Entrevistar a un periodista siempre es más complicado y, si además es compañera de trabajo, tiene algo de curioso. La subdirectora y responsable de la sección de Internacional en elDiario.es, María Ramírez, lo pone fácil, porque si hay algo que le apasione es hablar de periodismo. Conoce cómo funciona el italiano porque empezó con una beca en Il Corriere della Sera, y es experta sobre todo en el norteamericano puesto que se graduó en el Máster de Periodismo de la Columbia con una beca Fulbright, fue corresponsal en Nueva York para El Mundo, y cubrió como reportera de Univision la campaña de Trump. Sabe también qué es trabajar en Bruselas, donde las jornadas de los corresponsales a menudo casi dan la vuelta al reloj.
Es una periodista que no se deja llevar por presiones y que sabe que la prioridad es explicar bien qué pasa. Algo que no siempre es fácil y a veces tampoco cómodo. De todo eso, su experiencia profesional y los cambios en el oficio va su último libro, El periódico, editado por Debate. Se trata de un repaso a estos últimos 25 años en los que el tránsito del papel al digital ha supuesto un cambio en las herramientas, en la organización de las redacciones, en el modelo de negocio y también en la manera de ofrecer y consumir información.
Un periódico es el resultado del trabajo de una redacción, aunque a veces sea coordinándose por videoconferencia o mensajes. En el libro aparecen algunos de los pioneros de las ediciones digitales, no solo en España. ¿Cuándo te diste cuenta de que aquella revolución era imparable?
Recuerdo los principios de los pioneros porque tuve la suerte de conocerlos pronto, a Mario Tascón, Gumersindo Lafuente o Borja Echevarría, y ellos lo vieron antes de verlo todos los demás. A principios de la década de los 2000 en las redacciones se vivía como un experimento, una cosa más. El gran cambio fue a mediados de esa década, cuando vimos que la audiencia empezaba a ser mucho mayor y que en las redes sociales había más fuentes de información y también cambiaba la relación con los lectores. En parte coincidió también con la crisis económica, y a los periódicos nos tocó nuestra propia crisis existencial que nos llevó a preguntarnos cuál era nuestro papel en la sociedad, cuál era nuestro modelo de negocio o cómo se podía hacer periodismo en internet.
En el libro cuentas que coincidiendo con esa etapa se despidieron a más directores que a gerentes.
Coincidió en muchos países y lo que pasó también es que hubo presiones políticas de gobiernos que aprovecharon un momento de debilidad de la prensa para hacer lo que hacen siempre, que es presionar, pero en muchos casos con más éxito. Había periódicos que venían de ganar mucho dinero y al cambiar la cosa culparon a la parte editorial al considerar que los directores y las redacciones habían perdido el pulso de lo que había que hacer. En cambio, muchos gerentes se mantuvieron pese a que tomaron las decisiones de llevar a cabo algunas inversiones multimillonarias cuando ya había crisis.
¿Uno de los grandes errores fue regalar el trabajo de los periodistas?
Ahora es más fácil verlo y decir que tendríamos que haber cobrado por las noticias. Pero también es verdad que al principio había muy poca audiencia. Algunos como El País lo intentaron y en ese momento no les funcionó. Por otra parte, si hubiésemos cerrado muy pronto probablemente habríamos experimentado menos. Después pagamos el precio de no haberlo hecho, pero las cosas pasan por algo y en ese momento tenía sentido.
El primer gran hito fue la publicación conjunta de Wikileaks, con varios medios de distintos países. Fue un hito periodístico por el contenido pero también por el reto técnico que implicaba.
Wikileaks era un disco duro gigantesco que había que procesar, ordenar y entender. Esa era una parte del trabajo de los desarrolladores. El director de El País en ese momento, Javier Moreno, explica que entonces los desarrolladores eran casi unos bichos raros en unas redacciones todavía muy centradas en el papel. Lo que pasó con Wikileaks es que periodistas y desarrolladores trabajaron juntos. Empezaron a hablar el mismo idioma. Además, en este caso, hay que sumarle el impacto global de varios medios coordinándose para publicar a la misma hora en internet. Una cosa curiosa que pasó es que Der Spiegel se equivocó y lanzó unos ejemplares en papel con la exclusiva. Alguien lo vio y empezó a contarlo en una radio suiza. El resto tuvieron que correr para publicarlo. El impacto, de todos modos, fue el mismo.
La vida de Julian Assange ha cambiado mucho desde entonces. Se enfrenta en EEUU a una posible pena de 175 años de cárcel. ¿Es un aviso para aquellos que se arriesguen a investigar?
Desde luego lo preocupante del caso Assange es el precedente. Él no es periodista y de hecho necesitó a periodistas para filtrarla y contarla con el cuidado necesario para proteger a las personas que pudiesen quedar expuestas por esa información. Pero jugó un papel de mediador que obviamente es importante en el desempeño de nuestro trabajo. Son casos en los que alguien que, por el motivo que sea, porque está cabreado con su jefe o con el orden mundial, tiene acceso a una información relevante y te lo puede contar. Lo preocupante, más allá del caso particular de Assange y de lo que se opine sobre él, es qué precedente puede significar para la libertad de prensa y para futuros filtradores.
Lo preocupante, más allá del caso particular de Assange y de lo que se opine sobre él, es qué precedente puede significar para la libertad de prensa y para futuros filtradores
Gracias a internet logramos una mayor velocidad y eso era bueno, pero también tiene su revés. Tenemos menos tiempo para buscar y contrastar. ¿Crees que después de un cierto desconcierto inicial ahora se está desandando camino y la mayoría de medios entienden ya que hay que apostar por una mayor calidad?
Se está desandando un poco el camino también un poco por la presión del modelo de negocio de la prensa. Hubo un momento, sobre todo en la década anterior, en que parecía que el periodismo se iba a venir abajo si no conseguíamos muchos ingresos y muy rápidos de la publicidad online y muy dependiente del clic pasajero aunque fuese un anuncio muy poco valioso. Eso es lo que empujó a la obsesión de dar mucho contenido, muy rápido, antes que nadie. El hecho de que ese modelo no resultase sostenible para casi nadie en el mundo ha conseguido que muchos periódicos se hayan centrado en conseguir unos lectores que realmente se lean un artículo hasta el final, algo que conviene también a los anunciantes, o apostar por modelos de suscripción como el nuestro en el que dependes del apoyo de los lectores y eso significara que no les vale cualquier cosa.
¿Qué tenemos que hacer para atraer a lectores jóvenes?
Más de lo que ya hicimos durante la pandemia. Diría que menos política entendida como seguir la última polémica de la última declaración de cualquier político y más información cercana a la vida cotidiana. En la pandemia lo tuvimos que hacer porque era una cuestión de vida o muerte de cara a toda la población, joven y no joven, y todos aprendimos mucho. Los equipos volcados en sanidad y ciencia nos enseñaron mucho al resto en las redacciones. Eso nos ha abierto un camino que a veces nos cuesta porque la mayoría de medios en el mundo están muy centrados en la política, pero esa vía nos acercaría a una audiencia más diversa. Eso y la información local. El trabajo de Somos en elDiario.es es un magnífico ejemplo.
Estuviste en Estados Unidos, primero como corresponsal en Nueva York y después cubriste la campaña electoral más extraordinaria para tu vida pero diría que para la de millones de personas. Trump, su agresividad con los medios y el uso de la mentira para ganar votos a cualquier precio. ¿Cómo la recuerdas?
La recuerdo con horror y como ninguna otra campaña, ni americana ni en otro país. Entonces trabajaba para Univision, una cadena de televisión que en parte emite en español, y a la que Trump señalaba directamente. A uno de los presentadores, Jorge Ramos, lo expulsó de una rueda de prensa porque el periodista le hizo una pregunta sin que él le hubiese dado la palabra. Eso es algo bastante habitual allí porque los periodistas acostumbran a ser más agresivos que aquí. Los momentos en los que Trump en los mítines nos señalaba, a veces por el nombre, sobre todo a las mujeres, era algo que no habíamos vivido nunca y que tiene consecuencias. Tanto que a veces el servicio secreto tenía que escoltar a algunas periodistas para salir de los mítines. Él lo contaba y era algo planeado. Quería que sus votantes no creyeran en los medios porque así cuando tuviese algún problema y lo explicasen nadie les creería. Otros políticos lo han imitado después y es algo muy preocupante.
Conoces muy bien el periodismo anglosajón. No se puede generalizar porque hay medios muy distintos y de calidad también muy diversa. ¿En qué crees que son mejores?
Lo que sí que diría es que hay una gran diferencia entre los grandes medios en Estados Unidos y el resto. Una de las cosas más admirables que han hecho allí es saberse adaptar a las demandas constantes y cambiantes de internet y a la hora de mantener el reporterismo más tradicional. Combinar la parte más joven, moderna e incluso divertida de internet y a la vez conservar el núcleo duro de la investigación. Es cierto que tienen muchísimos más recursos que cualquier diario en España, pero también es verdad que podríamos mirarnos un poco más en alguno de los regionales como el Boston Globe, que estaba al borde de la quiebra y haciendo muy buena información local está ahora en una situación mejor.
Cuando le preguntaste a Matt Karolian, del Globe de Boston, a qué métrica está más atento para medir el éxito al examinar el comportamiento de sus lectores, te respondió que la lealtad. ¿Cómo se puede mantener esa lealtad?
Es verdad que es algo un poco etéreo. Ellos son americanos y están todo el día con todo tipo de métricas para ver cuántas veces entras en un boletín, si has mandado alguna petición a un periodista o si has asistido a los encuentros que organiza el medio. Pero también hay algo cualitativo y eso se notó durante la pandemia y en cómo ayudar a los lectores. El Boston Globe, por ejemplo, creó una plataforma para que colaborasen entre ellos y luego la han mantenido. Muchas veces se trata de escuchar a los lectores.
El informe de Reuters es el termómetro de cómo estamos los medios de comunicación a nivel mundial y a la vez indica tendencias sociales que van más allá de los medios. ¿Tú qué destacarías del último informe?
En el caso de España llama mucho la atención cómo ha caído la confianza en las noticias, que no en los medios. La definición de noticia, para alguien que no se dedique a esto, puede ser algo que ha visto en Facebook o le ha llegado por WhatsApp, y que puede proceder de un medio o no. En cualquier caso esa tendencia a la baja debería preocuparnos a todos y no solo a los periodistas. A lo mejor hay que explicar mejor qué hacemos, cómo trabaja una redacción. Es una labor de pedagogía en lo que concierne a los periodistas. Pero también es una cuestión social y por eso es algo que debería estar en los colegios, hablar más sobre los bulos, enseñar qué es un medio y qué no lo es y eso es algo que también deberían tener claro los políticos. La erosión en la confianza en las noticias es un problema puesto que implica dejar de confiar en hechos. En Estados Unidos lo hemos visto y después pasan cosas como que llega una pandemia y hay gente que no se quiere vacunar o ponerse la mascarilla porque duda de los hechos más básicos.
En el informe se comprueba que los temas que se esquivan son los que a menudo ocupan las portadas: pandemia, guerra o coste de la vida. ¿Significa que la gente lleva tantas malas noticias acumuladas en los malos tiempos que quieren que les ofrezcamos algo de optimismo, aunque hay días en que sea casi imposible?
Casi siempre es noticia lo malo. Es verdad que una cosa es lo que la gente dice, casi como algo aspiracional, y otra es lo que lee. Porque cuando hay una noticia mala pero que le afecta, la gente la lee. Una manera de enfocarlo también es ofrecer soluciones o al menos informar de esa parte.
La erosión en la confianza en las noticias es un problema puesto que implica dejar de confiar en hechos
¿Qué aconsejarías a alguien que empiece ahora en el periodismo?
Sobre todo que se obsesione con el reporterismo, la tarea más básica, la de ir a un lugar, hacer la entrevista, y explicarlo. El reporterismo es el proceso más bello del periodismo. A veces a lo largo de tu carrera acabas haciendo otras cosas y otros géneros. A veces ponemos a los jóvenes a hacer múltiples tareas, pero la manera más básica de aprender y también de amar este oficio es acercarte a tu barrio y ver qué te pueden contar.
En este libro se comprueba cómo ha sido esta revolución, 25 años de auge y catarsis del periodismo en internet. Ahora te voy a pedir algo y es, con tu experiencia y después de haber hablado con tanta gente reconocida de la profesión, ¿te atreves a decir cómo serán los diarios dentro de una década?
Ha habido tantos errores... Te diría que quién sabe. Lo que sí creo es que el salto que falta es que los medios adopten el lenguaje más nativo de internet y del mundo que venga más allá del papel. Todavía nuestros ritmos y la manera de hacer nuestras webs siguen replicando muchos de los instintos de la prensa impresa. Probablemente la generación de periodistas más jóvenes, con menos tics heredados de la etapa del papel, nos enseñen cómo hacerlo de manera más natural. Aún estamos encorsetados en las viejas formas.