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CRÓNICA

Camisetas de Metallica y náuticos en Mad Cool, el festival del que nadie puede salir

5:00. Hora a la que arranca esta crónica y a la que los asistentes más afortunados al Mad Cool llegan a sus casas después de más de tres buscando transporte para abandonar el recinto de Valdebebas. La operación salida fue el gran caos del miércoles pasado. Un día después, la problemática seguía e incluso empeoraba por la mayor afluencia al festival según se acerca el fin de semana.

“Ayer a estas alturas estaba ya en mi cama”, dice una chica en la kilométrica cola del autobús nocturno que lleva de Valdebebas a Cibeles. El reloj marca las 2:00. El termómetro 15 grados. Aún faltan 45 minutos para que la siguiente tanda de vehículos –que no dan cabida a los centenares de personas que se multiplican a cada rato y aguardan impacientes– aparezca entre vítores y aplausos de los que aún mantienen el ánimo.

Mad Cool ha vuelto a favorecer a Uber en vez de a los taxis, lo que ha provocado colas inmensas de gente esperando un servicio que llegaba a costar 100 euros. Los que quisieron apostar por los segundos, se encontraron con numerosas negativas a prestar servicio como respuesta al menosprecio del festival. Su parada se encuentra separada del recinto, en el otro extremo y en medio de la calle, mientras que para Uber había una isleta preparada según se salía. Aún así, el jueves por la noche no daban a basto y eran continuas las cancelaciones de viajes a clientes sin dar alternativas.

“Es el mercado, amigos”, pero eso ha provocado que el Mad Cool sea un laberinto kafkiano que te atrapa durante más de tres horas al final del día. El festival al que todos quieren ir, pero del que nadie puede salir.

Quién es quién: rockero o 'cayetano'

Había muchas ganas de fiesta en Madrid. Demasiadas. Se notó el miércoles en el transporte público de ida al Mad Cool, lleno a reventar desde primera hora de la tarde. Los cercanías parecían el metro en hora punta porque, aunque la Comunidad de Madrid sabía desde hace meses que desde el 6 de julio más de 70.000 personas al día irían hacia allí, no aumentaron la frecuencia de los trenes. A las 19:00, los vagones acogían una mezcla extraña de viajeros con maletas rumbo al aeropuerto y fans con camisetas de Metallica. 

Entre medias de ambos, aparecieron los “cayetanos” calzados con náuticos. ¿Qué hacían en ese tren? La respuesta estaba en sus pulseritas. Ellos también iban al Mad Cool, que demuestra así su condición transversal. El rock y el indie ya son mainstream, suenan en Ponzano y atraen a su clientela hasta el festival para ver a Metallica, Carly Rae Jepsen o The Killers.

Elegir qué concierto ver en el Mad Cool parece un libro de ‘Elige tu propia aventura’. El primer día, en un extremo estaba el rock de Metallica y en el otro la divertida Jepsen dándolo todo con temazos como Call me maybe. El jueves ocurrió lo mismo: por un lado, los gritos desaforados de Chino Moreno, de Deftones, despertaban a todo el gentío y, por el otro, London Grammar mecían al extremo contrario del recinto con la envolvente voz de Hannah Reid. Ofrecer un abanico tan grande de propuestas ha sido una marca del Mad Cool desde su creación, con lo que se aseguran un público ecléctico y abundante. Aunque tienen una línea roja: el reguetón. Y de momento han cumplido.

Sin caos...dentro del festival

El Mad Cool no debería fallar en nada este 2022. El año que viene llegará el Primavera Sound a Madrid y una edición caótica quedaría en la memoria el tiempo suficiente como para que el amante festivalero cambie de bando.

Antes de empezar la cita actual, parecía que todo estaba controlado. En los dos primeros días las entradas fueron fluidas y las barras nunca presentaron aglomeraciones gracias al sistema de pago con la pulsera del Mad Cool que había que cargar previamente o desde allí… y ese fue el problema. Conseguir datos móviles ha sido tan difícil como avistar un unicornio y la página de recarga de las pulseras estuvo caída desde el miércoles.

Lo de los datos (aunque en ciertos puntos había cobertura de wifi) provocó situaciones hilarantes. La gente no encontraba a sus grupos y se podía ver a un joven diciendo, “soy el que levanta el zapato”, mientras sostenía el suyo en la mano durante el concierto de Placebo. El jueves se extendió un sistema más refinado que el del zapato que consistía en colocar la linterna del móvil debajo del mini para que el naranja chillón de la cerveza hiciera de faro.

Más allá de esos fallos técnicos, la organización ha cumplido. Como puntos positivos, los baños estaban impolutos a cualquier hora del día, incluso a las más avanzadas. La disposición de las caravanas de comida siempre ha sido reseñable en el Mad Cool, y este año se ha mantenido. Había colas, sobre todo a la españolísima hora de cenar, pero nada que ver con el festival Río Babel, celebrado un fin de semana antes y donde la espera para ingerir algo alcanzaba la hora y media.

De músicas: el culto a Metallica y el fiestón de The Killers

La parrilla del miércoles comenzó con Placebo. La banda cumplió como siempre, y lo hizo con el sol dejando ciego a todos los espectadores, porque la organización decidió que suyo fuera el escenario de cara al atardecer. Una estampa preciosa para Instagram pero poco práctica para los fans. 

Fue Metallica la que arrasó con todo. Viejos rockeros que siguen demostrando que, aunque la voz empiece a flaquear, tienen más energía que cualquiera. Lo hicieron con un comienzo que honra al maestro Morricone y su The ectasy of gold, y a golpe de clásicos –algunos como Master of Puppets revitalizados por el éxito de Stranger Things– y de guitarra entregaron un concierto que tuvo hasta las llamaradas de fuego que salían cada dos por tres desde escenario. 

A mitad de su concierto, seguía sin haber aglomeraciones ni en las barras ni en los baños. Las 70.000 personas nunca se sintieron demasiadas y el sonido llegaba hasta la zona de restauración, por lo que se veía a gente disfrutando de la música sentados en el césped. También estaban en las gradas vip, abarrotadas de gente, porque en el Mad Cool, como en Madrid, y aunque Ayuso lo niegue, hay clases. Los de abajo y los de arriba: la zona vip se encuentra físicamente por encima para poder verlo todo mejor.

Tras los rockeros llegaron Twenty One Pilots, que provocaron uno de los momentos más virales de la noche animándose a tocar la melodía de Fiesta Pagana, de Mago de Oz. En ese momento se vivió un momento que solo ocurre en las bodas y en las verbenas de pueblo, con decenas de chavales con náuticos y camiseta de Scalpers bailando la canción. Para ellos, además, había un puesto de Tous, improbable patrocinador de un festival y que allí estaba, con un oso rosa medio robótico en medio del Mad Cool.

La jornada siguiente dio el verdadero pistoletazo de salida con los simultáneos Deftones y London Grammar. Frente al escenario de unos, los fans movían mucho la cabeza y chillaban para hacerse oír sobre los gritos del vocalista. Por contra, los segundos aportaron un agradable concierto apto para toda la familia. La gente estaba más bien dispersa, con muchos niños pequeños y se respiraba calma, lo que a veces daba la sensación de anuncio bucólico escenografiado en el Mad Cool.

Imagine Dragons fueron una cosa bien distinta. Congregaron a buena parte del festival aunque ofrecieron un concierto algo anodino. Si bien interpretaron los mejores temas –On top of the world, Radioactive, Believer y Thunder– y Dan Reynolds sacó un hueco para ondear la bandera LGTBI y acordarse de las víctimas del último tiroteo de EEUU, la dosis de espectáculo fue moderada. Ni siquiera el manido recurso del confeti de colores logró mejorar ese sabor de boca.

Para oficiar una buena ceremonia, que llamen al maestro: Brandon Flowers, líder de The Killers. La banda norteamericana tiene uno de los mejores directos de los festivales y de nuevo han hecho gala de esa fama bien merecida. Flowers ha mantenido el ambiente caldeado incluso durante las baladas o la canción inédita –Boy– que nadie conocía. No ha habido trabas para bailar y contagiar el buen rollo entre las decenas de miles de asistentes. “Hemos vivido una época de soledad”, ha dicho el vocalista, invitando a su público a compartir la euforia en compañía. Sin duda, la mejor fiesta del Mad Cool hasta la fecha.

El concierto de Foals fue sacrificado por intentar llegar a una hora decente a casa. Eso no ha ocurrido. De saberlo, podríamos haber acompañado a los de Oxford coreando Two Steps, Twice.