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Entrevista

Luz Gabás, Premio Planeta 2022: “Hemos cambiado la Inquisición de la Iglesia por la de la política”

Luz Gabás ha tomado el relevo a Carmen Mola como ganadora del Premio Planeta 2022 por su novela Lejos de Luisiana. La obra está ambientada a finales del siglo XVIII en Norteamérica, donde una colonia francesa pasa a manos españolas y diferentes etnias y culturas conviven en busca de un difícil equilibrio. La escritora explica a este medio que el germen del libro fue ahondar en el papel de España en la independencia de Estados Unidos. En concreto, “los cuarenta años que poseyó el corazón del país, que va desde el golfo de México hasta Canadá, incluyendo el Oeste”.

Un episodio poco explorado hasta la fecha. “Los españoles no hemos sido especialmente buenos contando nuestros momentos más gloriosos”, lamenta. El eje que vertebra el volumen es la historia de amor entre Ishcate, el hijo del jefe de una tribu india; y Suzette, una joven criolla de Nueva Orleans. La autora vuelve a poner el foco un periodo colonialista como ya hiciera en su debut, Palmeras en la nieve. “Si revisas el pasado con los ojos del presente no se salva nada”, opina sobre el revisionismo histórico, sobre el que considera que “su utilización por parte de la política es uno de sus peligros”.

La publicación de su debut en 2012 coincidió con el periodo en el que ejerció de alcaldesa de Benasque (Aragón) por el PP, cargo que ocupó durante cuatro años. “No me considero política”, sostiene aun así. Sus opiniones conservadoras se sitúan en la misma línea que las de la finalista del Premio Planeta, Cristina Campos, que en su obra Historias de mujeres casadas ahonda en el deseo, la infidelidad femenina y el matrimonio. “Las mujeres de cincuenta ni somos tan feministas ni estamos tan empoderadas”, ha sido una de sus declaraciones a este medio.

¿Por qué se ha hablado tan poco del periodo que refleja Lejos de Luisiana?

Sabemos mucho sobre el pasado colonial español en Latinoamérica, pero este caso fueron solo 40 años en los que perdimos y a nadie le gusta hablar de lo que se perdió. La historia de Estados Unidos la han narrado o los ingleses o los norteamericanos. Los españoles no hemos sido especialmente buenos contando nuestras gestas y momentos más gloriosos. Podríamos mejorar.

¿Por qué falla España en esto?

Los ingleses son hábiles en sacarle punta a todo. Incluso son capaces de dar protagonismo a un personaje oscuro, convertirlo en una serie y engancharnos a todos. Lo demostró el funeral de Isabel II, con el que vi disfrutando hasta anti monárquicos españoles. Para eso están los historiadores, que hacen una grandísima labor con su investigación de la que nos beneficiamos los escritores. La novela histórica permite acercar al lector, ser una especie de traductor. A la vez es una forma de aprender historia.

Inmersa en este particular contexto, la novela cuenta una historia de amor. ¿Qué papel desempeña?

Es el eje vertebrador. El libro sucede en el siglo XVIII, que es el de la Ilustración, el de la razón. Pero también el previo al romanticismo, que me fascina. Siempre incluyo una alusión a lo romántico entendido no solo como una historia de amor, sino como una forma de ser, de ver la vida y de entender el mundo. Aquí hay también una historia de amor maravillosa entre dos hermanas que representan la razón y la pasión. De amor por la tierra y un ansia de libertad por parte de todos los personajes. Esto es muy romántico. La de Ishcate y Suzette es la que vertebra el libro porque necesitas una parte de novela. Aquí es lo que les pasa a estos dos pobres atrapados cada uno en sus dilemas, decisiones y vidas a veces no deseadas.

El lenguaje bélico no sólo se usa para hablar sobre la guerra. Hay expresiones como la batalla contra una determinada enfermedad o aquí para que los protagonistas puedan estar juntos. ¿Por qué está el belicismo tan presente?

Es que no pueden escapar del contexto que les ha tocado vivir. Nos pasa a todos. Hay cosas que se escapan a tu control y capacidad de decisión, como haber nacido hoy en Ucrania. En las fechas en la que sucede la novela hay tantos conflictos en marcha que los personajes no pueden ser ajenos. Incluso si toman un a decisión pero luego sucede algo que la imposibilita, no es su culpa. No se trata de si eres valiente o no para coger las riendas de tu vida. Muchas veces no depende de ti. Esa especie de determinismo sí que está presente en el libro.

En cuanto a la enfermedad, en esa época había epidemias con frecuencia que diezmaban las poblaciones. No sé cómo eran capaces de continuar a pesar de ello. Su fortaleza para decir “es lo que hay, tenemos que seguir” es admirable. Ese “saldremos adelante” no sólo como individuo, sino como sociedad. Es un espíritu contagioso. La vida es una sucesión de momentos convulsos. No hay forma de estar en paz más de diez años.

No se trata de si eres valiente o no para coger las riendas de tu vida. Muchas veces no depende de ti

Esto es algo que le dice uno de los personajes a su hijo: “No pidas una vida fácil, pide fuerzas para soportar una vida difícil”.

Es un proverbio chino que me recuerda al refrán español de “que Dios te mande todo lo que puedas soportar”. El ser humano es capaz de aguantar más de lo que nos creemos. Para mi generación la gran prueba fue la pandemia.

¿Cómo combina sus facetas como escritora y política?

No es tan raro. Los escritores somos muy inquietos y curiosos. Siempre estamos preguntando, nos gusta saber. Sabemos organizar y una alcaldía es gestionar y organizar. No tiene más. Nunca he sentido que haya sido política. He sido alcaldesa de mi pueblo cuatro años, he gestionado un presupuesto y ya lo tengo casi olvidado. Me gusta la política pero como me gustan la literatura, el arte, hablar con mis amigos y estar al día. Es la vida que me ha tocado vivir pero ya está, no me considero política, sino analizadora, observadora y curiosa. Recuerdo la etapa con cariño porque es algo que pasa una vez en la vida, como el Premio Planeta.

Siendo alcaldesa publicó su primera novela, que fue un éxito de ventas. ¿Esto añadió más presión o tranquilidad al encarar su carrera como escritora?

Empecé tarde. Palmeras en la nieve salió cuando ya tenía encauzada mi vida. Supuso un cambio. Escribir y publicar una novela no significa que puedas vivir de la literatura, pero decidí intentarlo. No tuve presión, me movía la ilusión. En la editorial nunca me dijeron que no a un tema.

Al presentarse al Premio Planeta, ¿se vio con opciones de ganar?

Cuando estaba terminando la novela en primavera pensé “esto es importante”. Me presenté sin decírselo a nadie. Sueñas porque es un premio muy grande. Estar entre los nueve finalistas significó que mi intuición era acertada. Y así ha sido. Esta novela me ha costado mucho. Es difícil de escribir pero fácil de leer, pero para ello ha habido mucha información, personajes, ambientación y entender todo un entramado socio político muy complejo. Hay franceses, ingleses, españoles, jefes de tribus, nativos, mestizos, esclavos africanos... Meterte en la piel de todos para que fueran reflejados con dignidad no es fácil. Supone reescribir y tirar mucho hasta que encuentras el tono de cómo lo quieres transmitir. Son muchas horas que no se ven, el trabajo que hay detrás solo lo sabemos los escritores.

¿Está la profesión de escritor bien valorada?

Es complicado. La gente admira a los escritores y se nota en los encuentros culturales ya sean en un pueblo pequeño o una ciudad grande. Un ejemplo de que no se valora es la piratería. Si alguien piratea un libro, lo está robando. Cuando alguien monta un negocio no quiere que alguien entre y se lleve un par de zapatos. No he visto una pelea frontal contra la piratearía desde la instituciones, ni educación en los institutos. También parece que uno se levanta un día y es escritor. Y sí, hay mucha gente que escribe pero hay una preparación, unos estudios, una técnica y una voz interior. Escribir una novela no es solo querer contar la historia de tu vida.

La piratería demuestra que no se valora a los escritores

En la novela se reivindica el amor por la lectura. ¿Cómo se inculca?

Las cifras indican que desde la pandemia la gente ha leído incluso más porque han encontrado el refugio y medicina sanadora del placer de la lectura. Hay muchísimas actividades. Ojalá en mi época la biblioteca de mi pueblo hubiera tenido la cantidad y variedad de ejemplares que existe ahora. La gente joven llegará tarde o temprano a la literatura. Lo he visto con mis hijos, que han empezado más mayores pero lo han hecho enganchados. Y da igual si es con una novela de aventuras o de amor. La cuestión es que comiencen y sin atosigar. Forzar produce a veces el efecto contrario.

¿Qué opina de las lecturas obligatorias del colegio?

Igual se tendría que empezar a estudiar al revés, desde la actualidad y yendo hacia atrás. La generación actual ve algunos textos muy lejanos y ajenos. Lo he comentado con profesores de instituto alguna vez y no les ha parecido una idea descabellada. Si enganchas a alguien joven con un texto actual con el que se sienta identificado y le permita entender su valor, puede que luego le intrigue mirar hacia siglos pasados. Y lo mismo con la historia. Igual es más fácil empezar entendiendo que hoy estamos aquí por lo que sucedió no hace tanto. El estudio de la literatura de mis hijos es exactamente igual que el mío hace cuarenta años.

Estudiar el pasado con fines políticos es un error

Ese viaje hacia atrás incluye abordar episodios históricos sobre los que parece mejor no hablar. La conquista de América por parte de los españoles es un ejemplo de ello, ¿qué conlleva este recelo ante determinadas épocas?

Es un signo de nuestro tiempo. Al revisar el pasado con los ojos del presente no se salva nada. Ni nosotros mismos. Si tú o yo repasamos nuestras vidas con nuestros ojos actuales veremos lo que hicimos bien y mal, lo que cambiaríamos, de lo que nos arrepentimos y reafirmamos. Lo mismo como sociedad. Pero una cosa no quita la otra.

Para emitir un juicio hay que conocer cómo sucedieron las cosas. Uno de los peligros que hay ahora en la revisión de la historia es su utilización por parte de la política. Todo es una interpretación. Los historiadores acceden a la información y la analizan con sus ojos, ideología y criterio. Los lectores estamos para tener un espíritu crítico y discernir entre lo que es sólo propaganda de lo que es un hecho histórico más o menos objetivo. Las fechas lo son, la interpretación de los hechos no. Está bien que haya gente interesada y se aporten nuevos datos en el estudio del pasado, pero me parece un error utilizarlo con fines políticos. Ni echarlo por tierra, ni alentar la leyenda negra ni como dice José Luis Corral, una leyenda rosa.

Hay que entender el contexto, que es fundamental. Tener que estar hablando de esto me parece tan obvio y evidente que me sorprende. No tiene nada que ver el trato que tuvo España en Luisiana con los nativos americanos que con lo que sucedió después. Lo hemos visto en las películas del Oeste. Una vez se independizaron se fueron moviendo y desplazando a las tribus, a través del conocido como 'Sendero de las lágrimas'. Sin embargo, los españoles siempre salimos como los muy malos. Hasta hace poco había gente que se pensaba que la Inquisición seguía aún en marcha. Ahora hay otra Inquisición, la laica. Ya no es la iglesia quien impone modelos de conducta, sino que desde la política llega un deseo de controlarla. Hemos cambiado una por otra.