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Héroes del Silencio, la historia de cuatro amigos que rompieron justo en lo más alto

Rocío Niebla

26 de abril de 2021 22:45 h

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Tijuana, 10 de febrero de 1996. En una habitación del hotel, el líder de la banda Enrique Bunbury lee puesto en pie un escrito de cuatro páginas con las que pretende dar un cambio radical a la música y al estilo del grupo Héroes del Silencio del que es vocalista. “Apostaba por la actualización y la innovación del sonido de la banda, incluyendo nuevas tecnologías, ritmos diferentes y mezclas actuales. Y, sobre todo, nada de Gibson y Marshall, según él era un sonido estereotipado y agotado por las propuestas de grupos como Led Zeppelin, AC/DC o los Rolling Stones”, cuenta a elDiario.es Antonio Cardiel, autor de la documentada biografía Héroes de leyenda (edit. Plaza & Jánes), y hermano del bajista del grupo, Joaquín Cardiel.

Bunbury quería hacer canciones más cortas para ir con las exigencias del mercado y poder sonar en las radios. “Pretendía que se potenciara la imagen de la banda en fotografías y vídeos, huyendo de estereotipos, así como nada de actuaciones acústicas y poco contacto con los medios de comunicación”, sostiene Cardiel. Cuando Enrique Bunbury acabó de leer sus pareceres (o exigencias), el guitarrista Juan Valdivia se levantó, entre molesto y harto, y ahí, en ese momento, murió (o mataron) el grupo.

“Si tratas de imponer algo así, el esfuerzo parece destinado al fracaso. ¿Fue un error de cálculo? ¿Ganas de deshacer la banda? Una falta de comunicación general, de todos con todos”, reflexiona el biógrafo. Lo que está claro es que los otros miembros entendieron aquella escena como la de un líder que imponía sus pareceres sin pretensión de negociar, o una falsa dicotomía por parte de Bunbury. Esto o nada. Antonio Cardiel afirma que “tal como estaban las malas relaciones personales entre ellos, era una utopía creer que de allí iba a salir un proceso de diálogo. Más bien les pareció que quería romper con todo”. Su libro es una construcción muy detallada de la creación y la vida de la banda, aunque, por supuesto, la parte de cómo se deshizo también tiene un mimo importante. “En este conflicto final entra en juego el carácter ambiguo del cantante, unas veces capaz de partirse la cara por el grupo y, otras, amenazar con dejarlo”, se puede leer entre las páginas.

Por su parte, Alexis Morante –director del documental Héroes: Silencio y rock and roll estrenado recientemente en Netflix– señala que con su largometraje ha intentado responder a una pregunta: “¿Cómo es posible que cuatro amigos de Zaragoza sueñen con ser estrellas del rock, lo consigan, se conviertan en la banda más grande del rock en español y que en el momento más alto de su carrera decidan mandarlo todo a la mierda? No hay peor enemigo que uno mismo”. Efectivamente, el grupo estaba en la cúspide del éxito: ganaba millones por un buen caché; vendía miles de copias de discos tan canónicos como Senderos de traición o El espíritu del vino; y su canción estrella, Entre dos tierras, era coreada por todo el mundo. E incluso, como cuenta Bunbury en la película, estaban a punto de firmar una gira multitudinaria y millonaria en Japón.

Héroes del Silencio tenía a sus espaldas unos 700 conciertos en 30 países entre Europa y América; habían sido compañeros de cartel de bandas como Texas, Aerosmith o Iron Maiden, y habían tocado junto a cantantes de la talla de Leonard Cohen, Robert Plant o Bryan Adams. Además, fueron a los festivales de verano más importantes de Europa, como el Rock am Ring y el Rock Insel. Antonio Cardiel señala que no solo se siguen vendiendo sus cuatro discos, que superan los siete millones de copias, también recalca la existencia de un fenómeno fan que no experimentó ninguna otra banda española. Su club más grande, 'Las líneas del Kaos', fundado en el 94, sigue en activo. A día de hoy hay cientos de bandas tributo por todo el mundo y un mercado de coleccionistas de merchandising con precios altísimos.

Según los críticos, su directo, su performance y el sonido particular fueron insuperables. Como leemos en Héroes de leyenda: “Consistía en una interpretación acelerada y endurecida, cargada de distorsión, con un ritmo endiablado de batería. La banda, en ese trance, se acercaba casi hasta el paroxismo, llevando el rock a sus límites, mostrando sobre el escenario toda la contundencia y la agresividad de la que eran capaces. A la vez, Enrique forzaba su voz hasta rozar lo imposible, exageraba sus gestos en la misma medida, yendo de un lado a otro del escenario, lanzando el micrófono al aire, arrastrándose sobre el entarimado como una serpiente. Una descarga de adrenalina que dejaba a la banda exhausta”.

Alexis Morante cuenta que tuvo ocasión de verlos en directo en 2007, cuando se juntaron para la gira de despedida. “Justo dos años después, en 2009, cuando estudiaba un máster de cine en Los Ángeles, conocí a Enrique Bunbury. Allí le propuse hacer un documental sobre una gira suya americana que se estrenó en 2016 con el nombre de El camino más largo. Ese fue el principio de nuestra relación”. Morante ha trabajado también con Bunbury en el videoclip de Hombre de acción y, como cuenta, fue en 2017 en la misma casa del vocalista cuando le propuso hacer “el gran documental” que no tenía la banda con un material de primera que uniera contenido de archivo con entrevistas actuales. “La joya de la corona la puso el propio guitarra Juan Valdivia, aficionado a la cámara de vídeo y que siempre llevaba una en las giras. Ahí es donde el material sube de nivel”, confiesa el director. Gracias a Valdivia, por ejemplo, vemos la escena de cuatro rockeros con pelos largos y pinta de tipos duros tirados en la carretera intentando cambiar la rueda de la furgoneta.

Aunque el proyecto Héroes del Silencio se acabó en Tijuana, tuvieron que estar ocho meses más de gira y conviviendo hasta cumplir la totalidad de los conciertos firmados. Antonio Cardiel confiesa que el resto de miembros llegaron a creer que sería un descanso largo, una parada para oxigenar. En realidad, no fue hasta mucho después, y cuando Bunbury empezó a trabajar por su cuenta, que Héroes sería agua pasada.

Más allá de las desavenencias personales, sobre todo entre Bunbury y el guitarra Juan Valdivia que cada vez estaban más enconados y distantes, la banda arrastraba un profundo cansancio por giras ininterrumpidas de más de 130 conciertos al año por todo el mundo. El silencio y la falta de comunicación, así como la dejación de funciones de Ignacio Cubillas Pito, el manager, además de la enfermedad rara y desconocida que sufría en la mano el guitarra Juan Valdivia que le imposibilitaba tocar en ocasiones, enturbió el ambiente para que en Tijuana la mecha se encendiera. Tanto en el libro como en el documental percibimos horas y horas de furgoneta, vida difusa y de exceso, poco espacio personal y una gran rueda de ratón: grabar discos y salir al escenario a defenderlos ininterrumpidamente durante los 12 años que permanecieron juntos.