Un seudónimo puede engañar, pero las cifras del ISBN no: en el año de la pandemia se publicaron 23.691 títulos de libros en papel escritos por hombres. Los títulos firmados por autoras fueron 13.488. Es decir, el 36% del total. En 2020 casi el 64% de los libros que llegaron a las librerías eran obras de hombres, pero hace solo cuatro años era peor. En 2017 ellas apenas eran el 31% (12.683 títulos en papel). Carmen Mola ocultaba tres hombres y una desigualdad que apenas se ha roto, a pesar del crecimiento de la presencia de las autoras en los puntos de venta en 2019, cuando el sector publicó más títulos y a más mujeres (fueron el 35,5%).
Antes de 2017 no existen datos sobre la segregación por género. La primera vez que se incorporó esta perspectiva al balance anual que hace el Ministerio de Cultura ocurrió en 2019, cuando hizo públicos los registros de 2018. Hasta ese momento no había importado la desigualdad de la industria del libro. A partir del descubrimiento de esta realidad, el sector ha rectificado la inercia aunque se mantenga lejos de la igualdad.
Es llamativo que, tal y como desvelan estos datos de 2020, una industria desigual como la del libro esté sostenida por mujeres. En primer lugar por las lectoras y compradoras. En la encuesta de Hábitos y prácticas culturales en España, realizada en 2019 por el Ministerio de Cultura y Deporte con la colaboración del INE, se observa que entre las mujeres es mayor la afición por la lectura, un 69,4%, frente al 62% de ellos. Hay más lectoras que autoras.
De hecho, en otra encuesta realizada en junio de 2020 por la Federación de Gremios de Editores de España (FGGEE), durante el confinamiento las españolas leyeron más todavía que los españoles. En el aislamiento para esquivar el coronavirus la distancia entre sexos creció más: entre ellos hubo un 48% de lectores, y entre ellas un 66% de lectoras. Es decir, ellas sostienen las ventas, aunque la industria apueste por el hombre. Además, según el INE empleo cultural en el sector editorial sigue liderado por los hombres, aunque por poco: el 50,6% son trabajadores y el 49,4% son trabajadoras. El mundo de la edición roza la igualdad, aunque no el de la creación.
Si ponemos la lupa en los dos géneros literario estrella veremos que la distancia entre los escritores y las escritoras crece tanto que las obras literarias de ellos casi duplicaron las de ellas, en 2019: 12.304 frente a 6.987. En el ensayo es todavía peor: 13.672 títulos publicados por autores frente a 6.185 de autoras. Ese año la asociación Clásicas y Modernas publicó un interesante informe sobre este aspecto, en el que se asegura que “tradicionalmente a las mujeres no se les ha reconocido como voz de autoridad” y “en la actualidad las mujeres no son reconocidas en general como líderes intelectuales”.
“Existe un bloqueo importante para que las mujeres den un paso adelante en el espacio público”, cuenta la escritora Aixa de la Cruz, nacida en Bilbao hace 33 años y autora de Cambiar de idea (Caballo de Troya). Su experiencia como profesora en talleres de escritura lo demuestra: de las 30 personas que se apuntan, seis son hombres. “Ellas están más atenazadas por el síndrome del impostor, sigue habiendo mucho más miedo a considerar que lo que una hace es digno. Seguimos siendo educadas para ser discretas, para tener miedo a exponernos. La exhibición está más penada para nosotras”, añade De la Cruz.
A pesar de todo reconoce que hasta hace poco no interesaba publicar a las mujeres, porque no interesaba su punto de vista ni los temas femeninos. Había un claro problema de representación que repercutía en el acceso de las mujeres a la publicación. En los últimos años existe un ligero movimiento de visibilización: “Las editoriales más literarias están privilegiando voces y representaciones del punto de vista femenino”, explica Aixa de la Cruz. Por su parte, Elvira Navarro no cree que las mujeres tengan problemas para publicar. “No se puede sostener que no se publica a mujeres. Hay mayoría de mujeres en las voces más jóvenes. Donde hay una ausencia escandalosa es en los manuales de literatura, donde ellas están ausentes y deberían estar por derecho propio, no por ser mujeres”, indica Navarro, autora de La isla de los conejos (Literatura Random House).
Los editores de Nere Basabe le dicen que no llegan manuscritos de mujeres. “Hay inseguridad de la voz femenina, pero también una norma de lo que se considera buena literatura. El canon”, dice la politóloga, novelista, articulista, profesora de Historia contemporánea en la Universidad Autónoma de Madrid y autora de El límite inferior (Salto de página). Para Basabe el origen de la desigualdad, las dudas y miedos está en la construcción de “lo bueno”. Los que deciden la calidad de lo literario siguen siendo hombres, indica: “La crítica literaria está en manos de hombres exclusivamente”.