De 'El pirata garrapata' a 'Elige tu propia aventura': la vuelta a los libros infantiles en casa de nuestros padres

Mina López / Mina López

8 de enero de 2018 21:23 h

Cuando se vive fuera, volver a casa de la familia temporalmente -por Navidad, sin ir más lejos- puede suponer un retroceso en la edad. Da igual que los padres ya sean abuelos y que la persona en cuestión peine canas, porque las preguntas que no se quieren responder, las órdenes “ayuda-a-poner-la-mesa-haz-el-favor” y los roles familiares están ahí, con el turrón.

Con un poco de suerte también seguirá la colección de libros infantiles y juveniles de los años mozos, títulos que se han leído en gran parte de los hogares del país, algunos por imperativo escolar y otros por puro disfrute. Sentarse en la habitación de los primeros años -si es que los progenitores no la han convertido en el cuarto de los trastos o en un inquietante gimnasio casero- activa un viaje al pasado parecido al de la magdalena de Proust.

Además, teniendo en cuenta que es bastante posible que durante esos días muchos y muchas vuelvan a refugiarse en su guarida después de alguna trifulca -“¡Ay, papá, déjame en paz!”-, revisarlos es una buena manera de pasar el tiempo. De esa vuelta simbólica a la infancia también se puede sacar provecho y a lo mejor alguno incluso acaba en la maleta de vuelta.

El pirata garrapata, de Juan Muñoz Martín

Las series de El Barco de vapor de la editorial SM son uno de los catálogos más habituales en los que se escogen las lecturas “obligadas” del currículum escolar, al menos en las décadas de los 80 y los 90. La blanca para los niños pequeños, la azul a partir de los 7 años, la naranja para los que empiezan a creerse más mayores y la roja para los experimentados de más de 10 años.

Fray Perico y su borrico o El pirata garrapata de Juan Muñoz Martín han sido de los más leídos y es fácil encontrarlo en muchas habitaciones infantiles. Ambos son los primeros de sendas sagas, siendo la del marinero la más larga, con 16 títulos.

La trama de Garrapata, un temido bandido de Londres en el siglo XVIII, es sencilla pero eficaz. El policía Lord Chaparrete le propone capitanear el barco Salmonete y ambos se lanzan al mar como piratas. Uno de los principales objetivos de su viaje es liberar a Floripondia, secuestrada por sus enemigos, aunque en el proceso viven incidentes variados.

Celia, de Elena Fortún

Posiblemente muchas y muchos conocieron a Celia por primera vez a través de la televisión, con la adaptación dirigida por José Luis Borau y guion de Carmen Martín Gaite que se empezó a emitir en Televisión Española el 5 de enero de 1993. Coincidiendo con el éxito de la serie, la editorial Aguilar reeditó alguno de los títulos protagonizados por esa niña sabionda salida de la mente de Elena Fortún, seudónimo de Encarnación Aragoneses de Urquijo y los puso en manos de los nietos de aquellos y aquellas que los habían leído en su edición original.

Pero seguramente gran parte de las casas ya tenían acumulados en sus estanterías muchos de los volúmenes, porque desde su primera aparición en la sección Gente menuda de la revista Blanco y negro en 1928, Celia Gálvez de Montalbán se convirtió en una amiga intergeneracional. Preguntona y rebelde, esa niña cuestiona desde el papel las acciones y el universo de los adultos: sus diatribas atacan directamente al clasismo, el papel de la mujer en la sociedad y la opresión de los más débiles.

El nombre de Elena Fortún se recuperó en 2017 gracias a la labor de la editorial Renacimiento, que publicó su novela autobiográfica Oscuro sendero y está reeditando la saga de Celia, incluído el volumen Celia en la revolución, que sitúa a nuestra heroína en la Guerra Civil española y que prácticamente estaba desaparecido del mercado (la edición original solo se puede encontrar de segunda mano por precios que incluso alcanzan los 200 euros).

El pequeño Nicolás, de René Goscinny y Jean-Jacques Sempé

Podría ser el equivalente a Celia en francés. Este niño de siete años imaginado por el guionista responsable de Asterix e ilustrado por uno de los dibujantes más importantes de Francia (Blackie Books ha recuperado alguno de sus trabajos recientemente en una colección que lleva su nombre) también se dedica a cuestionar a los adultos desde su perspectiva infantil, poniendo de manifiesto lo absurdo de muchas de las cosas que hacen.

Sus historias empezaron publicándose en revistas. La primera fue la belga Le Moustique y después pasaron a las francesas Sud-Ouest Dimanche y Pilote, montada por el propio Goscinny. El primero de los cinco libros de la colección salió en 1960 y en 2004 se publicaron otros tres con historias inéditas de la mano de la hija del fallecido Goscinny y Sempé. Todos ellos fueron un éxito.

Nicolás es el encargado de contar las aventuras -casi siempre enmarcadas en el escenario de la escuela- que corre con sus amigos. Una de las características de estos es que, además de tener personalidades muy definidas, tienen nombres muy extravagantes para los lectores en castellano, al menos. Los Clotario, Alcestes, Majencio, Godofredo o Eudes no abundan en las listas de clase en España.

Esta saga es una de las más atractivas para recuperar en la edad adulta ya que está escrita de una manera tan amena, divertida e inteligente que hace palidecer a muchas novelas. Y los dibujos de Sempé siempre son una maravilla.

Torres de Malory, de Enid Blyton

Aunque sus personajes más conocidos son Los cinco, la británica firmó más de 700 libros dirigidos al público infantil, la mayoría de ellos agrupados por series. Una de ellas es Torres de Malory, compuesta por seis títulos y ambientada en un internado femenino situado en Cornualles. El primer libro de la saga protagonizada por Darrell Rivers se publicó en 1946, lo que explica la moralina imperante en cada página.

Blyton presenta el colegio como un edén juvenil en el que las niñas entran a los 12 años y salen a los 17 convertidas en jovencitas correctas y cultivadas para ejercer su papel en la sociedad británica del momento. Allí las alumnas aprenden a jugar al hockey y al lacrosse, comen puding y beben limonada, pasean por los acantilados, se divierten locamente en fiestas clandestinas de pijamas y viven dramas derivados de sus comportamientos - “¡Darrell Rivers ha renunciado a ser jefa de clase!”- aunque siempre acaban encontrando el camino de la rectitud.

Para las lectoras españolas (la serie está orientada claramente al público femenino, aunque sería interesante saber cuántos niños los leyeron a escondidas) ese universo se presentaba de lo más exótico, porque el número de jóvenes que iban a internados, jugaban a otra cosa que no fuese el fútbol o la comba y comiesen pastel de riñones era más bien escaso.

Si se repasan ahora los libros de Blyton, se revelan como clasistas, machistas e incluso racistas aunque son clásicos que engancharon a la lectura a un gran público, especialmente con las ediciones que la Editorial Molino lanzó en España a partir de los años 80, ilustradas por Escolano. Por cierto, un libro recopilatorio con los trabajos que el dibujante realizó para esta y otras sagas está tardando: son auténticas obras de arte pop.

El pequeño vampiro, de Angela Sommer-Bodenburg

El éxito de los vampiros entre la juventud está más que demostrado con ejemplos como Crepúsculo. Pero antes que Bella y sus dramas amorosos estuvo el pequeño vampiro, menos melodramático y más dado a las aventuras, aunque también triunfador. Desde su primera edición en 1979 ha vendido más de 10 millones de copias, se ha traducido a una treintena de idiomas y se ha adaptado al cine, la televisión, el teatro y la radio.

Rüdiger von Schlotterstein es un niño que se convirtió en vampiro más o menos a los 13 años y que un día aparece en la ventana de Anton. Se hacen amigos y empiezan a salir por las noches volando (el niño vivo puede hacerlo gracias a una capa que le deja su nuevo colega). Según avanza la trama va conociendo a la familia de Rüdiger y sus problemas cotidianos, como la intolerancia al ajo, por ejemplo.

La saga cuenta con 21 libros (casi todos traducidos al castellano) y los personajes llegan a experimentar problemas de adultos como ir a terapia para intentar no temer al sol, decidir entre la vida de vampiro y el amor o la separación de los padres. Es como la serie de iniciación al mundo de los colmillos afilados antes de que llegue la pasión y los dramas de amor.

Puck, de Lisbeth Werner

A muchos y muchas les sorprenderá saber que tras las aventuras de Puck no estaba ninguna mujer, sino que estaban escritas a cuatro manos por Carlo Andersen y Knud Meister (el segundo siguió con la serie tras la muerte de Andersen en 1970). La protagonista de la colección se llama Bente Winther aunque la apodan Puck por el duende que aparece en la obra Sueño de una noche de verano de Shakespeare.

Esta joven danesa vive en un internado (escenario muy común de las novelas para jóvenes, como se puede observar) porque su madre falleció y su padre viaja demasiado para poder cuidarla, aunque no existe ningún tipo de resentimiento por parte de la protagonista ya que, por supuesto, el colegio es fantástico. En este caso tiene la particularidad de ser mixto -algo que no sucede con los de Blyton o Fortún- lo cual aporta un poco más de diversidad.

Las tramas de Puck no varían demasiado de los planteamientos clásicos de este tipo de literatura juvenil extranjera escrita entre la década de los 40 y los 80 del siglo XX. Las historias giran en torno a la protagonista, que tiene madera de detective y resuelve crímenes menores. Si los libros se leen por orden cronológico, se puede ver su paso de la infancia a la edad adulta. De hecho, en el último libro publicado en España (solo se tradujeron 29 de los 46 en danés) se enamora y se casa.

La editorial Toray es la responsable de que esos libros encuadernados en tapa dura y con cubiertas ilustradas con la imagen del personaje principal y una característica franja rosa llegasen a las casas españolas (también los tradujeron al catalán, aunque su color es el azul). La editorial Molino se encarga ahora de su gestión y su estética se ha actualizado para llamar la atención de los jóvenes de hoy.

Mortadelo y Filemón, de Francisco Ibáñez

Disponibles en volúmenes individuales o agrupados en las recopilaciones Super Humor de la editorial Bruguera acompañados por otras historietas protagonizadas por Zipi y Zape, Pepe Gotera y Otilio o El botones Sacarino, entre otros. Raro sería que en una casa no hubiese al menos algún título guardado en una estantería o baúl de los recuerdos.

Las aventuras de los personajes, trabajadores de la agencia de espías TIA, son prácticamente incontables. Filemón es bajito, casi calvo y bastante gruñón, mientras que Mortadelo es flaco, alto, calvo, miope y tiene la habilidad de disfrazarse de lo que necesite. Trabajan junto al Superintendente, el científico Bacterio y la secretaria Ofelia. Generalmente, todo es un desastre.

Sus aventuras se han adaptado a la televisión, al cine e incluso a videojuegos, y se siguen publicando a día de hoy. Además de disfrute, las viñetas de Ibáñez sirvieron para aumentar el vocabulario de sus lectores, especialmente el de insultos ilustrados: “merluzo”, “andoba” “canto rodao” o “cenutrio”. 

Elige tu propia aventura, de varios autores 

Encuadernados en rústica, con fondo rojo e ilustración en la cubierta, llaman la atención en cualquier librería. Quien tuviese toda la colección en casa era un auténtico fan, porque esta tiene casi cien números.

En su momento el formato fue una auténtica revolución, porque se trataba de un libro que además era un juego. El lector debe escoger entre opciones según avanza y, por lo tanto, saltar entre páginas (“si escoges quedarte durmiendo pasa a la página 37”, por ejemplo). Dependiendo del camino que se tome, el final será mejor o peor.

La editorial SM los trajo a España en 1980 y fueron un auténtico éxito (estaban muy en la onda de las películas juveniles de la época como Los Goonies). Miqui Otero hizo su propia versión del formato en su libro La cápsula del tiempo en 2012 (Blackie Books).