Veinte años no son nada si se llevan con el vigor del primer día y rodeado de amigos, como bien sabe M-Clan, que ha celebrado hoy dos décadas de existencia con artistas como Miguel Ríos, Bunbury, Fito Cabrales y Ariet Rot con un concierto antológico que pronto editará para conformar uno de sus mejores álbumes.
Quien aún tenga en la memoria su acústico “Sin enchufe” (2001), puede ir haciendo borrón y cuenta nueva, porque el grupo murciano ha vuelto a tirar de un directo para reescribir aquellas líneas del rock en español que quizás no les han ponderado aún en su justa medida y para garabatearse sobre un renglón de los de arriba.
Con motivo del vigésimo aniversario de aquellos días de 1993 en que Carlos Tarque y Ricardo Ruipérez formaron “el clan de los murciélagos”, organizaron una doble velada en el Teatro Circo Price de Madrid que ha empezado esta noche con el ánimo de “una fiesta con amigos”, tanto encima como debajo del escenario.
“Gracias por estas muestra de cariño y por venir a pasar con nosotros los dos mejores días de nuestra vida”, ha dicho el cantante, embutido en unos epidérmicos pitillos, todo de negro excepto por la chaqueta de color sangre, a juego con el resto del grupo.
Desde el principio, ni empezado siquiera el concierto, se percibía en los aplausos y el empuje del público que había ganas de escuchar a M-Clan a lo grande, en un escenario emblemático que suele sonar bien y que arropa a sus artistas con su estructura circular.
En el repertorio lo que se ha notado es que la banda, con algún cebo ocasional para contentar a los seguidores, como “Llamando a la tierra” o “Carolina”, desea reivindicar sobre todo su faceta más reciente, con dos discos como protagonistas, alejados de su tiempo en la radiofórmula: “Memorias de un espantapájaros” (2008) y “Para no ver el final” (2010).
La mitad de las 21 canciones que han sonado pertenecían a algunos de esos dos álbumes, en los que abandonaron la batuta de Alejo Stivel para buscar un toque menos comercial, unas veces más denso, otras más soul, todo bien envuelto con el trío de metales que les acompaña en el show junto a su banda habitual.
Ni rastro de “Defectos personales” (2002) o del más reciente “Arenas movedizas” (2012). “Para no ver el final”, que estuvo nominado a seis galardones de los extintos Premios de la Música, ha sido su carta de presentación, su declaración inequívoca de intenciones, con “Calle sin luz”, el corte que le dio título y “Basta de blues”.
A continuación han tocado “Llamando a la tierra”, aquella versión de “Serenade” de la Steve Miller Band que los puso en órbita tras dos buenos primeros discos, pero fallidos en ventas. En la comparación con la tríada previa, a Tarque se le veía sin embargo falto de ahínco, menos brillante, aunque este tema vital en su despegue ha servido para contentar el ánimo nostálgico.
Cortes más bucólicos se han alternado con otros más vivos y explosivos. Entre estos, sin duda se han encontrado los interpretados juntos a los invitados, como el propietario de “la guitarra que está por encima de casi todos en España”, Ariel Rot, con el que han tocado “Me estás atrapando otra vez”, de los Rodríguez.
“Rock & Ríos” fue una fuente de inspiración fundamental en el germen de este espectáculo, así que no podía faltar su autor. Con Miguel Ríos han tocado “Roto por dentro”, con Alejo Stivel han recuperado uno de las canciones emblemáticas de su trayectoria conjunta, “Usar y tirar”, y con Fito Cabrales han resucitado a la dulce niña “Carolina”, que ya no es tan niña ni tan dulce.
Aunque en cuanto a colaboraciones redondas, hay que citar “Miedo” junto a Enrique Bunbury y Carlos Raya y, sobre todo, “Las calles están ardiendo”, en un momento de auténtico drama incendiario, escenificado por la voz cargada de azufre de un genial e incombustible Mr. Scrooge, Enrique Villarreal “El Drogas”, con bastón y chistera.
Ya en solitario, tampoco se puede dejar de mencionar el baño de masas que Tarque se ha dado andando entre la multitud durante “Maggie despierta”, ni una soberbia y casi springsteeniana “Pasos de equilibrista” o, en el remate final, “Quédate a dormir”, mensaje de difícil misión tras este chute de adrenalina.