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No es un espejismo: hay más literatura bollo y ha salido del armario a golpe de billetera

“Lo que no se habla no existe”, decía hace unos días Putochinomaricón, y el deseo de las mujeres hacia otras mujeres ha estado tan amordazado que Mili Hernández tuvo que irse hasta Nueva York para cerciorarse de que existía en la literatura. Allí se dio cuenta hace 25 años de que si no lo trasladaba ella a España, nadie lo haría, y así nació la editorial Egales y la librería Berkana, dos referentes en la cultura LGTBI.

Mientras Mili ofrecía por primera vez la obra más explicita de Oscar Wilde, Virginia Woolf, Eduardo Mendicutti o Álvaro Pombo, veía cómo los grandes sellos empezaban a abrir la puerta del armario a estos autores clásicos y a nuevas voces masculinas que huían de la heteronorma. En cambio, los años pasaban y ellas seguían dentro, saliendo tímidamente de la mano de pequeñas editoriales de nicho.

Pero en 2019 Mili ya no está sola. Han surgido otros sellos especializados en temática lésbica y LGTBI como Dos Bigotes, La Calle y Amistades Particulares que abordan por fin el deseo femenino en su forma más olvidada. Sin embargo, la verdadera revolución ha venido de la mano del mainstream, aunque parezca un espejismo.

Penguin Random House, Lumen, Seix Barral o Planeta están pujando como nunca antes por literatura bollo sin paliativos en forma de ensayo y ficción. Pero, ¿es una apuesta arriesgada para ellas o solo se están subiendo a una ola rentable?

“Es verdad que las grandes editoriales están haciendo pocos pinitos, pero todos de mucha calidad”, concede Mili Hernández. No en vano, desde que Virginie Despentes publicó su vademécum Teoría King Kong en 2007, Literatura Random House se hizo con los derechos de su obra anterior y posterior.

Lo mismo que Anagrama con Sarah Waters –y sus imperdibles El lustre de la perla, Afinidad y Falsa identidad–, o Lumen con Jeanette Winterson, dos autoras deseadas por Egales desde hace años.

“Yo jamás, jamás, podría pagar los derechos de autor de Winterson o Waters. Por un lado es muy injusto, porque hemos abierto el camino y montado unas librerías para que esta literatura tuviese un soporte de ventas y ahora las grandes nos quitan todo lo que nos gusta. Por el otro, me hace feliz, porque ni yo ni Egales ni Berkana vamos a ser eternas. Lo único que espero es que no sea una moda pasajera como ya ocurrió hace unos años”, se divide Mili Hernández.

La editora también admite que este súbito interés de las editoriales generalistas por las historias lésbicas les proporciona un respiro. “Hace 25 años, las lesbianas pedían novelas alegres, de amor, llenas de referentes y con finales felices. No tuvimos más remedio que sacarlas de EEUU e Inglaterra porque aquí no existía literatura de ese corte”, explica sobre unos comienzos en los que tuvieron que editar “a medida”.

“Yo me he sentido muy presionada ante qué publicar. Me preguntaba: ¿qué es lo que quieren nuestras lesbianas? Ahora tenemos más libertad pensando que otras editoriales lanzan cosas a las que nosotras no podemos llegar y que también van a terminar en las librerías”, reconoce Mili.

Pero no solo deben competir contra gigantes editoriales, también contra otros sellos más modestos que han puesto remedio al jugoso vacío de historias que había en sus catálogos.

Así ha ocurrido con Sita, de Kate Millet, fichada por Alpha Decay, y la maravillosa obra de Adrienne Rich, de custodia compartida entre Traficantes de sueños y Capitán Swing.

Una realidad que vuelve a despertar sentimientos encontrados en Hernández: “Por una parte me alegra y por la otra me decepciona porque tienen el suficiente dinero y maquinaria de marketing para lanzar una novela que con nosotras quizá no habría tenido tanto éxito”. Y no le cabe duda, este rescate de figuras se debe únicamente al impulso de la última ola feminista, que ha intentado sanar los desmanes pasados del movimiento contra las mujeres lesbianas.

El temor al deseo lésbico

Aunque es cierto que el amor lésbico, el despertar homosexual de las mujeres o la naturalización de las relaciones queer femeninas trufan una parte de la literatura actual, no se puede llamar boom. De hecho, si lo comparásemos con los libros gays o de escritores homosexuales, apenas representa un chasquido.

“España ha tenido autores homosexuales muy relevantes y visibles: Terrence Moix, Luis Antonio de Villena, Eduardo Mendicutti, Leopoldo Alas, Lorca, Cernuda, Gil de Biedma. ¿Qué mujer escribía en aquella época? Las había, pero nunca desde la visibilidad de mujer lesbiana. Ahora estamos sacando a muchas del armario después de muertas como Clara Campoamor, Elena Fortún o Victoria Kent, pero con los hombres ocurrió mucho antes”, diferencia Mila Hernández.

Esa falta de referentes provocó que la mujer lesbiana fuese una suerte de animal mitológico en la literatura que no se atrevían a imaginar ni los autores y autoras heterosexuales. Un miedo que se ha revertido, según Mila, gracias a los avances del movimiento feminista y su unión con el colectivo LGTBI. Un idilio que no siempre fue tan feliz.

“Nosotras hemos sufrido mucha ocultación en los primeros tiempos del feminismo, que intentó desligarse de las lesbianas cuando el principal insulto de los hombres era que las feministas eran todas bolleras”, dice la editora. “Por eso, la literatura LGTB la tuvimos que escribir las LGTB”. Ahora también pasa, pero es más sencillo encontrar títulos que incorporan tramas lésbicas independientemente de la orientación sexual de su autora.

Días sin ti de Elvira Sastre (Seix Barral), Cara de pan de Sara Mesa (Anagrama), Cuerpos malditos de Lucía Baskarán (Planeta) o Permafrost de Eva Baltasar (Random House) son algunos de estos últimos ejemplos publicados en grandes sellos.

“Aunque conviene señalar que todas son jóvenes y han nacido en otra época. Ya no se cuestionan si su trama y sus personajes requieren a una mujer lesbiana en la obra. Lo hacen y punto”, dice Mili.

La editora hace la diferencia porque, para las de su generación, los sentimientos y las experiencias de las mujeres homosexuales eran tremendamente desconocidas. “Pero creo que no es tan difícil escribir sobre nosotras, al fin y al cabo hay autoras lesbianas que fueron capaces de escribir personajes heterosexuales. Si no se hace es por prejuicio y desconocimiento”, sentencia.

En estos días del Orgullo, la librería Berkana esperará en Chueca a cualquiera que esté interesado en el último pelotazo LGTBI de las grandes editoriales. Sin embargo, conviene recordar que si hoy el dinero abre las puertas del armario literario con más facilidad, es porque Mili y otras habían forzado la cerradura con una mano delante y otra detrás.