Escribe Antoine de Saint-Exupéry (Lyon, 1900) en la dedicatoria de El Principito: “Todas las personas mayores primero fueron niños (pero pocas lo recuerdan)”. El Principito es uno de los libros más vendidos de todos los tiempos (se estiman 140 millones de copias), rara es la biblioteca casera que no guarda un ejemplar. El autor, que ante todo era piloto, le dedica el libro a su amigo León Weth, pero les pide perdón a los niños por dedicárselo a un adulto: “Tengo una disculpa: esta persona mayor puede comprenderlo todo, incluso los libros escritos para niños”. Es posible que su amigo León viera, en el dibujo inicial de Antoine en El principito, un sombrero en vez de la famosa serpiente boa engullendo a un elefante.
Ignaci Vidal es el autor y director del musical de éxito Antoine. La increíble historia del escritor del principito, que ha estado en Madrid casi dos meses y estrena en Valencia el 8 de abril. “Leí el libro con doce o trece años, y como la mayoría de gente a esa edad no entendí nada. Lo leí pensando erróneamente que era un libro infantil. Documentándome y leyendo el resto de obra de Antoine para preparar el musical, me di cuenta que El Principito es una autobiografía poética del autor. No es un cuento infantil, sino las memorias de una época, de un mundo convulso, de una forma de ver la vida. Y entendí por tanto por qué no había entendido nada en su momento”.
La aviación marcó profundamente la escritura y el imaginario de Saint-Exupéry. El principito arranca con un aviador arreglando su máquina en el Sáhara. Antoine vivió y murió para ver a los hombres desde los cielos. Así describía el avión en su otro libro conocido, Tierra de Hombres (publicada en febrero de 1939, reeditada en 2016 por Berenice): “Es una máquina, sin duda alguna. Pero, ¡qué instrumento de análisis! Nos ha hecho descubrir el verdadero rostro de la tierra. Quiero entrañablemente a mi artefacto con alas. A través del mismo, trato de unir a los hombres”. Una vez aseguró que “volar o escribir son la misma cosa”.
Le Petit Prince lo escribió y lo ilustró en Nueva York mientras estuvo exiliado por la ocupación nazi en Francia. En 1940 se publicó en Estados Unidos Tierra de hombres y lo catapultó a la fama, que él utilizó para presionar a Estados Unidos a favor de la intervención en la II Guerra Mundial. El principito se publicó en el 43 en la editorial americana Reynal & Hitchcock, y hasta la liberación de Francia, la editorial Gallimard no pudo imprimirla ni distribuirla. Así que apareció en 1946, cuando el piloto ya había muerto.
Respecto a su fallecimiento en 1944, antes de que un pescador marsellés en 1998 encontrara en la red pesquera, junto a salmonetes, una pulsera de plata con el nombre de Saint-Exupéry y el de su esposa Consuelo, mucho se había especulado sobre su desaparición. Se barajó incluso un suicidio, pero con el tiempo se evidenció que despegó desde Córcega para hacer un reconocimiento de la Francia ocupada y fue acribillado por la aviación nazi.
Amante de las estrellas
Saint-Exupéry es también una preciosa novela gráfica, editada recientemente por Norma Editorial, en la que P.R. Saint-Dizier y C. Fernández relatan la vida del amante de las estrellas. Desde muy pequeño Antoine soñaba con volar, fue en el servicio militar donde aprendió mecánica y a manejar los rudimentarios aparatos de vuelo. Trabajó en el correo aéreo en el Sáhara durante años, y es allí dónde El Principito aparece para hablarle (a su aviador de ficción) de su planeta peculiar, en el que pueden verse cuarenta y tres puestas de sol al día, y una preciosa flor le tiene enamorado.
En la novela gráfica Saint-Exupéry queda ilustrada cómo se jugaban la vida los pilotos por hacer llegar las cartas a los destinatarios. No solo por los aviones poco desarrollados tecnológicamente, también porque carecían de cartas de navegación aeronáutica, lo que les impedía anticipar temporales o conocer los accidentes geográficos. De hecho, muchos amigos de Antoine murieron en misión de vuelo. Después de su hazaña en el Sáhara con trifulcas con tribus bereber inclusive (secuestraban compañeros pilotos cuando se estrellaban en el desierto para cobrar rescate), el piloto-escritor estuvo durante años trabajando y abriendo rutas de correos de la Patagonia.
En 1936 la publicación francesa L'Intransigeant lo mandó viajar a Barcelona y Lleida para contar el inicio de la Guerra Civil. Un año más tarde el periódico Paris-Soir lo envía al frente de Carabanchel, y he ahí su famosa frase: “En España se fusila como se tala”. Recientemente se ha hallado en el Archivo de Salamanca el carnet de prensa y el permiso de fotógrafo del autor por la Junta Delegada de Defensa de Madrid, que se lo expidió a fecha de 16 de abril de 1937.
Parece ser que le avalaron el poeta Corpus Barga y el ministro de Estado Julio Álvarez de Vayo. Podemos leer sus reportajes en la traducción de Eva Aladro, profesora de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, editados bajo el título España ensangrentada (Verbum, 2020).
Leemos en España ensangrentada: “En España, hay multitudes en movimiento, pero el individuo, ese universo, en el fondo de su pozo minero, grita socorro en vano”. Eva Aladro afirma que tanto en Cataluña como en Madrid vivió bombardeos, noches en vela, convivió con destacamentos del ejercito republicano, así como veladas previas a maniobras de ataque y que toda experiencia marcó profundamente la cosmovisión del piloto.
“Una vaina madura explota en algún sitio. De vez en cuando, absurda, una bala chasquea así contra la piedra. Es la muerte que vaga, sin duda, pero desocupada, sin mala intención. Todavía no ha sonado su hora. Bajo el cenador, estamos ocupados en festejar la vida. El capitán comparte el pan y aunque yo he sentido en otras ocasiones su urgencia, es la primera vez que descubro tanta dignidad en la alimentación”.
Asegura Eva Aladro que fue unos de los mayores pensadores y personajes multifacéticos del siglo XX: “Él era un hombre de acción, afrontaba travesías de extremado riesgo, casi temerarias, además de que combatió en la Segunda Guerra Mundial, y a la vez fue un humanista, desarrolló un pensamiento propio que versaba sobre cómo mejorar la humanidad. Su obra es un estudio poético del lenguaje, así como la continua búsqueda del sentido de la vida humana”. Son las pequeñas cosas las que más valoraba y en sus míticas frases de El principito dejó constancia de ellos: “No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.” Los lectores de Antoine de Saint-Exupéry miramos las estrellas buscando su avioneta.