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Miniaturas para amueblar un verano

Cuando un libro se etiqueta como best seller significa que ha obtenido una gran acogida por el público pero no siempre por la crítica. Es el caso de megaventas como 50 sombras de Grey o la autoayuda New Age de Paulo Coelho, por poner sólo dos ejemplos. Los lectores gozan con sus obras, los expertos se estremecen con solo ver la portada. Pero, como en todo, hay excepciones.

Jessie Burton ha conseguido que su primera novela forme parte de ese exquisito grupo de libros que consigue llegar a miles de lectores con el beneplácito de aquellos y aquellas que se dedican a diseccionar minuciosamente obras literarias en busca de aciertos y errores. La casa de las miniaturas ha vendido en Inglaterra más de medio millón de ejemplares desde su publicación a principios de 2014, se ha traducido a más de 30 idiomas y además, las reseñas aparecidas en los medios han sido mayormente positivas.

A España llegó en mayo de la mano de la editorial Salamandra en castellano y de Ara Llibres en catalán (con traducciones de Carlos Mayor Ortega y Josefina Caball, respectivamente). Según Sigrid Kraus, de Salamandra: “Las ventas internacionales no existían aún cuando lo contratamos. Fue antes de la feria de Londres de abril 2014, porque de todos los manuscritos que leímos, este nos pareció que destacaba. Luego fue el libro de la feria y los derechos se vendieron en muchos países”. Sin duda tuvieron buen ojo. En España: “La acogida ha sido espectacular, especialmente considerando que la autora era una perfecta desconocida. El libro figura en estos momentos en las listas de los más vendidos de nuestro país”, afirma Kraus.

El día que la escritora se compró unos billetes para viajar a Ámsterdam seguramente no era consciente de que estaba a punto de encaminar su vida hacia el éxito. Actriz de notoriedad moderada y con un trabajo en la City londinense como método de subsistencia, en 2009 descubrió la casa de miniaturas de Petronella Oortman en el Museo Nacional de la capital holandesa. Perfectamente conservada, con revestimientos de peltre y carey, aquel mueble de 1686 dividido en nueve departamentos reproducía con exactitud el interior de una casa de Ámsterdam del siglo XVII. Su construcción había requerido la misma inversión monetaria que la de la propia casa que la acogía.

Esa fue la inspiración que impulsó a Burton a ponerse delante del teclado, previa documentación sobre el Siglo de Oro neerlandés, en el que se ambienta su libro. Aunque al principio recibió el rechazo de varias editoriales, cuando llegó la subasta de los derechos en Inglaterra once postores se pegaron por ellos, alimentando así la propia historia de la escritora. Su novela puede incluirse dentro de la categoría de ficción histórica, como El jilguero de Donna Tartt y La chica de la perla de Tracy Chevalier, novelas también ambientadas en Ámsterdam durante el siglo XVII y con las que se la ha comparado.

La fortaleza femenina

En el libro, Nella Oortman es una joven que llega a Ámsterdam después de que su familia la case con un comerciante de la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales. Lo que ella piensa que será un romance resulta ser un matrimonio de conveniencia que la sitúa en una casa de ambiente taciturno y austeridad extrema pese a la supuesta riqueza de sus dueños. Su marido Johannes Brandt está constantemente de viaje y ella tiene que lidiar con el carácter severo de su cuñada Marin y con una soledad inesperada.

Cuando regresa de uno de sus múltiples viajes, Johannes le regala a Nella una casa de muñecas que reproduce el interior de su propio hogar. La protagonista se queda estupefacta, ya que piensa que el obsequio es infantil e inservible para una mujer como ella, que más bien espera otro tipo de relación con su esposo. Pese a todo y teniendo en cuenta el ambiente poco festivo de su nuevo presente, Nella empieza a encargale piezas a un miniaturista de la ciudad para amueblar las pequeñas habitaciones. Los paquetes que recibe no contienen simples objetos, sino que también le dan pistas sobre los secretos que se esconden tras las puertas de la ciudad, incluidas las suyas. Con los mensajes y la información que, además de intuir, le transmite la sirvienta y cómplice Cornelia, Nella irá atando los cabos de la vida que le ha tocado.

Es cierto que los personajes femeninos de la novela son los que tienen el peso principal de la misma. Kraus comenta que: “Me sedujo la evocación del Ámsterdam en el siglo XVII como escenario de una historia atemporal, protagonizada por un personaje femenino complejo y fuerte, que se va transformando a lo largo de la novela”. Sin embargo, la escritora no le quiere dar una importancia especial a dicho tema. Según declaraciones a The Guardian: “No era consciente de tener un personaje femenino valiente, simplemente surgió de manera natural. Siempre he luchado contra ese concepto de 'mujer fuerte' porque todas las mujeres que conozco lo son y es un término que sugiere que, por defecto, serían débiles (...) A muy pocos hombres novelistas les preguntan que por qué tienen a hombres muy firmes en sus libros”.

Lo único real que se puede encontrar en el libro es, precisamente, la casa de las miniaturas. En su momento fue un entretenimiento común entre las mujeres ricas de la zona. Su auténtica dueña, de la que no sabe demasiado, conocía la sociedad en la que vivía, se casó dos veces y tuvo un hijo con su primer marido. Su homónima en la novela es una joven recién llegada a la ciudad desde el mundo rural, que no tiene experiencia y no sabe muy bien cómo actuar ante los secretos a los que se enfrenta. En ella se pueden encontrar pinceladas de otros personajes célebres de la literatura como puede ser la Jane Eyre de Charlotte Brontë.

Burton no ha dejado pasar el tirón de su debut y se ha puesto rápidamente a escribir su próximo libro, la prueba de fuego que decidirá si La casa de las miniaturas ha sido un éxito anecdótico o la consolidará como escritora. Actualmente ya está llevando a cabo las correcciones de su próxima novela, que tendrá una parte ambientada en la guerra civil española de 1936. Por el momento, su primera obra se ha convertido en uno de esos libros adictivos que animará en verano a más de un lector, tanto si busca un simple entretenimiento en sus páginas como si se preocupa del nivel literario. El beneplácito de gran parte de la crítica permite leerlo como un placer sin el adjetivo culpable.