'Hombres blancos cabreados', un movimiento que suma adeptos a la velocidad de la ultraderecha

Francesc Miró

19 de enero de 2020 20:56 h

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Son muchos los estudios demográficos que le han hecho un traje al votante de Trump, que ya prepara su reelección para este año. El 91% de los seguidores del actual presidente son blancos. La mayoría de bajo nivel educativo, con gran presencia de hombres solteros y conservadores. Aunque un análisis del voto oculto demuestra que las mujeres blancas también jugaron un papel decisivo en su llegada hasta la Casa Blanca.

Y aún así, su victoria pilló a muchos norteamericanos desprevenidos. Entre ellos, según confiesa, al sociólogo estadounidense, escritor, divulgador y experto en estudios de género Michael Kimmel. “Subestimé la profunda ira de muchos hombres blancos estadounidenses”, afirma el también portavoz de la National Organization for Men Against Sexism.

“Cuando publiqué Hombres (blancos) cabreados en Estados Unidos, ¡el nombre de Trump ni aparecía!”, explica Michael Kimmel en una entrevista concedida a eldiario.es. Un libro que acaba de llegar actualizado a España de la mano de Barlin Libros con traducción de Daniel Esteban Sanzol. “Han pasado los años y hemos sido testigos de un dramático crecimiento de 'hombres blancos cabreados' tanto en Europa como en Estados Unidos. Necesitamos, urgentemente, entender cómo encaja la masculinidad en nuestro mundo actual”.

Hacia dónde apunta la rabia

En la sorpresa de Kimmel se podrán reconocer también muchos españoles: desde las elecciones del pasado noviembre, España dejó de ser una excepción en Europa y, por primera vez desde la reinstauración democrática, tuvo a la extrema derecha como tercera fuerza política del país. En abril de 2019 consiguieron 24 diputados. En octubre, los sondeos les daban 29 escaños... pero en las elecciones de noviembre sacaron 52. Pero, ¿tiene algo que ver el auge del partido de Abascal con la masculinidad?

En su ensayo, Kimmel afirma que la victoria de Trump y el auge de la ultraderecha en Europa ratifican su tesis. Según él existe un descontento -iracundo- y generalizado entre el varón blanco heterosexual fruto de una fusión de dos sentimientos: la superioridad y el victimismo.

“Por supuesto, existen diferencias fundamentales, pero necesitamos explorar cómo el género se vincula con estos movimientos políticos”, reflexiona el sociólogo estadounidense. “Si hablamos del apogeo de Vox en España, o la extrema derecha en Francia y Alemania, las emociones, los sentimientos son sorprendentemente parecidos: algo se ha perdido y los 'hombres blancos cabreados' se sienten castrados por el llamado 'Nanny state' [Término anglosajón referido a ”un gobierno que legisla en demasía sobre cómo las personas deberían vivir sus vidas“, según el Diccionario de Cambridge]”.

Kimmel utiliza un término de la sociología científica para explicar lo que siente el sujeto al que dedica su estudio: habla de la teoría de la 'privación relativa', según la cual no suelen ser las clases más desfavorecidas o pobres quienes inician una revolución. Suelen ser aquellos colectivos que, sean o no de clase baja, tienen algo que sienten que pueden perder, o algo por lo que luchar.

“La 'privación relativa' describe el modo en que estos grupos miran hacia arriba; hacia aquellos sectores emplazados por encima de ellos en la escala social”, explica, “las revoluciones, en este sentido, son optimistas: desean progresar”.

Sin embargo, según él, “los hombres blancos con quienes me entrevisté durante la preparación de este libro experimentan la misma 'privación relativa', solo que en lugar de mirar hacia arriba, miran siempre hacia abajo”, cuenta. El foco de sus aspiraciones -y frustraciones- se sitúa en “aquellos situados en un peldaño inferior, con respecto a los cuales el hombre blanco siempre se ha sentido -y le han enseñado a sentirse-, superior”.

Personas migrantes, personas racializadas, colectivos LGTBI, mujeres... personas frente a las cuales el hombre blanco tradicional ha aprendido, erróneamente, a sentirse superior. Kimmel afirma que este tipo de indignación y el movimiento político que las acompaña no quiere progresar: “su indignación resulta nostálgica, pesimista: tan solo intentan evitar la caída”.

Entender la rabia para combatirla

El perfil al que Kimmel describe como 'hombre blanco cabreado', ha cristalizado en Norteamérica en movimientos reaccionarios de diversa índole: los Minutemen, grupos supremacistas, el Tea Party o los Activistas proderechos del hombre estarían entre los movimientos que se han visto beneficiados por este estado de indignación.

“Muchos activistas por los derechos del hombre ven el mundo del revés: creen que EL HOMBRE es la nueva víctima de discriminación”, cuenta el escritor a eldiario.es. “Es como si todo lo que ha conseguido la mujer en términos de igualdad hubiese sido a expensas del hombre. Lo ven como un juego de suma cero, en el que si las mujeres 'ganan', los hombres 'pierden'”.

“En el libro hablo de hombres que asesinan a mujeres porque creen que la mujer es la causa de su carencias, especialmente de afecto y sexo”, cuenta. Por ejemplo, “la idea del 'incel' [abreviatura de la expresión 'involuntary celibate'] se resume en que la infelicidad de él es culpa de ella. Es un buen ejemplo de lo que llamo 'derecho agraviado': los 'incels' creen que no tienen lo que sienten que se merecen”.

¿Qué es el 'derecho agraviado', entonces? Lo que siente quien “cree que el mundo en el que vive no lo recompensa de la forma en que recompensó a su padre y abuelo: con la simple idea de que si trabajaba duro podría mantener una familia y una casa propia. Estos hombres se sienten atrapados y anhelan liberarse”.

Para Michael Kimmel, “debemos comprender cómo se sienten estos hombres: se sienten heridos, dolidos, como si les hubiesen arrebatado algo esencial”, explica. “¡Pero el trato que reciben no es culpa de una mayor igualdad, sino de una mayor DESIGUALDAD!”.

“A medida que unos pocos se han enriquecido mucho, han tratado de convencer a los 'hombres blancos cabreados' de que la causa de su infelicidad son los inmigrantes, las mujeres o las personas LGBT”, cuenta el escritor. “Pero en serio, ¿son los inmigrantes la causa del cambio climático? ¿Alguien LGBTI externalizó sus trabajos? ¿Las mujeres feministas hicieron recortes en su empresa? ¡Por supuesto no! Los 'hombres blancos cabreados' tienen razones para estar cabreados, pero les iría mucho mejor si tejiesen alianzas con quienes han sufrido en sus propias carnes la desigualdad”.

“El mundo que vio medrar al hombre blanco entre promesas de que encontraría su lugar en la escala económica por su cara bonita, está a punto de pasar a la historia”, explica el sociólogo. “El ideal del sueño americano es el ideal de la meritocracia. Pero dicho ideal omite que, durante generaciones, la partida ha estado amañada. Así, cualquier acercamiento a la igualdad les parece una derrota”.

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