ENTREVISTA Historiadora

Mary Beard: “Ser feminista me ha traído más problemas que ser republicana”

Mary Beard se jubila. Pero solo de uno de sus múltiples trabajos, en el que más años ha invertido y al que profesa más cariño: la docencia. La catedrática abandona la Universidad de Cambridge dejando hueco a los de abajo y habiendo puesto patas arriba el sector académico. Si hoy en día conocemos mejor cómo vivieron las mujeres en la Roma Antigua y nos planteamos la historia con otra perspectiva es, en parte, gracias a ella.

Beard decidió incomodar a muchos de sus colegas desde el atril de la facultad, un programa de televisión en la BBC o una columna de opinión en The Times Literary Supplement. Pero sobre todo desde sus vastas investigaciones, que abarcan mucho más que cuestiones de género. Y de esta tarea, a sus 66 años, todavía no tiene previsto retirarse.

Un ejemplo es Doce césares (Crítica), el último libro que ha venido a presentar a España. En él no detalla quiénes fueron los autócratas que controlaron el Imperio romano desde la dinastía julio-claudia hasta la flavia. La clasicista se centra en las representaciones que se hicieron de ellos mucho tiempo después como símbolos de hegemonía y poder. ¿Por qué se realizaron con tal profusión? ¿Qué significan para el público moderno los rostros de emperadores muertos hace tanto tiempo y muchos de ellos con infames reputaciones?

De nuevo, la divulgadora británica pone el foco en nosotros, “los que miramos”, y en cómo interpretamos la historia. El libro está plagado de anécdotas, fotografías, falsas atribuciones y representaciones ficticias de Roma que dicen más de la sociedad que las falsea que de la que representan. “Es más importante entendernos a nosotros mismos que a los romanos”. Mary Beard nos recibe rodeada de estatuas y bustos clásicos en la sala 60 del Museo de El Prado. El día anterior ha sido “homenajeada” como la “novena musa” de la pinacoteca española, pero ni siquiera eso le hace perder la sonrisa, el sentido del humor o su afilado ingenio.

La semana pasada fue nombrada “musa” del Museo del Prado. ¿Qué opina de este título siendo usted una de las mayores críticas con el término?

Como puedes imaginar, he dicho en numerosas ocasiones que no es bueno ser una musa. Quiero ser la artista y la escritora, no la musa. Pero con todo, ¿cómo no sentirse agradecida por esta encantadora e inocente bromilla? No me lo tomo tan en serio porque no me convierte en una figura pasiva de inspiración. Aunque siempre seré fervientemente feminista cuando hable de la naturaleza de la musa, estoy muy agradecida. Es bonito recibir un reconocimiento más imaginativo que de costumbre.

Suele decir que los antiguos romanos no tienen mucho que enseñarnos. Pero ¿qué lecciones sobre el poder se obtienen de analizar las imágenes de los emperadores?

Los romanos no pueden darnos lecciones ni solucionar nuestros problemas. Nosotros somos mejores que ellos en eso. Pero pueden ayudar a conocernos mejor. Es muy importante saber de dónde proceden esos símbolos de poder y por qué los damos por sentado hoy en día. Mira un momento a estos tipos (señala una sala llena de estatuas de emperadores). No nos sorprenden. Sin embargo, en ese momento fueron algo innovador. Era un nueva forma de reflejar el poder y de comunicarse con las masas.

A lo largo de la historia, tanto en el arte como en la literatura occidentales, cada generación ha usado a los emperadores romanos como una manera de debatir sobre el poder y la corrupción. No son simples figuras colocadas ahí para ser admiradas, sino sobre las que hablar y a las que desafiar. Tanto para legitimarlos como para satirizarlos, los emperadores siguen vigentes y cuanto más los entendamos, mejor.

¿Cree que es problemático venerar las estatuas romanas o tenerlas en lugares públicos o importantes recibidores? ¿Deberían estar en un museo con su conveniente inscripción?

No deberíamos tratar los museos como basureros de estatuas. Si vamos a seguir usando la escultura como bien público, debería representar versiones más variadas de diferentes personas. Al final son solo bloques de mármol. No son reales. Los que somos reales somos nosotros.

¿Ve algún paralelismo entre esta cuestión y el actual derribo de estatuas? ¿Están las representaciones del poder destinadas a caer?

La idea de que todas las representaciones deben permanecer para siempre es una locura. Las estatuas han sido derribadas, movidas de sitio, cambiadas, tiradas al río o colocadas en un museo durante siglos. El problema no es que algunas estatuas tengan que ser derribadas, sino cuáles. Creo que debemos responder a la pregunta de para qué sirve una estatua antes de decidir si la queremos en la calle, en un museo o en el fondo del río.

La mayoría de las representaciones modernas de los emperadores, del siglo XV en adelante, no estaban ahí para ser admiradas. Estaban ahí para ser debatidas. Nadie con nociones básicas de historia clásica decidiría que una colección de bustos bonitos y muy caros de los doce césares era una buena forma de legitimar su poder. No se jactan de su poder, nos advierten de él. Nos obligan a pensar en la relación que hay entre el rostro del poder y la conducta del emperador reflejado. Es un error creer que la función de las imágenes públicas es la simple admiración. No lo ha sido nunca.

Creo que debemos responder a la pregunta de para qué sirve una estatua antes de decidir si la queremos en la calle, en un museo o en el fondo del río

Considera la Antigua Roma como una especie de “lugar seguro” porque queda demasiado lejos como para que ofenda a nadie. Pero hemos visto que incluso el arte inspirado en esa mitología sigue despertando debates.

En efecto, y un ejemplo son las pinturas de Tiziano sobre las violaciones mitológicas. Encontramos en la actualidad todo tipo de legados del mundo antiguo, y creo que los peores son la aceptación de la violencia sexual, el poder del hombre por ser hombre o el silenciamiento de las mujeres. He escrito mucho sobre ellos. Pero no querer ver esas pinturas, por muy desafiantes que sean, no ayuda a enfrentarnos al problema. Hay que mirarlas directamente a los ojos y preguntarnos qué ocurría en el pasado. Por qué damos por sentado cosas como la desnudez o el abuso femenino en la pintura. Pero no es necesario ocultarlo.

En el libro cuenta la historia del sarcófago de Alejandro Severo como un ejemplo de olvido. ¿Cree que el legado romano cada vez importa menos y que al público solo le interesan las historias de emperadores depravados para compararlos con los políticos actuales?

Espero que no. Tendemos a negar nuestro interés y conocimiento sobre el mundo antiguo. Si preguntas por la calle, la mayoría de la gente te dirá de forma instantánea que no sabe nada. Y casi siempre es mentira. La gente sabe mucho más de lo que aparenta. Simplemente viendo un taquillazo como Gladiator ya nos cuestionamos acerca del poder de una forma muy interesante.

Cuando estaba escribiendo el libro me fijé en cómo la gente reaccionaba a los bustos romanos hace 150 años. Las personas se pasaban tres horas observando a los emperadores. Ahora la gente pasa de largo. Se considera que el conocimiento sobre el mundo antiguo es una especie de privilegio social y de educación elitista. Y en parte es verdad. Si eres rico, si eres Boris Johnson, sabes quiénes fueron estos tipos (señala a la sala). Por eso me gusta ayudar a que todo el mundo se involucre. Millones de personas ven mis programas de televisión y me parece muy productivo. Es un “espacio seguro” para debatir y es muchísimo más fácil llegar hasta el fondo del Imperio romano que del Imperio británico o español. Podemos hablar más libremente.

En relación a esto último, ahora mismo existe una disputa entre lo que se llama imperiofilia e imperiofobia. ¿Cuál es su visión como historiadora?

De nuevo, esta distinción binaria me parece terrible. Es como lo de derribar o mantener las estatuas. ¿O aplaudes un imperio o lo odias? No creo que polarizar así sea útil para pasar a la siguiente etapa. Todos los imperios son iguales en términos de explotación. ¿Justificamos la colonización británica de África? En absoluto. ¿Todos los que participaron eran malvados? Bueno, la historia no funciona exactamente así. Hay que tener cuidado con culpar moralmente al individuo. Tampoco nosotros queremos ver quiénes fabrican nuestros smartphones ni en qué condiciones. Dentro de cien años habrá gente que diga que nos beneficiamos de una forma moderna de esclavitud. El estudio del imperialismo debe ayudarnos a comprender mejor la ceguera humana.

Dentro de cien años habrá gente que diga que nos beneficiamos de una forma moderna de esclavitud. El estudio del imperialismo debe ayudarnos a comprender mejor la ceguera humana

En el libro compara la autorrepresentación de los emperadores con la de la monarquía. ¿Por qué necesitan reforzar su poder mediante estas imágenes superiores de ellos mismos?

Es difícil simplificar, pero en general esas imágenes tienen varios cometidos. Por una parte, le hablan al monarca. Yo soy republicana, pero escribir sobre estos símbolos de poder me ha hecho comprender los dilemas del autócrata. Sentir simpatía por los reyes y monarcas está pasado de moda. Pero mirándolos te das cuenta de que son muy ordinarios, son frágiles seres humanos. Ellos en cambio tienen que creerse que son superiores. Es mucho más difícil convencer al monarca de que tiene algo especial que a sus súbditos. La monarquía es una institución con un enorme vacío en su interior.

¿Y cómo los relaciona con los antiguos romanos?

Algunos de los mejores bustos imperiales fueron encontrados en las propiedades privadas de los emperadores romanos. Eso significa que los emperadores aprendían a comportarse como tal mirándose a sí mismos. De forma parecida, cuando la princesa Diana se buscaba a sí misma cada mañana en la prensa británica, lo que muchos interpretaron como un símbolo de vanidad, estaba recordando cómo ser princesa. Cómo ser la princesa Diana. Esas imágenes le hablaban tanto a ella como a nosotros.

En el libro cuenta que el primero que grabó su cara en una moneda fue Julio César. Pero seguimos viendo a reyes y reinas estampados en billetes en la actualidad. ¿Por qué se ha mantenido este acto de propaganda?

Porque ni nos damos cuenta. Cuando Julio César fue la primera persona en poner su rostro en vida en las monedas, fue algo impresionante e impactante. Un signo de su enorme poder. Ahora tenemos los bolsillos llenos de monedas con la cara de monarcas y ni reparamos en ello. No creemos que sea nada peligroso, pero es llamativo. Fuera del sistema monárquico, si un presidente dice que va a estampar su cara en una moneda, habría una revolución.

Mirando a los monarcas te das cuenta de que son muy ordinarios, son frágiles seres humanos. Ellos, en cambio, tienen que creerse que son superiores

Usted es una mujer republicana en un país monárquico y feminista en un entorno académico que durante mucho tiempo ha sido sexista. ¿Le ha supuesto algún problema en su carrera?

Sí y no. Ser feminista me ha supuesto más problemas que ser republicana. Pero porque soy una republicana soft. Si inventase el sistema político inglés y me preguntaran si crearía la monarquía, diría que no. Absolutamente no. ¿Está la primera entre mis prioridades de reforma política? Tampoco. No quiero un cambio de poder al estilo de la Revolución Francesa, aunque pienso que la monarquía es un poco tontería.

En cambio, sí creo que el feminismo me ha metido en problemas. Y soy mucho más vehemente en cuanto a esto que en cuanto a la Reina de Inglaterra. Y aunque estoy segura de que la Reina no es feminista, al menos no de la forma en la que yo entiendo el feminismo, que la jefa de Estado fuese una mujer me cambió cuando era niña. Como feminista te metes en problemas por serlo, por decir lo que piensas y por no callarte por el simple hecho de ser mujer. Muchos de los problemas que tengo en redes son porque algunos hombres piensan que no tengo derecho a hablar.

Gracias a su labor y al de otras historiadoras, ¿cree que se ha hecho justicia finalmente con la figura de la mujer en la Roma clásica?

Yo creo que ahora entendemos mejor las cosas. Por ejemplo, en lo que respecta el matrimonio. El primer matrimonio romano empezó con el rapto y la violación de las sabinas. O la violación de Lucrecia, una virtuosa mujer que fue atacada por un soldado romano. Después se suicidó y aquello llevó al derrocamiento de la monarquía y al desarrollo de una especie de democracia romana. Es una historia muy famosa y repetida a lo largo de los siglos. A primera vista parece una anécdota. Pero si nos fijamos mejor, nos damos cuenta de que los autores romanos también debatieron cosas parecidas a las que nos planteamos ahora. Se preguntaron si era inocente, si se resistió frente al violador o cuál era la relación entre su suicidio, su inocencia y el consentimiento. No creo que nos gusten la mayoría de sus respuestas, pero al menos se lo plantearon. Prestaron atención a estos asuntos. Y ahora lo sabemos.

Ahora están surgiendo nuevos debates alrededor de cuestiones LGTB, transgénero o queer. ¿Se sabe algo de esto en la Antigua Roma?

Sí, y es muy interesante. La gente se imagina que Roma y Grecia eran mundos donde la división de género era marcadamente binaria. Y por supuesto los fundamentos de la cultura grecorromana se cimentan sobre una división binaria entre mujer y hombre. Pero el movimiento trans ha sido realmente influyente en el estudio del mundo antiguo. La mitología se ha cuestionado mucho la división entre lo masculino y lo femenino. ¿Se pueden combinar? ¿Están realmente tan separados?

Una de las estatuas más famosas del mundo antiguo es la que se tituló como Hermafrodita, que muestra a una persona con pene y con pechos. El mundo académico lo ha interpretado siempre como una especie de broma. Pero hay personajes que ya se presentaban como un hombre y una mujer a la vez, como Tiresias. O el caso del emperador Heliogábalo, el primero transgénero. Si abres bien los ojos, hay todo tipo de exploraciones sobre la fluidez de género en el mundo clásico.

El movimiento trans ha sido realmente influyente en el estudio del mundo antiguo. La mitología se ha cuestionado mucho la división entre lo masculino y lo femenino

La rama más conservadora de la Historia considera que estos debates son anacrónicos. ¿Qué respondería ante esto?

Siempre ha habido personas que dicen que la historia es un anacronismo en sí misma y nunca ha pasado nada. Creo que el mayor problema de la Historia es el que respecta al currículum educativo. Es fácil decir que nuestros hijos deben aprender informática y no latín. Ha calado la idea de que la Historia es inútil o, aún peor, que es un mero placer sin importancia. Pero poner un ojo en el pasado nos ayuda a tener un punto de vista más sofisticado y sutil. Los políticos no lo entienden y prefieren reducir la educación a una versión utilitarista.

Una de las cosas que tenemos que aprender después de la pandemia es a valorar la Historia. La ciencia es crucial para desarrollar una vacuna, por supuesto. Pero no podemos entenderlo todo desde un pensamiento práctico. La Iliada de Homero, el primer libro de la literatura occidental, empieza con una plaga. Toda esta cultura nos ha ayudado a lidiar con pandemias. Tenemos que ponernos en contexto si queremos mirar hacia adelante.

Supongo que se lo preguntarán constantemente, pero ¿qué le queda por descubrir sobre los romanos?

Hay muchas cosas que todavía no sabemos y que no sabremos nunca. Creo que hay que reconstruir mejor la Roma de las mujeres o la Roma de los esclavos desde su punto de vista. También hay grandes cuestiones que llevamos siglos haciéndonos y permanecen sin responder: ¿por qué los romanos crearon un imperio? No creo que fuese porque eran más violentos que otros. Y aún más importante: ¿por qué cayó el Imperio? Habrá cosas que nunca conoceremos del todo y otras sí. Un tercio de Pompeya sigue enterrado. Cuando lleguemos a ella sabremos más sobre qué comían, qué enfermedades tenían, cuánto vivían, de dónde venían, de qué dependía su movilidad, qué climas sufrieron.

Ha anunciado que se jubila de la universidad. ¿Cómo le gustaría ser recordada por sus alumnos? Y haciendo un guiño a su libro, ¿qué pensaría si la homenajeasen con un busto o una estatua?

(Ríe). ¡Estaría espantada! Si hiciesen algo así preferiría que fuese algo genérico sobre las mujeres o las personas racializadas. Tengo muchísimas ganas de retirarme. He dedicado 40 años a la docencia y aún lo disfruto, pero es hora de que los jóvenes que necesitan un trabajo o que están abajo del todo tomen el relevo. No es justo que las personas como yo nos asentemos en la cima.

Y me gustaría ser recordada como una vieja decente que dio lo mejor de sí misma e intentó cambiar lo que es injusto. Todo lo que una puede hacer es intentar decir lo que piensa. A veces puedes cambiar opiniones y mentalidades hablando. Espero que mis alumnos hayan aprendido a esforzarse y a no amedrentarse frente al poder de otros.

Es fácil decir que los niños deben aprender informática y no latín. Ha calado la idea de que la Historia es inútil o, aún peor, un mero placer sin importancia