Jack White
Jack White
Boarding House ReachXL / Popstock!ROCK7/10Boarding House Reach
En España tenemos una gráfica expresión popular según la cual “a todo cerdo le llega su San Martín”. Líbreme nadie de insinuar nada ni de mostrar aquí algún tipo de beligerancia contra Jack White, un tipo cuya trayectoria musical me despierta bastante respeto y hasta cierta simpatía. Pero un simple vistazo a las reacciones que está despertando su tercer álbum en solitario da que pensar si más de uno no se la tenía guardada al bueno de Jack, uno de los intocables del rock contemporáneo desde que se dio a conocer al frente de los White Stripes. Se ha abierto la veda.
¿Hay para tanto? Es la misma pregunta que servidor lleva haciéndose desde hace tiempo con White, un artista que más allá de aportar un canto de guerra a los campos de fútbol de Inglaterra tampoco resulta tan esencial en el desarrollo de la música popular de los últimos veinte años. Consciente de haberme quedado solo sosteniendo esa opinión, me llama igualmente la atención alguna que otra crítica rabiosa con la que ha sido recibido este Boarding House Reach, un álbum algo disperso y que responde a una necesidad evidente por crecer y salir del área de confort.
Es la vieja disyuntiva entre los primeras espadas de un género (cada vez más) retro como es el rock: moverse o repetir los mismos patrones toda la vida, una y otra vez. Boarding House Reach es el movimiento más radical por su parte desde que The White Stripes enseñaron la patita hace cosa de dos décadas: Jack White está dispuesto a romper la inercia. Y va a pagar con lágrimas de sangre por ello.
Y eso que, por momentos, entre estas canciones encontramos riffs afilados marca de la casa. Corporation bien podría haberla firmado Jon Spencer en su mejor momento, y en Over and Over and Over el pedal de fuzz vuelve a echar chispas como en los mejores tiempo. Pero, claro, en Boarding House Reach hay cabida para bastante más: desde experimentos que le acercan al Beck más heterodoxo a excursiones de funk lunático a lo Primus (Ice Station Zebra).
Es más de lo que su parroquia de fieles podía soportar. Los que nunca lo hemos sido -demasiado aún- encontramos diversión y motivos de disfrute en los desesperados intentos de White por ampliar el campo de batalla. Aunque por momentos, cierto es, desvaríe lo suyo.
A Certain Ratio
A Certain Ratio
I’d Like to See You Again / acr:mcrMute / [PIAS]PUNK-FUNK / ELECTRÓNICAâ I’d Like to See You Again / acr:mcr
7/10
Nos hacíamos eco hace unos meses de que el sello Mute comenzaba a reeditar la discografía de estos clásicos del sonido Manchester, una de las formaciones que, al igual que Joy División/New Order, cubrió esa fascinante travesía que va desde el post-punk hasta la posterior revolución vinculada al fenómeno acid house.
Se está haciendo esta retrospectiva de forma caprichosa, sin respetar del todo el orden en que los discos vieron la luz, por lo que si alguien se enfrenta por vez primera a la música de A Certain Ratio y lo hace siguiendo el calendario que ha marcado Mute posiblemente se quede descolocado en algún momento…
I’d Like to See You Again (1982) es el álbum que cierra esa etapa inicial del grupo en que la los vientos y la base rítmica de corte funk recibe un tratamento tan aguerrido como sofisticado. Es música bailable y a la vez fiera, sin resultar malencarada. I’d Like to See You Again, aún sin situarse al nivel de su predecesor Sextet (registrado sólo unos meses antes) y tras sufrir el abandono de la segunda voz, Martha Tilson, todavía muestra a la banda en plenitud de facultades.
Ocho años más tarde la banda apenas compartía con aquellos A Certain Ratio el nombre y la vocación de reinterpretar los sonidos del momento, por entonces (a finales de los ochenta) un movimiento acid que fue la última revolución musical que realmente convulsionó Gran Bretaña. acr:mcr es su aportación al género y, como no podía ser de otra forma, el disco se convierte en un combinado de estilos, que va de los pianos, voces y ritmos característicos del house, a elementos world music y ejercicios de pop electrónico deudores del Technique. De hecho la sombra de New Order siempre está presente tras A Certain Ratio de un modo u otro, y Bernard Sumner colabora aquí en un par de temas.
Bambikina
Bambikina
El pájaro que trajo el fuegoMad Moon MusicPOP6/10El pájaro que trajo el fuego
Hasta hoy, habíamos vinculado a la extremeña Bambikina con una emergente escena nacional que al calor de los ya clásicos Quique González o Lichis se entrega en cuerpo y alma a la recuperación de los sonidos del rock americano clásico. En esa categoría caben con diferentes matices Morgan, Salto, Nat Simons, Joana Serrat y, desde luego, el primer largo de Bambikina, Referencias, publicado en 2016.
Su nuevo trabajo no supone una enmienda a aquel debut que despertó interés y situó a Esther Méndez (nombre real de la artista) en el mapa, con apariciones en diversos festivales importantes. Si acaso El pájaro que trajo el fuego viene a aportar nuevos matices a la propuesta. No lo es la aparición de Alberto Jiménez en Noche glacial, porque el líder de Miss Caffeína se limita aquí a ofrecer un contrapunto vocal a Esther en un tema que perfectamente podría haber firmado Depedro.
De hecho Depedro puede que sea en estos momentos el músico con mayores puntos en común con la Bambikina, ahora que ella ha decidido mirar un poco más hacia el sur, llevando su música por el terreno de lo fronterizo, vientos, cuerdas y slides incluídos. A medio camino de la estética mariachi, la épica a lo Vetusta Morla que subyace en algunas de sus canciones y el pop de estadios de Amaral (otro referente válido, en este caso a la hora de “explicar” las cualidades vocales de Esther), por ahí se mueve en 2018 una artista que debería seguir creciendo a buen ritmo y ganando público a partir de esta colección de canciones.
Cavern Of Anti Matter
Cavern Of Anti Matter
Hormone LemonadeDuophonic / Music As UsualKRAUT POP7/10Hormone Lemonade
Después de poner punto y final a Stereolab, una de las aventuras más excitantes que ha dado el pop anglosajón en las últimas décadas, Tim Gane decidió moverse a Berlín. Una decisión lógica si tenemos en cuenta que la música alemana de los setenta -eso que la prensa británica bautizó en su día como “kraut”- fue una de las principales fuentes de inspiración de la banda. Una vez allí Gane recurrió a su antiguo compañero, el batería Joe Dilworth, y a un desconocido músico local, Holger Zapf, para poner en orden sus ideas, que en lo esencial tampoco distaban tanto de las que ya planteaba Stereolab.
Al proyecto lo bautizaron Cavern Of Anti Matter y, aunque en un inicio se situó en el underground más absoluto, con cada nueva referencia (va ya por su tercer largo) Gane va reencontrándose con la audiencia de Stereolab e incluso con nuevos oyentes.
Porque aunque los ritmos de Dilworth y, sobre todo, el buen hacer de Gane con la cacharerría electrónica remite directamente a su antigua banda, lo cierto es que la propuesta actual es más hermética y de nicho. Para empezar porque Cavern Of Anti Matter renuncia al uso de las voces, uno de los puntos fuertes de Stereolab y tal vez la principal razón del notable éxito que la banda tuvo a mitad de los noventa.
También se renuncia aquí a otras influencias que eran palpables entonces (los Beach Boys, el pop francés, la bossa nova,…) y que permitieron ampliar la paleta de fans. Sintéticas, minimalistas y cerradas sobre sí mismas, las canciones de Hormone Lemonade se entregan sin reservas a la repetición de estructuras, en un ejercicio de retrofuturismo similar al que Spectrum (Sonic Boom) lleva practicando desde hace más de dos décadas y que exige del oyente complicidad y hasta cierto bagaje en el género.
Mark Pritchard
Mark Pritchard
The Four WorldsWarp / Music As UsualELECTRÓNICAâ The Four Worlds
8/10
Un vistazo al currículo de Mark Pritchard produce vértigo: Global Communication, Jedi Knights, Harmonic 313, Africa HiTech,… Con esa alineación perfectamente podría hacerse una genealogía de lo que ha dado de sí la electrónica de dormitorio británica en las tres últimas décadas. En 2016 Pritchard se animó a publicar su primer largo bajo su propio nombre y el resultado fue el notable Under the Sun (2016) que ahora tiene continuación en este álbum de título y estética futurista.
Aunque vivimos en una era bisagra entre el mundo tal y como lo hemos conocido y un futuro inmediato dominado por inteligencia artificial, y por mucho que amague con mirar al frente, la música de Pritchard casi siempre ha tenido un alto componente de humanidad y también de revisión del legado de los pioneros de la electrónica. Así es en estas ocho piezas.
Los mejores ejemplos de ello, los sampleos de la voz de Gregory Whitehead en Come Let Us y de The Space Lady en S.O.S, dos artistas que como Pritchard imaginaron un futuro utópico y lo convirtieron en música y ejercicios de spoken word. La renuncia a utilizar percusiones y con ello su alejamiento de la música de club con la que habitualmente hemos relacionado a Pritchard, da en un disco de ambient amable, ensoñador y, por momentos, profundamente hermoso.
Edward Artemiev
Edward Artemiev
Solaris. Sound and VisionSong Cycle RecordsBANDA SONORAâ Solaris. Sound and Vision
8/10
No vamos a descubrir aquí a Andrei Tarkovski. Posiblemente tampoco a Edward Artemiev, que firmó tres bandas sonoras para el cineasta ruso, Mirror (1975), Stalker (1979) y la que nos ocupa, posiblemente la más popular e influyente de todas ellas: Solaris (1972) . Desde muy temprana edad Artemiev se sintió interesado por la música electrónica, lo que le llevaría a ingresar en el Estudio Experimental de Música Electrónica de Moscú, un laboratorio en el que se creó uno de los primeros sintetizadores de la Historia, el ANS.
Precisamente el ANS es protagonista de la banda sonora de Solaris. Para el que a la postre ha sido uno de los grandes filmes de ciencia ficción de la Historia del cine, Tarkovski y Artemiev se plantearon la duda de cómo representar musicalmente los sonidos del espacio. Las hipnóticas y maquinales sonoridades que surgían del ANS se revelaron la mejor de las soluciones, y la banda sonora se mueve así entre la pura abstracción y la reinterpretación futurista de la música de Bach.
La ambiciosa reedición que ahora plantea Song Cycle, en una edición limitada de 500 unidades, afronta la banda sonora y la película desde casi todos los ángulos y formatos posibles. Desde luego el sonoro, incluyendo un vinilo de 180 gms. y su equivalente en CD. Pero también con la edición en blu-ray de la película (audio original en ruso y subtítulos en inglés) y un libro de lujo en tapa dura con abundantes fotografías del filme.
The Ex
The Ex<a href=“http://theex.bandcamp.com/album/27-passports” data-mce-href=“http://theex.bandcamp.com/album/27-passports”>27 passports by The Ex</a>
27 PassportsEx RecordsPOST PUNK8/1027 Passports
El suyo es uno de los casos más evidentes de longevidad y buen hacer en el terreno de la música popular del último medio siglo. La banda holandesa lleva en activo desde 1979 y no se les recuerda un mal disco, algo extraordinario para una formación con más de una veintena de LPs. Además, en este tiempo The Ex se han convertido en todo un emblema de la autogestión, filosofía de vida y de negocio que llevan practicando desde que dieron sus primeros pasos como grupo. Admirables.
27 Passports viene a poner punto y final a un largo (para lo que son ellos) silencio discográfico de cinco años, más aún si no contabilizamos como referencias “oficiales” sus colaboraciones con Brass Unbound o Getachew Mekuria. Su silencio, todo hay que decirlo, no se debe precisamente a la inactividad de Andy Moor, Terrie Hessels y compañía, porque el trabajo en paralelo al grupo de cada uno de sus miembros resulta cada día más frenético. Sin ir más lejos, Andy Moor registró el pasado año un disco con los barceloneses Duot.
El caso es que The Ex están de vuelta y en cuanto la primera de las diez canciones que componen este nuevo disco empieza a sonar es como si no nos hubiesen dejado nunca. La base rítmica a cargo de esa excepcional batería que es Katherina Bornefeld forma una tupida red sobre la que cabalgan las guitarras de Moor y Terrie, primos hermanos de los mejores Sonic Youth, los de la década de los ochenta. En su caso ética y estética caminan de la mano, y el explosivo sonido de la banda sirve de lienzo para que Arnold de Boer dedique sus letras al fenómeno de la gentrificación, el colonialismo o el colapso de los recursos naturales en nuestro planeta.