Yo debería estar muerto es el título de las memorias del músico, productor y exvocalista de Tequila, Alejo Stivel. “Es una realidad que no podía eludir. A lo largo de mi vida estuve varias veces al borde de ir al otro barrio”, explica sobre la elección del título. La última hace poco tiempo, a causa de un cáncer, del que ya se ha recuperado.
“Exiliarte a otro país es una marca a fuego que te queda y condiciona para mal y para bien”. El cantante llegó con su madre a España desde su Argentina natal cuando tenía diecisiete años. Le hizo falta muy poco tiempo para triunfar con Tequila. “Llegar a un país donde no conoces a nadie y en un año estar vendiendo discos y tocando para miles de personas, es algo completamente inexplicable”, reconoce a este periódico sobre los inicios de la banda de rock que lideró junto a Ariel Rot. Tras la separación del grupo, pasó los que en su libro ha denominado como “The dark years [los años oscuros]” entre drogas, alcohol y mucha fiesta. Tras dejarlas centró su carrera en la producción.
A esta etapa le debemos el cante rasgado de Sabina, varios discos de M Clan, el debut de El Canto del Loco y el de La Oreja de Van Gogh. Grabación para la que, como reveló este periódico, hizo falta que grabaran otros músicos porque los integrantes originales de la banda –a excepción de Amaia Montero–, “no tocaban bien”. “Era algo que se ocultaba para no perjudicar el prestigio del grupo”, valora, “ahora ya no les hace daño porque están muy establecidos. Queda como una especie de anécdota del pasado”.
Tequila ha sido definido como la “banda sonora de la Transición”. ¿Qué opina al respecto?
En cierto modo sí. Rompimos mucho con lo que había en ese momento, que era una escena muy casposa, de cantantes melódicos. Todo era muy impostado y hortera; y llegamos nosotros con una actitud irreverente, desmadrada y con un rock en castellano que puso medio patas arriba la escena musical del país. El final de la dictadura fue como si se hubiera abierto la jaula y todo el mundo saliera a pasarlo bien, a desmadrarse. La gente tenía muchas ganas de divertirse y esa era la propuesta con la que veníamos. De “vamos a tocar un rock and roll en la plaza del pueblo” y esa chispa prendió.
Salta es otra de sus canciones que permanece en el imaginario, cuyo origen fue algo accidentado.
El día que íbamos a grabarla no estaba muy inspirado. Estábamos en Londres y me fui al cine a ver si mejoraba. Llevaba la letra en uno de los bolsillos del pantalón y la perdí. Me di cuenta cuando llegué de nuevo al estudio. Intenté recuperarla pero me dijeron que no habían encontrado nada. Solo recordaba que decía: “Salta, salta conmigo”. Me comprometí a escribirla otra vez por la noche para poder cantarla a la mañana siguiente, temprano. No teníamos más días. Compuse una letra alternativa, nunca sabremos qué decía la original. Quiero creer que el destino obró a mi favor y que esta es mejor que la otra. Quizás no hubiera sido un hit.
Dedica uno de los capítulos a los que define como sus “años oscuros”, que pasó en Nueva York. ¿Cuánto de presente han estado las drogas en su vida?
He tenido mucho cariño a las drogas. Me he llevado muy bien con ellas, hasta que en un momento vi que la cosa se podía complicar y me retiré, sin tratamiento ni nada. De un día para otro dije: “Ya está”. Y las dejé. Tras la separación de Tequila, estuve tres años sin hacer nada más que drogarme, beber, salir todas las noches y dormir todo el día.
Todo mi entorno estaba muy preocupado. Me decían que si “ya iba siendo hora” y si pensaba en hacer “algo”. Un trabajo, ir a una oficina, pegar sellos, ser camarero en un bar... Y no, tenía que estar ahí. No tenía ni idea de que iba a escribir un libro, pero siempre decía que, si lo hacía, aquellos serían los “dark years” porque me sonaba muy mitológico. Como si fuera la vida y obra de Bob Dylan o de un artista muy importante que pasó sus años oscuros.
A partir de ahí entró de lleno en la producción, ¿qué aplicó de su experiencia en Tequila al desarrollar su faceta como productor?
En Tequila nos producíamos nosotros. Nadie nos había enseñado cómo se hacía, pero desde el comienzo teníamos muy claro cómo teníamos que sonar. Soy 120% autodidacta. Empecé a producir porque alguien me lo propuso y fui aprendiendo sobre la marcha. Del trato con los artistas aprendí más en mis años de psicoanálisis que en los de grabar en un estudio, porque te conviertes en una especie de terapeuta del artista.
Tienes que tratar de sacar lo mejor de ese cantante, ese guitarrista. Aprender a visualizar hasta dónde puede llegar y no pedir de más porque no lo va a hacer. Y tratar de hacerlo de una manera amable pero también realista. A veces tienes que ser un poquito duro pero se saca mejor resultado con más mano izquierda. Tratando bien a la gente. No soy partidario de la tortura.
Un grupo al que no torturó pero sí que tuviste que decirle que necesitaban ayuda para grabar fue La Oreja de Van Gogh. ¿Por qué no se sabía hasta ahora que podía ocurrir un productor llegara al estudio y no pudiera grabar por falta de nivel?
Con un grupo entero solo me ocurrió esa vez. Me ha pasado que fuera un miembro suelto, el batería, el guitarra o el bajista, que no dieran la talla y planteáramos llamar a otro porque no estuviera a la altura. Esa fue la única ocasión en la que realmente vi que había que llamar a otros músicos porque había que grabar sí o sí.
También había una especie de pacto de silencio tácito. Nadie dijo: “No hablemos de esto”. Pero realmente, hasta que yo no te lo conté a ti, nadie hablaba de ello. Fue hace poquito tiempo que me tiraste de la lengua y te lo conté. Pero nunca lo había hecho porque entendía que no era lo mejor para el grupo. Todos los que lo sabíamos preferíamos callar. De hecho, en los créditos no vienen los músicos que tocaron. Era algo que se ocultaba para no perjudicar el prestigio del grupo. Tú eres la culpable de toda esta situación.
¿Cree que, una vez descubierto, los fans deben cambiar su manera de pensar sobre el grupo?
Quizás en ese momento sí, porque estaban labrándose un futuro y podía haber perjudicado su credibilidad. En EEUU ocurrió con Los Monkeys, que no tocaban. En ellos era más dramático todavía porque cuando actuaban había una banda detrás de la cortina. No sabían tocar. El día que se descubrió fue definitivo. La banda se acabó, la gente se sintió estafada. Podía haber pasado algo así si tú me hubieses entrevistado esos años y me hubieras tirado de la lengua. No sé si lo hubiese dicho, pero no lo decíamos porque éramos conscientes de que al grupo le iba a perjudicar mucho.
Ahora pasaron muchos años. Lo hice sin la menor intención de perjudicarlos porque realmente me lo preguntaste muy bien y te contesté. Pero creo que ya no les hace daño porque es un grupo muy establecido y con mucho éxito, porque luego aprendieron a tocar y hace mucho tiempo que son ellos. Queda como una especie de anécdota del pasado.
Se ocultaba que los músicos de La Oreja de Van Gogh no pudieron grabar su primer disco para no perjudicar su prestigio. Había una especie de pacto de silencio tácito. Ahora ya no les hace daño porque están muy establecidos y tienen mucho éxito. Queda como una anécdota del pasado
¿Qué supuso para su carrera 19 días y 500 noches? ¿Cuánto influyó en la manera de cantar de Sabina?
Es el disco que más tiempo tardé en grabar. Y visto lo visto, fueron dos años muy bien invertidos. Veía que en sus discos anteriores le llenaban la voz de efectos. Intentaban hacerla más bonita. Yo le dije que no iba por ahí, que ni con una montaña de mil metros de efectos iba a tener una voz bonita. Su encanto es otro. En su casa le oía cantar a las cuatro de la mañana, con algunos tragos encima y le decía: “Tienes que grabar así”. Pero yo no pensaba ni que iba a producir su disco ni que tenía posibilidades. Él tenía a su equipo de gente y fue un comentario completamente desinteresado. Era mi opinión.
Él se la quedó y a las semanas me dijo que por qué no le producía el disco. Básicamente le quité todos los efectos y le pegué al micro para que se oyera hasta la última arruga de su voz. El día que vino el director de la compañía al estudio a oír por primera vez el disco, se sentó y dijo: “¿Pero no canta nada? ¿Se quedó sin voz?”. Le dije que era otra voz y que esperara. Al oírlo entero me dijo que sí, que tenía que acostumbrarse al cambio. Y hasta el día de hoy.
¿Por qué estuvo a punto de ser 'chico Almodóvar' en Laberinto de pasiones?
Pedro y mi madre eran muy amigos. Ella se llamaba Zulema. En Dolor y gloria hay un personaje que se llama como ella en homenaje. Cuando estábamos pegando con Tequila me dijo que tenía el guion de una película y que le gustaría que hiciera el papel protagonista. Yo me asusté. Estaba en plena efervescencia de la banda. No descansábamos ni un día de ensayos, grabaciones, giras, conciertos; y aquello supondría dejar al grupo tirado dos meses. ¿Quién sabe qué hubiera sido de mi vida si hubiera hecho la película? No tengo ni idea. De vez en cuando digo: “Tendría que haber dicho que sí”. Pero bueno, así está escrita la historia.
En el libro se define como internacionalista y dice que no cree ni en las banderas ni en las nacionalidades. ¿Por qué?
Las banderas y las naciones están creadas por ricos, dueños de la tierra, de la economía, que empezaron a poner fronteras, límites. Y normalmente mandan a los pobres a morir en una guerra contra otros pobres de otro pueblo, con otra bandera que los identifica. Comerle el coco a la gente para que sienta esa bandera como algo suyo, y esté dispuesta a dar la vida por las tierras de un señor. Ahora el mensaje se ha sofisticado mucho pero estamos más o menos en lo mismo.
Hay alguien en un despacho. Un lugar muy cómodo, confortable y mullido, que decide hacer la guerra contra otra gente. Y nos manda a nosotros, que somos los pringados, la clase media, a pelear por algo que no es nuestro. Es un cuento macabro. Yo creo que soy igual que un etíope, un americano, uno de Alaska o de la Patagonia. Todos tenemos dos patas, dos ojos, dos manos, dos brazos. Me parece una estupidez defender algo que no es tuyo. La patria es de quien tiene la pasta. Como dice el gran Jorge Drexler, “ningún trapo vale una vida”, y las banderas son trapos pintados de un color.
La patria es de quien tiene la pasta y las banderas son trapos pintados de un color
¿Cómo ve Argentina desde la llegada de Milei?
Para mi es muy difícil hablar de esto porque no comparto para nada la idea de desmontar el Estado de bienestar. El suyo es muy precario, no es como el que hay aquí o en Suecia; pero dentro de Latinoamérica es en el que hay más tejido educacional y sanitario. Aunque los han destruido bastante, todavía es un país donde la clase media tiene mucho peso. Milei defiende el modelo neoliberalista de Estados Unidos, donde cada uno se busca la vida y el mercado se rige solo. Él está en un lugar muy cómodo, a él no le afecta. Su falta de empatía y la insensibilidad es tan grande que no puedo estar de acuerdo.
Por otro lado, salió votado por la mayoría. Hitler ganó las elecciones, aunque fuera de una manera un poco rara. Trump también, Bolsonaro también. Puedes dar tu opinión, pero no puedes decir “ojalá se muera o acabe” porque se le votó. Espero que mucha de la gente que lo hizo, lo sufra en carne propia, se arrepienta y cambie su voto en las próximas elecciones. Sería la única manera de aliviar un poco, si es que el daño que hace en estos años de periodo gubernamental no dejan unas secuelas que sean tan difíciles de reparar. Si tú privatizas y le das todo a los empresarios y la gente que controla la economía, pasas los servicios que eran públicos a lo privado, después tendrás que ir a quitárselos. Y ahí se arma el lío, ya que lo defenderán con armas si es necesario.
¿Le preocupa que en España pueda ocurrir algo parecido?
Claro que me preocupa. Si ocurrió en Italia, que es el país donde los partidos de izquierda eran los más grandes de toda Europa Occidental, puede pasar en cualquier lado. Según leo, la economía va bastante bien, el paro y la inflación bajan, estamos a la cabeza de Europa en tema económico. Creo que Nadia Calviño fue la mejor ministra de Economía de la Democracia. Espero que la gente se dé cuenta de esto y no vote opciones radicales absurdas que lo que proponen son delirios.
¿Qué se podría hacer desde el estado para mejorar la industria musical del país?
Es difícil, porque el Estado está muy presente en el cine. Si no lo estuviera, no se harían todas las películas que se hacen ni el cine español tendría la entidad que tiene. Como en Francia, donde el Estado participa mucho más que en España. En algún momento propuse que se estableciera una similitud entre las ayudas al cine con las de la música. No prosperó.
Es difícil porque a la música se la tiene a ver con que si eres bueno te va a ir bien. Y si no, no. Que no es real. No hay una clase media. Se ha abierto una brecha muy grande entre los artistas fuertes. Están los que llenan el Bernabéu y los que tocan en bares. No es fácil que el Estado entre ahí. Justamente la música es un lugar donde se deja un poco más que regule el mercado el liberalismo económico.