Pola Oloixarac, escritora: “Quiero entender el fenómeno de la cancelación y si realmente ayuda a las mujeres”
En 2016, la escritora argentina Pola Oloixarac empezó a recibir mensajes de mujeres que pedían su ayuda para castigar a ciertos hombres a los que tachaban de agresores. Llevada por la vorágine de las redes sociales, en plena efervescencia del lema “hermana, yo sí te creo”, se reunió con algunas informantes pero también con incriminados. Con todo el material que recogió en esos encuentros construyó su última novela Bad hombre (Random House), un término acuñado por Donald Trump para nombrar a los latinoamericanos que residían en Estados Unidos y que la autora relaciona con los señalados por las feministas.
Oloixarac responde a elDiario.es en la sede de su editorial en Barcelona, ciudad en la que reside desde el año 2020, tras vivir en Argentina y Estados Unidos. Tiene un recorrido considerable en la literatura después de las novelas Las teorías salvajes (2008), Las constelaciones oscuras (2015) y Mona (2019) y sabe que su nuevo libro difícilmente podría haber llegado en mejor momento. La conversación acerca de las denuncias a agresores machistas en redes sociales y sus consecuencias está en pleno auge y ella no solo ha escrito sobre ello, sino que lo ha hecho del lado de los incriminados. Una posición que invita a una polémica que ella no esquiva sino que más bien disfruta.
En Bad hombre indaga en casos de hombres que perdieron su estatus tras ser acusados de agresiones o mal comportamiento por mujeres con las que tuvieron algún tipo de relación. ¿Por qué?
Fui como empujada a ese punto de vista porque yo misma sufrí una cancelación que cuento en el libro, que tenía que ver con que yo no había participado en otro linchamiento. Experimenté la sensación de que una acusación te convierte en un personaje de la novela de otra persona y no es fácil salir de ahí. Me hizo sentir que había algo muy literario.
A mí lo que me interesa en el libro es, más que condenar la idea de la cancelación, estudiarla. Quiero entender el fenómeno, la dinámica y si realmente ayuda a la causa de las mujeres o no. Si es algo que, a veces, ayuda a otros hombres más que a las mujeres y si en realidad no se está utilizando la causa de nuestros derechos, de nuestra protección, para proteger a ciertos hombres.
¿Cómo pueden estos sucesos ayudar o proteger a otros hombres?
Si hacemos tribunales paralelos, en realidad, lo que estamos haciendo es hacer que las mujeres confíen menos en la justicia, que es el lugar donde tienen que ir y donde realmente se los puede castigar [a los agresores]. Es interesante pensar si realmente la cancelación es un buen instrumento para nosotras independientemente de que lo hayamos utilizado. Como feministas podemos investigar y empezar a evaluar qué sirvió y qué no.
Muchas mujeres no recurren a la justicia porque precisamente se sienten desprotegidas ante ella. Si, según usted, denunciar en redes sociales no es válido tampoco ¿Qué se puede hacer?
Lo que es complicado es la idea de banalizar la violencia contra las mujeres. Si estás en una situación de violencia, haces la denuncia y además lo cuentas en las redes sociales me parece que no hay nadie que te pueda venir a decir que estás queriendo dañar la reputación a este hombre, por ejemplo.
La denuncia no va a evitar que se juzgue a la mujer públicamente o que se defienda al agresor.
Es como que tuviéramos dos ámbitos. Uno es el de la justicia, que tenemos que mejorar para poder escuchar a esas mujeres y proteger esos derechos vulnerados. Y luego, por supuesto, tienes la forma en la que las personas reaccionan y cuentan lo que les pasa. Por ejemplo, yo veo el Instagram de Cristina Fallarás y me parece superinteresante, es como una especie de taller del trauma. Las mujeres tienen necesidad de hablar, tienen necesidades de contar y lo cuentan. Pero me parece que habría que deslindar lo que viene a ser la denuncia de un delito y, por otro lado, el querer contar cosas que no te gustaron y que quizás no necesariamente entran dentro de la categoría de delito. Me parece que la liberación de la palabra es algo que tiene que continuar y que es valioso.
Habría que deslindar lo que viene a ser la denuncia de un delito y, por otro lado, el querer contar cosas que no te gustaron y que quizás no necesariamente entran dentro de la categoría de delito. Me parece que la liberación de la palabra es algo que tiene que continuar y que es valioso
Precisamente, a partir de un testimonio en el Instagram de Cristina Fallarás explotó todo el caso Errejón, al que han denunciado posteriormente.
Y él dimite inmediatamente. E inmediatamente aparece Pablo Iglesias, que casi no puede contener su felicidad en la tele. Siento que en esa caída también hay un hombre que se beneficia. Me parece muy fuerte también que Irene Montero luego comente que el peor error es Yolanda Díaz, que es la vicepresidenta.
Una de las cosas que yo me pregunto es si la cancelación es un instrumento que en lugar de honrar la causa de las mujeres, no termina siendo justamente un instrumento político. Por ejemplo, en el caso de Argentina fue así. Tenías un presidente que decía “Yo soy el presidente de las mujeres” o “Yo terminé con el patriarcado” y él mismo era el que estaba pegándole a su esposa y teniendo toda clase de actitudes machirulas por todos lados.
Siento que un poco el feminismo y el “yo te creo, hermana” es utilizado como una coartada para las personas que están en el poder y se arropan con la izquierda para poder seguir cometiendo esos excesos y esos abusos. A mí me gustaría que la causa feminista deje de estar instrumentalizada por el poder político y vuelva a ser un instrumento transversal para todas las mujeres, incluso para las mujeres que están en la derecha, para mujeres que están en otro lado.
Pero si el feminismo es un instrumento que consigue expulsar a un político que es un agresor, está beneficiando a todas las mujeres, más allá de si le votaron o no.
Instrumentalizado en el sentido de que me parece que hay una operación política que lo que busca hacer es sacarse de encima a los hombres que no les sirven. O para poder vulnerabilizar a otra mujer, en este caso Yolanda Díaz, que está en la picota total. Si desaparece un tío tan relevante como Errejón y también tienes en jaque a Yolanda Díaz, todo eso fortifica a Podemos, que había quedado en un mal lugar. Así que como operación política me parece que les viene saliendo bastante bien.
¿Le hubiese gustado hablar con Errejón y meterle en su libro?
No, porque si tú justamente haces de tu virtud política y luego no lo demuestras con los hechos, lo normal es que te vayas. Me parece que tiene algo de encanto el hecho de que Íñigo, que fue el primer aliado de una causa que le servía como coartada para llevar adelante sus excesos, caiga. Tiene una belleza especial.
Un párrafo de su libro dice: “En un escenario donde, ya no el sexo, sino ser mujer se encuentra desregulado, en el que cualquier humano puede elegir ser mujer o reproducirse sin pasar por la máquina de la hembra, quizá recuperar el poder de la destrucción sobre las vidas ajenas era una forma de hacer resurgir el feminismo pagano”. ¿Qué significa?
Sabemos que le podemos destruir la vida a un hombre o al menos durante cinco o seis años, que es bastante, y me parece más interesante estudiarnos desde el poder que tenemos. De una manera más real que quedarnos en el lugar donde la teoría nos dice que somos unas víctimas y que los hombres son violadores en potencia y que tenemos que estar diseñando elementos para poder contener ese deseo horroroso que esos hombres tienen por penetrarnos, lacerarnos, matarnos. Me parece que es una mirada parcial, que es más interesante entendernos desde el poder, incluso desde el poder de la destrucción porque lo tenemos, somos humanas.
No sé si los linchamientos son algo especialmente bueno para la causa de las mujeres porque generan un backlash [regresión] muy fuerte en los hombres. Me parece un momento para pensar dentro del feminismo qué cosas funcionan y qué cosas no
Pero si ese poder de destrucción que comenta fuese tal, ¿no se habría acabado el patriarcado?
Terminar con el patriarcado es como hacer la revolución. Y la revolución es siempre como un horizonte mesiánico que te hace moverte para ir mejorándote. Hay diferentes niveles de patriarcado operando en el planeta y me parece que nosotros estamos ahora conociendo nuevas armas que tenemos para poder aterrorizar y dañar una reputación. Pero no sé si vamos a poder acabarlo del todo porque en otras partes del planeta sigue estando y de una forma increíblemente violenta. Es muy difícil pensar que va a haber una destrucción total del patriarcado.
El problema es cuando estamos instrumentalizando. Por ejemplo, yo no sé si los linchamientos son algo especialmente bueno para la causa de las mujeres porque generan un backlash [regresión] muy fuerte en los hombres. Me parece un momento para pensar dentro del feminismo qué cosas funcionan y qué cosas no. Y me parece que esa crítica forma parte del mejoramiento del movimiento, porque si no miramos lo que hacemos no aprendemos y no mejoramos.
Mateo, uno de los personajes, le dice que “el patriarcado esclaviza fundamentalmente a los hombres, ellos son las verdaderas víctimas”. ¿Qué respondió a eso?
Él estaba haciendo todo su despliegue de víctima. Después dice que ellos son los conejos ahora, los que están siendo cazados. Creo que esa fantasía existe en un montón de hombres y es fascinante. Por eso pienso que está bueno escribir una novela y no un ensayo para poder captar esos grises de fantasías que son superauténticas en ellos. Me parece adorable.
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