- El periodista, presentador de Carne Cruda, publica su segundo poemario
Como si nunca hubieran sido
Anatomía de España
Tiene este país la boca reseca como la costra de un grito,
una llaga en la garganta de tragarse el periódico
y el estómago revuelto de vomitar cementerios.
Tiene este país un murmullo de arena
que le recorre la piel como a un difunto
de tanto dejarse azotar con el cilicio
y un silencio de zulo y muy señor mío
con olor a sacristía, cuartel y sobaco
tan siniestro como el roce de las sotanas
cuando arrastran sus faldones por el suelo.
Tiene una plaga metida en el intestino,
tiene un nido de bichos rastreros
que le devoran las ganas y los ovarios
y escupen huesos de aceituna en el plato
donde hatajos de ratones se pelean por roerlos.
Tiene los ojos en blanco porque lo ve todo negro,
tiene párpados de plomo por un eterno cansancio,
tiene los dientes torcidos de mordisquearse los codos,
tiene la lengua de esparto de lamerse las heridas,
tiene la espalda doblada de llevar dioses a hombros
y las manos doloridas de golpearse en el pecho.
Tiene miedo a los espejos y los armarios:
unos los ha cubierto con sudarios y banderas
otros los ha clausurado con mortero.
Tiene miedo de hurgarse bajo las uñas y en los colmillos no vaya a encontrarse con sus facturas y sus delitos.
Tiene este país forma de ataúd, cuerpo de jota, cara de nicho, un parto que no le nace y una muerte que le vive demasiado.
Todo lo que hace falta
Ha hecho falta que yo caiga muchas veces.
Ha hecho falta que tú sientas
el vértigo dorsal de mi esqueleto
y que esquivases la muerte
sin evitar su misterio. Ha hecho falta
morir tan de continuo y continuar
viviendo con la piel para afuera,
cambiar de sábanas y cielo,
morder la tierra
como quien muerde un corazón
y chupar su jugo y escupirlo
en la boca del otro.
Ha hecho falta que tú y que yo
retocemos sobre el filo de los finales
para alcanzar este principio.
Ha hecho falta que nos echáramos a faltar
antes incluso de habernos conocido.
Ha hecho falta todo eso:
que crucemos un océano sin respirar
y bebamos un diluvio con los párpados
para que tú y yo acabemos metidos
en este espejo de dos caras
en el que confundimos nuestros contornos
iguales pero distintos que forman
esta insólita soledad solidaria
que es todo lo que tenemos
y somos
y es inmenso.
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No te veré morir
(Idea Vilariño, “Ya no será”)
Y qué seremos ahora el uno para el otro
sino jirones de recuerdos
que se deshacen como tela
cuando el viento los azota
en la cuerda de tender
de una azotea
de la que nos alejamos
sin mirar atrás
por miedo a ver
nuestros harapos
ondeando contra el cielo
como estandartes rasgados
de un ejército vencido
que se bate en retirada.
No seremos más
no volveremos a ser
no envejeceremos juntos
no te despertarás
junto a mí
cada mañana
ni cuidaremos de nosotros
cuando duela
no habrá un después
ni un hasta luego
no nos esperaremos
por la noche
ni volveremos nunca
a acariciarnos
habremos sido
para siempre
los besos largos
en la cama
nuestra lectura
a cuatro manos
en voz alta
el lenguaje
que inventamos
para amarnos
nuestra palabra
secreta
las madrugadas
desenredándonos
las almas
lo que luchamos
para echar
a la tristeza.
Pero ya nunca más.
Ya no.
Sólo quizá
cuando vayamos a morir
nos recordemos
el uno al otro
una última vez.