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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Sacad a U2 de mi teléfono

El 10 de septiembre de 2014 los teléfonos móviles aparecieron con música que los propietarios no querían y que además no podían borrar. Hubo gente que lo descubrió desnuda y en la ducha. Había puesto como música de fondo el altavoz de su iPhone con los temas en reproducción aleatoria y de pronto escuchó una canción que nadie había puesto ahí. Había un intruso violento en la intimidad. Un invitado indeseado al otro lado de la cortina, que había estado trasteando con el aparato que guardas celosamente y había añadido cosas a su gusto. Tal vez había enviado mensajes soeces a tu jefa, quizá había compartido con tu madre fotos comprometidas, de momento seguro que te había puesto unas canciones para que no olvides quién manda.

“¿Quiénes son U2 y qué hacen en mi teléfono?”, lamentaban miles de personas en las redes sociales, primero sulfurados por la aparición indeseada y luego pidiendo instrucciones para borrarla del teléfono y de su tablet, porque el método habitual no funcionaba con las canciones intrusas. Para celebrar la salida del modelo iPhone 6, el servicio en la nube de Apple había asignado el nuevo disco de los irlandeses a todos los usuarios. Según las preferencias de iCloud, el aparato decidía la forma con la que cada persona debía apechugar con el encargo. Había quien necesitaba acudir a iTunes para ver el disco, pero también había a quien le aparecía directamente en el bolsillo. Personas que no habían conectado el aparato al ordenador ni habían sincronizado los contenidos ni habían actualizado el sistema operativo. Todo ese ritual al que se sometían para transmitir información al aparato, había sido circunvalado a sus espaldas.

¡Hay un disco en mi sopa!

Los foros se llenaron de peticiones y las webs de tecnología de soluciones que eran en realidad paliativos para un problema que era coyuntural. Resolvían que no podías eliminarlo del almacén remoto y que, como mucho, podías ocultarlo de tu campo de visión pero conservando el alijo. Solo ayer mismo Apple daba un enlace creado específicamente para borrar el disco, donde además es necesario identificarse. Hay que hacer papeleo virtual para deshacerte del paquete. Apple subrayaba allí que pulsar el botón implicaba suspender el altruismo; que si luego de apostatar te haces converso, el dísco ya no lo tendrás gratis sino que será de pago, que tu relación con los regalos de empresa es como el de las bodas medievales, con los síes y los noes extendidos desde un día para siempre. Antes de preguntar, ya estaba el pecado repartido. La gente descubría que voluntades lejanas podían meter en su bolsillo lo que les diera la gana. Entre ellas, cultura.El evento Apple-U2 de 2014 ha sustituido el lanzamiento por el spam. En realidad, algo peor que el spam, porque los timadores nigerianos suelen ser muy educados. Las discusiones generadas se han matizado sobre factores que serán relevantes hoy y en el futuro. El primero, cuál ha sido la experiencia a este lado de la pantalla. Aquellos que, a causa de su configuración de iCloud, necesitaban acudir a su cuenta remota para obtener el disco, opinaban que era una promoción equivalente al buzoneo, donde aterrizan en nuestro apartado lo mismo un catálogo de muebles que se montan que unas muestras de colonia o detergente. Eran perspectivas radicalmente opuestas. Para unos, el suceso es como esas azafatas de supermercado que te ofrecen para probar trozos de queso mientras que, para otros, esas señoras te forzaban el producto directamente en la boca y te obligaban a tragártelo, quisieras o no.

Incluso cuando ya había quedado claro que no había opción para borrarlo, hubo quien no entendía tanta alarma centrándose en que el proceso era gratis. Vespasiano ya nos dejó escrito que el dinero no huele y que las acciones sucias no se traslucen en el billete. Ahora resultaba que su non olet también se aplicaba a recepciones etiquetadas con un coste de cero unidades. Para ciertas personas, volver a casa y descubrir que desconocidos te han dejado unos DVD en el salón puede ser razón para alertarse, pero para otros sólo es motivo para celebrarlo con palmadas al aire, porque es gratis. Las personas que rapiñan los paraguas de promoción antes de que lleguen al mostrador piensan que todos son de su condición, y aquí tenían ocasión para ejercer sin mover un dedo ni deslizarlo. El disco gratis era cultura gratis, una creación del hombre obsequiada a otros hombres. Gratis como las pegatinas de cerrajeros que decoran las persianas, gratis como la tinta en aerosol que se regala en los paredes, literatura y pintura gratis para el iPod de las fachadas.

La ironía es triple acudiendo a las hemerotecas. A principios de este mismo 2014, Bono hablaba así en la BBC: “Nos sentíamos al borde de la irrelevancia. Estábamos intentando descifrar: ¿por qué querría nadie otro disco de U2?”. El nudo gordiano del interés y la relevancia lo han resuelto como lo hizo Alejando Magno: cortando a las bravas. Meterlo directamente en el gaznate evitando los porqués. Metérselo a traición y que no se lo puedan quitar de encima.

Donde dije chorizos ahora digo desagradecidos

Los mismos U2 que en 2008 decretaban que eran necesarias medidas para detener a la gente que descargaba su música gratis sin autorización, ahora en 2014 habían tomado medidas para que no pudieran deshacerse de canciones que ellos les habían descargado gratis sin permiso. Un gratis tan sospechoso que el propio grupo ha publicitado su no-gratis, anunciando a bombo y platillo que Apple les ha pagado una fortuna por distribuir las canciones a sus usuarios. “¿Por qué querría nadie otro disco de los U2?”. Mejor vendérselo a un único cliente, amigo, con el que se hace pública una fortuna de boquilla, que recuerda a esas que hicieron de Damien Hirst el artista mejor pagado y luego resultaron ser desembolsos falsos cuya única función era conquistar los titulares de la prensa que, incapaz de juzgar contenidos, se limita a comparar cantidades. U2 se han vestido un no-gratis falso e insultante, que deja a los-otros-artistas-todos con un palmo de narices, regalando su música por secuestro de mercado y conformándose con los céntimos de las reproducciones remotas.

Es gratis, es promoción, es cultura. Con el lanzamiento del iPhone 6 la tecnología ha dado un volantazo más a la perversión maquillada de mecenazgo. Ha sido un día en el que los directivos de marketing se abrazaron de alegría ante la perspectiva de cambiar la horizontalidad de la red por la jerarquía del cacique. Un luminoso horizonte comercial donde se aplica a los usuarios, en remoto e inalámbrico, el modo de alimentación con embudo en la boca y trago forzoso que se usa con los patos para cebarles el hígado hasta hipertrofiarlo. Un gran paso para el hombre que se ocuparán de que tampoco se pueda borrar.