto ocurriera. Y es un cordón umbilical que ensombrece todo lo que es el pasado, pero lo más duro es que ensombrece el futuro, porque si tú no tienes verdad, justicia y reparación... Nadie investigó lo que pasó, ni siquiera el Estado exhuma él mismo las fosas. Lo hacen los familiares, las universidades, pero no el Estado. Es un proyecto muy preocupante de futuro, como país tienes que resolver ese cordón umbilical porque si no, la impunidad se va prolongando.
El Estado nunca ha respondido por el Franquismo, los muertos de la Transición, las torturas del País Vasco ni por las residencias de Madrid y Catalunya durante la pandemia
De hecho, cada vez se dan más pegados en el tiempo.
Sí. En los últimos 70 años la impunidad ha sido total, en los primeros años del Franquismo hubo miles de ejecuciones, que están documentadas. Es un problema porque todo va dirigido a palabras tótem, como reconciliación o consenso, que no sirven de nada a no ser que escondan dentro una política o un afán de esconder una política.
A nivel informativo y de discurso político, entre los bulos, las constantes referencias a ETA, incluso al 11M, parece que hay una nube de cosas en la que todo está revuelto.
Lo que está claro es que no hay que comparar las cosas. El 11M fue un atentado y los que lo cometieron respondieron ante los tribunales. No es lo mismo que el GAL, que fue el Estado, y yo hablo del Estado. Por supuesto que hemos combatido al terrorismo, pero no lo que hizo el Estado en todos estos años. En los últimos 45 años, en el mundo ha habido 60 comisiones de verdad oficiales, de países que han pasado de dictadura a democracia, o de conflicto armado a paz. En España no hay una verdad oficial de nada y eso es un problema grave para el futuro.
¿Hay manera de proteger la memoria colectiva?
La verdad colectiva tiene que ser una verdad oficial, y no hay ninguna de las dos. Por eso son tan importantes las comisiones de verdad, los juicios de Núremberg, los de Argentina de 1985. Eso es verdad colectiva y por eso a España le falta verdad colectiva como nación. La verdad individual es irresoluble, a no ser que escribas un diario, pero la verdad colectiva tiene que ser oficial, y eso es lo que le falta a España.
¿Tiene solución?
Sí. Todos los países lo han tenido. En Alemania, que lo han pasado mucho peor que nosotros, la tienen, desde 1952 estudian el nazismo en el colegio. ¿Significa eso que están a salvo de nuevo frutos del nazismo? No, porque también hay partidos que nacen y lo defienden, pero sí se convierte en una democracia militante que intenta vacunarse contra ese tipo de extremismos. Claro que tiene solución, como la ha tenido en lugares con situaciones más complejas, como en Sudáfrica, que tuvieron un Apartheid, que duró desde principios del siglo XX hasta el año 90, y han salido de ello. Pero claro, hay que tener la decisión y los principios para querer hacerlo.
¿Qué tiene que pasar en España para que exista esa voluntad?
Tiene que haber un acuerdo entre el PP y el PSOE de que la verdad, la justicia y la reparación son lo que manda en las normas internacionales; y no ser beligerante con eso. Y aceptar que la gente tiene derecho a exhumar a su gente, a conocer qué pasó con sus seres queridos, a organizar los archivos. A que haya una verdad, porque en el franquismo hubo ejecuciones y gente que colaboró. Lo más terrible de todo es que Franco tuvo su comisión de verdad, la Causa General, basada en burdos rumores, pero también datos. A partir de ahí, creó todo un sistema de reparación de sus víctimas. Los estancos y loterías fueron creados para ellas. Es importante entender que los derechos humanos no deberían tener ideología, son igual para todos.