Si alguien quiere adentrarse en el agitado y complejo siglo XIX mejor que lea a Galdós antes que un libro de Historia, por excelente que sea. La obra literaria, el ejercicio periodístico y la trayectoria política de Benito Pérez Galdós (Las Palmas, 1843-Madrid, 1920) reflejan de un modo fiel y magistral los avatares del país.
Así los monumentales Episodios nacionales, junto a grandes novelas como Fortunata y Jacinta, Misericordia o Tristana, u obras de teatro como Electra o Casandra recorren todo un siglo a través de una amplísima galería de personajes y de ambientes que convirtieron al escritor canario, pero afincado en Madrid, en uno de los más brillantes novelistas de nuestra literatura, comparado por muchos con el mismísimo Cervantes.
Ahora una extensa biografía a cargo del historiador Francisco Cánovas Sánchez, Benito Pérez Galdós. Vida, obra y compromiso (Alianza Editorial) y una exposición en la Biblioteca Nacional conmemoran el centenario del fallecimiento del escritor.
Buena prueba de la popularidad de Galdós en su tiempo la ofrecieron las decenas de miles de personas que acudieron a su entierro que, por el contrario, tan solo congregó una discreta presencia de las instituciones oficiales.
El pueblo de Madrid se volcó en la despedida de un escritor que había retratado como pocos aquella capital a la que el joven canario llegó para estudiar Derecho y que ya nunca abandonó. Pero los madrileños rendían homenaje también al diputado que había defendido desde sus ideas republicanas a las clases más humildes. La biografía de Francisco Cánovas (Orihuela, 1949), un experto en el siglo XIX que fue profesor en la Universidad Complutense y en la Miguel Hernández, reivindica esa faceta política de Galdós.
“He tratado de insertar su vida en las coordenadas de la época”, comenta el autor, “de tal manera que en Galdós su obra literaria y su experiencia vital están unidas por vasos comunicantes”. “No hay que olvidar tampoco la importancia del ejercicio del periodismo que practicó durante toda su vida por razones económicas y como oficio paralelo a la literatura”, cuenta el historiador.
“Por ello, entendemos que el periodismo influyó en Galdós a la hora de tomar el pulso ciudadano, de construir personajes que previamente dibujaba, de describir ambientes…”, reflexiona el Doctor en Historia. “Fue un periodista todoterreno que igual escribía una crónica de sucesos que una columna sobre la actualidad política o una crítica teatral. Muy observador y atento al murmullo social, Galdós tenía condiciones inmejorables para desarrollar una literatura realista”.
Un escritor brillante, pero discriminado
Sin duda alguna, el llamado Sexenio democrático (1868-1874) influyó en aquel joven literato que vio en los anhelos de libertad, democracia y federalismo del país una inmensa fuente de inspiración para sus novelas. Esta identificación con las causas populares condujo a Galdós a un escaño por los liberales en 1886, atraído por el carisma de Sagasta, y ya en su madurez a un asiento en el Congreso por la conjunción republicano-socialista en 1910.
Cuando le preguntaban al escritor por sus experiencias parlamentarias solía contestar que había podido utilizar “la sociedad española como materia novelable” o bien mostraba su convicción de que el Parlamento era un reflejo de la sociedad. “Pero los sectores más conservadores”, sostiene Cánovas, “no le perdonaron al viejo Galdós, el mejor novelista de su tiempo, que luchara por sus ideas republicanas y anticlericales”.
Según Cánovas, Galdós “mostró admiración por Pablo Iglesias [el fundador del PSOE], a quien reconocía su mérito de dirigir un partido disciplinado, y por el doctor José María Esquerdo, un psiquiatra humanista. Así las cosas, los sectores conservadores y los jesuitas impidieron que Galdós ganara el Nobel de Literatura. Aquella campaña de desprestigio de los reaccionarios boicoteó su candidatura que había sido avalada por los más prestigiosos intelectuales españoles de la época, entre ellos, Santiago Ramón y Cajal, José Echegaray o Jacinto Benavente”.
Muy leídas sus novelas por sus contemporáneos y aclamado su teatro por el público, reivindicado más tarde por la Segunda República, la estela de Galdós comenzó a apagarse con la dictadura franquista, que ignoró al escritor e incluso se permitió no celebrar el centenario de su nacimiento en 1943.
Esta discriminación llegó hasta tal punto que el autor de Los episodios nacionales pasó a ocupar un discreto lugar en el sistema educativo, en los planes de estudios de lengua y literatura. “El Galdós laico y republicano”, señala su biógrafo, “prevaleció sobre el gran escritor y hasta personajes de la cultura franquista, como Laín Entralgo, se atrevieron a restar importancia a la obra de Galdós. Afortunadamente varios intelectuales del exilio republicano difundieron su literatura en América”.
Una obra que reinventa la novela en español
En los años setenta y durante la Transición “volvió a destacarse a Galdós a partir de las aportaciones de catedráticos como Germán Gullón o José María Jover”. Precisamente Gullón figura, junto a la escritora Marta Sanz, como comisario de la exposición Benito Pérez Galdós. La verdad humana, que acoge la Biblioteca Nacional hasta el próximo 16 de febrero.
Más de 200 piezas (manuscritos, libros, fotografías, pinturas u objetos personales) que proceden tanto de instituciones públicas como de colecciones privadas integran la muestra que aborda su literatura, sus relaciones con la política, con el arte de su época y la vigencia de Galdós en la narrativa española actual. Por ello, autores de primera fila como Almudena Grandes, Antonio Muñoz Molina, Rafael Chirbes, Ignacio Martínez de Pisón o Elvira Lindo han reconocido su deuda y su admiración por el escritor canario.
Ni la biografía de Cánovas ni la exposición de la Biblioteca Nacional se olvidan de abordar los amores y las amistades de Galdós, una vida privada que el novelista guardó con mucho celo.
En su autobiografía, Memorias de un desmemoriado, apenas se refiere a sus relaciones con las mujeres o con los amigos. A pesar de ello, los comisarios de la exposición consideran que “sus amores y sus amistades están presentes en la muestra porque, en mayor o menor medida, han dejado huella en una obra que reinventa la novela escrita en español”.
Alejada del morbo o de la curiosidad malsana, la biografía de Cánovas también desvela aspectos privados de un Galdós que murió soltero, pero que tuvo cuatro relaciones amorosas de importancia que, por supuesto, influyeron en su literatura.
“En primer lugar, mantuvo una relación con la modelo Lorenza Cobián, de la que nació su única hija, María, a la que Galdós reconoció y declaró heredera”, recuerda su biógrafo. “Aunque, sin duda, su amor más completo fue Emilia Pardo Bazán, con quien compartió su pasión por la literatura y por los viajes”. Ambos escribieron sobre su ruptura en sendas novelas: Pardo Bazán en Insolación y Galdós en Realidad.
“Otra de sus parejas fue la joven actriz Concha Morell, que inspiró el personaje de Tristana. Ya al final de su vida el escritor se enamoró de Teodosia Gandarias, una maestra viuda y de gran sensibilidad literaria, a la que Galdós tuvo en alta estima”. La biografía destaca asimismo la variedad de amistades del escritor, que mantuvo lazos de afecto y complicidad con colegas tan distantes entre sí como Leopoldo Alas 'Clarín' o José María Pereda.
Recién arrancado el año del centenario de Benito Pérez Galdós, las instituciones públicas apenas se han preocupado de organizar algunas celebraciones que sirvan para divulgar su magnífica obra literaria.
Entre provisionalidades gubernamentales e indiferencia cultural es más que probable que lo que debería ser un gran año Galdós pase sin pena ni gloria. Aunque para Francisco Cánovas el centenario debería servir para impulsar un gran plan de lectura de la obra del escritor canario-madrileño. Porque, según explica, “los españoles leemos a Galdós, pero no lo suficiente”.