Se denomina 'Síndrome de Bullerbyn' a la idealización de Suecia, que se proyecta como un paraíso de naturaleza, salud y confort, en donde los problemas son propios de cuentos infantiles. De hecho, el término se extrae de una novela para niños de Astrid Lindgren. Aunque es un fenómeno propio de los países de habla germana, toda Europa dirige su mirada hacia allí cuando se habla del estado del bienestar. Daria Bogdanska tardó poco en descubrir que no se trata más que de una fantasía, como relata en su cómic autobiográfico Esclavos del trabajo (Astiberri 2018).
La autora llegó a Malmö con la idea de encontrar un trabajo e iniciar una vida en ese epítome de la civilización después de haber pasado por varios países huyendo de su Polonia natal. Pero no se esperaba que conseguir los papeles para poder tener un empleo, incluso siendo europea, fuese un delirio kafkiano y prácticamente irresoluble. Como muchos de sus amigos, aceptó simultáneamente dos empleos precarios y sin contrato para poder sobrevivir hasta que un día su indignación llegó a su punto álgido y decidió rebelarse. Se puso en contacto con un sindicato y una periodista y comenzó su lucha por los derechos laborales.
Hablamos con ella un día antes de las elecciones legislativas de Suecia, en las que el partido ultra Demócratas Suecos escaló a la tercera posición. El auge de la extrema derecha en el país -que ya preveía- refuerza aún más su visión de la realidad, crítica y muy lúcida.
Llegó a Suecia en 2013 ¿Las condiciones laborales son mejores o peores a día de hoy?
Sin duda la situación ha empeorado, especialmente para los migrantes y los trabajadores irregulares. Una de las cosas que no me gustaban cuando vivía en Polonia era el crecimiento del movimiento nacionalista y el racismo. Suecia parecía estar libre de esos problemas cuando me mudé, pero no era cierto. Mañana tenemos elecciones y hay una gran probabilidad de que el partido racista basado en el movimiento supremacista blanco sea uno de los más grandes en el parlamento. Esto es jodidamente aterrador.
Suecia es conocida por sus férreos derechos laborales pero, al igual que en muchos otros países europeos, las leyes están cambiando y esto afectará negativamente a los trabajadores. Las condiciones de trabajo precarias son cada vez más comunes, lo que lleva a otro problema: la diferencia entre ricos y pobres. Está aumentando drásticamente, a una escala nueva en un país por lo demás bastante igualitario.
En su libro cuenta los problemas que tuvo para trabajar de manera legal en el país ¿Cómo lo consiguió finalmente?
Dios mío, me llevó una eternidad. Suecia todavía tiene un estado de bienestar bastante bueno con educación gratuita, atención médica y seguridad social, pero ingresar en el sistema y poder usarlo es muy difícil. Sobre el papel, los europeos pueden moverse y trabajar por toda Europa, pero en la práctica resultó ser casi imposible.
Por ejemplo: para poder trabajar legalmente en Suecia, necesitas un número de seguridad social. Pero poder obtenerlo, necesitas un trabajo.... y aquí viene la mejor parte: tiene que ser a tiempo completo e indefinido. No por horas, un contrato de seis meses, etcétera. Este requisito tan poco realista hace que sea imposible para muchos inmigrantes obtener este número de identificación y los deja fuera de la sociedad, sin derechos ni posibilidades.
Incluso para muchos de mis amigos suecos de mi edad un contrato permanente es una especie de Santo Grial. Todo el mundo lo quiere, has oído que existe, pero nunca lo has visto en la vida real...
Antes de mudarse, vivió un temporada en Barcelona . ¿Su experiencia como trabajadora fue mejor o peor? Porque desde aquí, Suecia parece el cielo
Vivir en Barcelona estuvo bien, trabajaba en una tienda de bicicletas pero nunca se habló de ningún contrato. Creo que mi generación no piensa demasiado en la importancia de cotizar, tener derechos y ganar dinero para la jubilación. Ahora estamos jodidos.
Suecia no es perfecta, lo explico en el libro, pero fue aquí donde por primera vez en mi vida empecé a reflexionar sobre mis derechos como trabajadora. Sobre la importancia de la organización y las consecuencias de no hacerlo, ahora y en el futuro. Y creo tuvo mucho que ver con el país. Incluso ahora que las cosas están empeorando, todavía tienen una gran conciencia colectiva, un gran movimiento sindical y normas de justicia social que son parte de la identidad nacional. Todo eso, que se logró durante 100 años de organización sindical, definitivamente mejora la situación de quienes trabajan aquí.
Mi madre trabaja en Polonia de limpiadora en una farmacia a tiempo completo, pero su contrato solo es de unas pocas horas a la semana para que el propietario pueda ahorrarse dinero en los impuestos, lo que afectará mucho a su pensión. Es algo habitual y la gente no lo cuestiona porque todos están en la misma situación. Y el círculo se cierra de nuevo.
¿La gente aún tiene miedo de exigir sus derechos laborales? ¿Ha disminuído la afiliación a los sindicatos?
Claramente ha disminuido, es un fenómeno mundial. Tiene que ver con diferentes factores. Uno es cómo ha cambiado el mercado de trabajo. No trabajamos en sitios grandes como, por ejemplo, fábricas. La mayoría de las industrias europeas subcontratan en Asia u otros países en desarrollo con escasos derechos laborales. Antes, todos los trabajadores de una fábrica se ponían en huelga y la empresa perdía enormes cantidades de dinero. Incluso la economía de un país entero podía verse afectada por una interrupción en la producción.
Hoy muchos de nosotros trabajamos en negocios pequeños o como autónomos. A menudo competimos con otros trabajadores dentro de nuestro propio lugar de trabajo y muchos son fácilmente reemplazables. Y plantarse ante el jefe cuando estás solo es aterrador.
¿Cómo ve el futuro del trabajo? ¿Seremos cada vez más más esclavos?
En general soy pesimista, pero veo cierto potencial de cambio y eso me ayuda a seguir adelante y no solo a decir “todo está jodido, no sirve de nada intentarlo”. Algo está ocurriendo, la gente empieza a estar harta de trabajar cada vez más y tener cada vez menos derechos. Pero también creo que es hora de que los jóvenes nos hagamos cargo y, en lugar de ser irónicos cuando nos sentimos impotentes, comencemos a creer que se pueden hacer cosas para mejorar.
Mi generación al menos, criada en una sociedad súper individualista, tiene una relación diferente con el trabajo que sus padres o abuelos, que solían identificarse con sus trabajos. Ya no nos vemos de esta manera. Primero queremos ser personas: el trabajo es solo un aspecto de nuestras vidas y creo que en parte es algo bueno. Trabajar es una necesidad, no un deber. También es una de las razones por las que los “movimientos de trabajadores” con sus retóricas y lenguaje de la vieja escuela no atraen a los jóvenes de hoy.
Además la sociedad está centrada en el individuo y nos han lavado el cerebro para pensar que cada uno es responsable de su propio éxito o fracaso, así que hemos perdido la capacidad de ver el panorama completo. Cuando tenemos un problema laboral lo vemos desde una perspectiva personal, así que nos cambiamos de trabajo si podemos. ¿Qué pasa si en lugar de reunirnos y cambiar la situación en nuestra empresa seguimos cambiando de empleo cada vez que hay un problema? ¿Tal vez al final ya no haya mejores trabajos? Depende sólo de nosotros.