Crecer echando de menos lugares que uno apenas recuerda y que conoce por relatos, comidas, olores, ausencias. Sentir que el corazón se encuentra dividido en dos: un trozo en el país donde uno nació y otro en el país donde uno vive, pese a que el segundo no siempre haya mostrado su cara más amable. Es parte de la experiencia migrante que plasma Yeison F. García (Cali, 1992) en los poemas de Derecho de admisión. “Perdonad si estos versos os incomodan / os lanzan una realidad que no queréis mirar, permitidme deciros que vuestra fragilidad /en este espacio no importa /que soy yo el que habla ahora del derecho de admisión /a vuestros comentarios”, escribe García, toda una declaración de intenciones.
Derecho de admisión, editado por La Imprenta, es el segundo poemario que publica el autor afrocolombiano y afroespañol, como él mismo se define; el primero, Voces del impulso (Centro de Estudios Panafricanos, 2016), sirvió “de alguna manera para comenzar a publicar y creer en mí, pero ahora siento que es una poesía que no está lo suficiente trabajada”, cuenta García por teléfono a elDiario.es. Muchos de los poemas que componen esta segunda obra ya llevaban años escritos y originalmente iban a formar parte de Madrid negro, su próximo proyecto. “Los trasladé a Derecho de admisión, que de alguna manera quiere ser un diálogo desde mi experiencia migrante y la de mi familia. El proceso de escritura fue bonito, con pausa y con el acompañamiento del poeta peruano Leo Zelada”.
Para Zelada, con Derecho de admisión “se inaugura la primera generación literaria con acento racializado en la literatura española”. “Es recién en estos años donde se manifiesta una proliferación de poetas y escritores españoles con ascendencia racializada que están comenzando a despuntar en las letras castellanas”, escribe en el prólogo, señalando el precedente que suponen los autores de Latinoamérica y Guinea Ecuatorial con residencia en España, a quienes considera “precursores de una estética literaria crítica con el eurocentrismo y la visión neocolonial de la península”.
Solo hay que mencionar algunas de las obras publicadas este 2021 para entender la proliferación de la que habla Zelada: el ensayo Qué hace un negro como tú en un sitio como este del periodista Moha Gerehou; la novela autobiográfica Una carta a Adelina, en la que el actor Bachir Samb narra su experiencia migratoria entre Canarias y Senegal; o, si nos trasladamos a lo audiovisual, el documental A todos nos gusta el plátano, dirigido por el fotógrafo Rubén H. Bermúdez y ganador de la XVIII edición del festival Documenta Madrid, evidencian la fuerza de una nueva generación de artistas racializados en nuestro país. Salvando las distancias con el caso español, García evoca el Renacimiento de Harlem: “Somos pocos y aún no hemos interpelado a los circuitos culturales más formales ni estamos insertos en ese marco importante para transformar imaginarios, pero vamos en camino, no solo desde la comunidad afro sino desde otras, como comunidad asiática”.
Crecer entre varios mundos
García y su hermano viajaron en 2001 a Madrid para reunirse con sus padres, que ya llevaban un tiempo establecidos en España. Desde ese año, en el que cumplió nueve años, no ha vuelto a pisar Colombia. “Algunas infancias tenemos la separación como marca, / nuestras madres y padres fueron al imperio a cuidar de otros, /a entregar sus vidas, a alquilar sus ternuras, a romper sus /espaldas, / para hacer frente a la carencia de nuestros mundos / desposeídos”, escribe el autor, que no puede desligar la condición migrante de su identidad afro y mestiza, sobre la que reflexiona en poemas como Dos abuelas, una reescritura de Mi sangre es un mar inmenso, del poeta afroperuano Nicolás Guillén. “Déjenme preguntar por mis ancestros afros e indígenas /de lo blanco solo me interesa el color propio de la vejez de sus cabellos”.
Nos amoldamos a lo que se espera de nosotros, a lo que la sociedad dice que tiene que ser un buen negro
Para García, el reto es enorme, implica “la complejidad de crecer en una sociedad que nos niega”. Dicha complejidad puede, en muchos casos, reducirse a dos caminos, que aborda en textos como Negro de verdad y No quiero que me integres: “Por una parte, está la asimilación absoluta de tu parte no blanca para ser integrado e intentar pasar lo más desapercibido posible aunque tu piel te delate, y por otra la de negar la sociedad en la que estás y afirmarte a través de tu propia condición colombiana, marroquí, ecuatoriana...a pesar de que nunca hayas estado en ese país”, relata. “Nos amoldamos a lo que se espera de nosotros, a lo que la sociedad dice que tiene que ser un buen negro, un buen latino, no llegamos a tener las herramientas para romper con eso”.
Aunque la experiencia migrante y el antirracismo vertebran Derecho de admisión, no todos los poemas giran en torno a estos ejes. Algunos son muy personales, tanto que García insistió a su editor para que permanecieran en el poemario. “Quería que estuvieran porque no somos simplemente antirracismo migratorio, también tenemos como personas otra serie de angustias o preguntas existenciales y es importante que se vean reflejadas”, sostiene. “Para mí siempre es importante, aunque tenga una responsabilidad con ciertas luchas, resaltar la idea de que Yeison F. García es más que un color de piel, que un proceso migratorio. También como forma de establecer una serie de puntos de fuga: si estamos todo el rato hablando de la raza, podemos quedar atrapados en esa idea que no es nuestra”.
No obstante, considera el activismo una influencia fundamental en su poesía, al igual que las obras de poetas como Nicolás Guillén y Amiri Baraka, u otras lecturas más cercanas al ensayo político. “No puedo no mencionar el activismo, todos los debates y conversaciones que forman parte del conocimiento comunitario que durante todos estos años se ha estado produciendo desde el movimiento antirracista de base”, dice García, que estudió Ciencias Políticas en la Complutense y ha formado parte de organizaciones como SOSRacismo o Conciencia Afro. “Estamos en un momento de impulso con #RegularizaciónYa o la CNAAE (Comunidad Negra Africana y Afrodescendiente en España), creada tras las manifestaciones de apoyo al movimiento negro estadounidense tras el asesinato de George Floyd, aunque como todo proceso organizativo no es fácil”.
La experiencia de lectura de Derecho de admisión puede ampliarse en formato audiovisual: a lo largo del poemario se encuentran diseminados varios códigos QR que deben abrirse antes, durante o después de leer el texto, según las indicaciones, y que conducen a los cuatro videopoemas elaborados por la fotógrafa Heidi Ramírez. “Una forma de completar y ampliar el sentido del texto, una puerta a hacer de este libro una experiencia que exceda el papel, una ruta secreta entre el autor y usted”, sugieren los editores al inicio del libro. También es posible escuchar una playlist seleccionada por el autor, con canciones de Hector Lavoe, Celia Cruz, Silvio Rodríguez, Bad Bunny o Vetusta Morla.
“Mi siguiente paso es llevar mi poemario a institutos, colegios, universidades. En esto creo que los videopoemas se relacionan muy bien con la idea de expandir Derecho de admisión”, asevera García. Su obra está destinada a diferentes tipos de lectores, pero especialmente a personas como él, “que migramos muy pequeños a esta sociedad y no volvimos a nuestros países, nos hemos criado entre dos mundos”. En los institutos también espera encontrarse con quienes conocen el proceso migratorio de sus padres pero ya han nacido en este país. “Mi primer público, aquellos que tengo siempre en la cabeza, son parte de esa generación”, afirma. Él ha decidido intentar reconciliarse con sus diferentes partes, aunque aún queda pendiente algo importante: viajar a Colombia, “no para cerrar ese proceso, sino para dar un paso más allá”.