En Ait Bou Oulli, uno de los picos de la touja (montaña, en castellano) del Alto Atlas de Marruecos, tintinean unas notas musicales libres de estereotipos. Inspirado en el legado cultural y artístico de Juba II, rey de los países del norte de África entre los años 60 y 46 a.C. e impregnado de la identidad y las tradiciones amazigh (también conocida como bereber) nace Jubantouja. El grupo musical, con tintes de rock, pop e indie, aterriza por primera vez en la península con motivo de la presentación del Festival de Diversidad y Cultura Contemporánea Iwa en Casa Árabe en Madrid.
“Me inicié en el mundo de la música gracias a mi padre, pero también influenciado por la atmósfera cultural del valle donde nací. La poesía y la cultura son dos partes fundamentales de nuestra vida en el Atlas”, cuenta a este medio, Ayoub Nabil, cantante y guitarrista del grupo. Desde que se fundó el grupo oficialmente en 2016, se ha embarcado en diferentes proyectos, aunque con aprietos: “Ser músico es difícil, pero ser músico independiente lo es mucho más” declara el joven desde Madrid.
Aun así, su misión como grupo musical siempre ha prevalecido: “A pesar de que, a ojos de la sociedad marroquí, las comunidades bereberes somos gente sin estudios y sin habilidades ni aspiraciones en la vida, nosotros cantamos y componemos para tumbar esos estereotipos”; cuenta Ayoub.
“Esa es la misión principal de Jubantouja. Somos mucho más que folclore”, añade con orgullo. Históricamente, los amazigh, también conocidos como imazighen, eran pueblos no semitas que dominaban la región del Magreb. Los bereberes se expandieron desde la costa occidental del continente africano, incluidas las Islas Canarias, hasta el oeste de Egipto. Ahora bien, desde la conquista de los árabes en el siglo VII, siguen luchando por recuperar lo que les distingue. Por cuidar sus raíces.
Embajador de su cultura
“Nunca he estudiado música, me ciño a las letras que escribo y al oído que he desarrollado estos últimos años”. Ayoub, que nació en Ait Bou Oulli, vivió hasta 2011 alejado de la vorágine de las ciudades marroquíes con escasos recursos. “Tuvimos que mudarnos del valle a Azilal. Allí arriba era difícil tener acceso a asistencia sanitaria y educación. Ni siquiera teníamos electricidad”, cuenta. Ese mismo año, a Ayoub se le abrió un nuevo panorama de conocimientos y oportunidades. “Fue mi primer contacto con internet. Hasta entonces, solo conocía a los grupos de rock que sonaban en la radio”, añade.
Después de Azilal, probó suerte en Beni Melal, donde empezó sus estudios en la universidad y comenzó a crear música profesionalmente. “En Beni Melal todo cambió. Tenía la oportunidad de viajar a otras ciudades del país y en 2018 grabé mi primer single en Agadir”, cuenta. Ayoub estudió un año de Química y dos de Economía. “Dejé ambos estudios porque me di cuenta de que eso no era lo que quería. También probé suerte en la industria del turismo en las montañas del Atlas. Es otra forma de ser embajador de la cultura bereber, incluso de una forma mucho más sostenible”, revela.
La sociedad marroquí no está acostumbrada a ver a bereberes en videoclips musicales. Menos aún de la forma en la que nosotros enseñamos nuestra cultura
Finalmente, Ayoub escogió Marrakech como escenario final, a pesar de estar todavía lejos del ecosistema musical en Marruecos: “La música está centralizada en Casablanca, Rabat, Marrakech y Tánger, pero, sobre todo, en Casablanca. Si quieres grabar, tienes que ir a Casablanca. Si tienes que dar una entrevista, Casablanca. Hemos crecido lejos de esa burbuja, pero Marrakech era una ventana para entrar en ella”, explica.
Fue precisamente en Marrakech donde conoció a los actuales integrantes de la banda. “Estuve mucho tiempo tocando con mi hermano y mis primos como afición. Necesitaba a músicos profesionales de mi lado. Ahí llego Jihad a la guitarra”. Desde entonces, cinco personas forman Jubantouja: “Además de Jihad, también está Yamal en el bajo, Habil en la batería y Yousef en el piano eléctrico. Yo canto y toco la guitarra”. Desde entonces, el grupo ha impulsado no solo su carrera profesional, sino también su imagen visual: “La sociedad marroquí no está acostumbrada a ver a bereberes en videoclips musicales. Menos aún de la forma en la que nosotros enseñamos nuestra cultura”, cuenta.
Hacia un cambio social, político y cultural
“En el panorama musical marroquí siempre hemos estado marginalizados. También en los medios y, sobre todo, en los ojos de la gente”, revela el joven. “Tengo amigos bereberes que prefieren hablar dariya (el dialecto árabe-marroquí) porque dicen que el tamazight ya está anticuado”. La realidad es que la cultura bereber arrastra unos elementos claves que vertebran la sociedad marroquí: “Hay costumbres del día a día, como comer desde el tayín e incluso el cuscús, que tiene sus orígenes en los pueblos bereberes”, apunta el joven.
Aun así, se está produciendo un cambio “en la cultura y en la sociedad, en general”, añade Ayoub, que viene precedido por distintos pasos en la esfera política y en el reconocimiento nacional. En 2001, el recién coronado rey Mohamed VI, reconoció la cultura amazigh como parte del patrimonio nacional del país. Todo ello a pesar de que, en 1993, algo más de la mitad de los marroquíes hablaban tamazight como lengua materna.
10 años después, en 2011, el cambio conquistó un escalón más: se registró el tamazight como lengua oficial. Finalmente, a mediados de 2023, un comunicado desde la Casa Real anunció que el Rey había decidido declarar el Año Nuevo del calendario amazigh como día festivo nacional. “El reconocimiento de Idh Yennayer ha sido el último paso en el camino hacia el reconocimiento nacional de nuestra identidad cultural”, añade Ayoub orgulloso.
La revolución musical, en clave bereber
“En la historia, ha habido muchos grupos y perfiles musicales que han demandado más derechos musicales para nuestra comunidad. Ahora es cuando se está produciendo un cambio en la escena musical”, revela el cantante de Jubantouja. El grupo ha participado en festivales nacionales donde, hace unos años, era impensable que sonaran sus ritmos o se cantara en su idioma. “Aunque es difícil llamar la atención en una ciudad tan poblada como Casablanca, nuestro primer concierto se llenó. Fue una gran sorpresa para nosotros”, desvela. Además, “ya no buscamos grandes producciones, enseñamos la versión más raw, más pura. La más real”.
“Tenemos a una generación orgullosa”, dentro y fuera de las fronteras marroquíes. El joven señala que hay grandes comunidades bereberes en Barcelona o en las Islas Canarias. “Nos gustaría ir a tocar pronto allí”, revela. Hasta entonces, la versión más sincera de una comunidad austera y que roza el cielo de Marruecos no solo ha conseguido que se escuchen sus letras, sino que, además, se canten: “Es maravilloso”.