El lujo de dormir tras el concierto

Nando Cruz

12 de febrero de 2024 22:36 h

0

Se ha convertido en tema de conversación recurrente en los corrillos del gremio de la música en vivo: el precio desbocado de los hoteles y la dificultad de encontrar alojamientos que no pongan en riesgo una gira peninsular o un concierto de fin de semana en Barcelona, Madrid y también Donostia. La situación ha llegado a tal extremo que los promotores ya cierran antes la reserva de los hoteles que el alquiler de la sala y muchos artistas asumen que dormirán a 50 y 70 kilómetros de la sala donde actuarán. No hay otra.

David Jiménez, responsable de la promotora Heart Of Gold, lleva más de dos décadas organizando giras de bandas extranjeras. Sabe por experiencia que Barcelona es, históricamente, la peor ciudad para alojar a sus músicos debido al precio de los hoteles. Este es uno de los motivos por el que algunas de sus últimas giras no han recalado en la capital catalana. En su opinión, la situación ha empeorado mucho tras la pandemia. “Y no solo en Barcelona”, advierte. “En Madrid hay un bum del turismo de fin de semana y de ferias y si tu concierto coincide con una feria grande, una habitación puede salir por 200 euros. Imagina que necesitas cinco o seis para la gira de un grupo pequeño. El hotel puede costarte casi más que el caché del grupo”, calcula. Según el Índice de Precios Hoteleros que calcula el INE, el precio subió un 8,7% en 2023. La media del coste de una habitación para un hotel de tres estrellas está en 88 euros. 123 euros para una de cuatro y 242 para una de cinco.

El alojamiento de las bandas es un tema tan crucial a la hora de presupuestar una gira que en Heart Of Gold empiezan a buscar hoteles siete y ocho meses antes de que los grupos aterricen en España. Y no solo para los que actúan en verano. “Este mes de febrero, una habitación en un Ibis de la plaza de Lavapiés está a 220 euros. Y es una cadena hotelera low cost”, resalta. “Los hoteles que antes costaban 70 euros ahora cuestan 90 y los de 100 ahora están a 200”, compara. “En giras como la de Long Ryders hemos tenido que tirar de alquiler turístico y encontrar una casa grande que la banda quisiera compartir. Salía más económico. Si sumas el coste de seis habitaciones de hotel por dos días, son ya 2.000 o 3.000 euros. Eso es inviable”.

Los hoteles que antes costaban 70 euros ahora cuestan 90 y los de 100 ahora están a 200

Contra lo que pudiera parecer, las grandes capitales, sobre todo las más turistificadas, ya no son plazas seguras en una gira: pueden salir menos rentables que visitar ciudades pequeñas. Eso no significa que Heart Of Gold diseñe el trazado de sus giras en función de la oferta hotelera, pero sí que el coste del alojamiento obliga a plantear las negociaciones con los agentes internacionales con prevención. “El precio de los hoteles dificulta mucho la consecución de algunas giras. Desde después de la pandemia, ya es habitual avisar a los agentes de que a lo mejor al grupo le tocará dormir a 50 kilómetros de la ciudad”, lamenta. Los australianos Bad/Dreems actuaron en Barcelona un lunes de septiembre. Fue en un local de la avenida del Paralelo, famosa por su desbordante oferta hotelera. “Tuvimos que sacarles un hotel a casi 70 kilómetros y pagando la habitación a 80 euros”, recuerda.

Barcelona, Madrid y... Donostia

Álex López es socio fundador de la sala Dabadaba de Donostia y responsable de su programación musical. “En los últimos dos o tres años han abierto en la ciudad unos 50 hoteles”, estima. Pero, lejos de contribuir a mantener o bajar los precios, estos no han hecho más que subir. La temporada alta se ha alargado de tal modo que solo hay tres meses, de diciembre a febrero, en los que se pueden conseguir habitaciones a precios razonables. “A partir de marzo, una pensión te puede pedir 150 euros”, informa. “En mayo es imposible conseguir nada por menos de 200 euros y ya en verano, si coincide con Jazzaldia, la Semana Grande, Zinemaldia o la Donosti Cup, un hotel de cuatro estrellas no te ofrece habitaciones por menos de 250 euros”. Por si fuera poco, “algunos te obligan a coger dos noches; para una sola no te alquilan”.

Hemos tenido algunas quejas de bandas porque las habitaciones no estaban en buen estado o porque hacía frío. Y me da un poco de vergüenza

En Dabadaba trabajan con dos tipos de artistas: los discjockeys de electrónica y raperos, que llegan en avión, y las bandas de guitarras que recorren Europa por carretera. Los primeros solo aceptan hoteles de cuatro estrellas y algunos de ellos se niegan a dormir lejos de la sala. Los segundos se conforman con pensiones modestas. Dabadaba trabaja con algún establecimiento que aún tiene precios asequibles: de entre 70 y 80 euros. Siguen siendo de 200 a 300 euros en función del número de habitaciones y el mes del año. El problema es que las comodidades son escasas. “Hemos tenido algunas quejas de bandas porque las habitaciones no estaban en buen estado o porque hacía frío. Y me da un poco de vergüenza”, reconoce.

El problema del alojamiento en Donosti no está alterando aún la programación de la sala, pero sí la forma de negociar con los agentes. Con algunos grupos se negocia el caché a la baja en función de las habitaciones que necesiten. “No hemos llegado al punto de dejar de traer a ningún grupo, pero sí al de decirles que si vienen entre junio y octubre tendrán que dormir en Urnieta o en Irún, ciudades a 10 y 20 kilómetros”, calcula. También los hay que, tras el concierto, han ido a dormir a Bilbao o a Pamplona. En realidad, esa pensión céntrica y austera es un salvavidas para el Dabadaba. “El día que decida subir precios o cerrar, estaremos un poco jodidos”, intuye López.

Búscate la vida

En Dabadaba, como en otras salas de Euskadi educadas en la hospitalidad de los gaztetxes, tienen la buena costumbre de ocuparse del alojamiento y la manutención de las bandas que programan. No es lo más común en el circuito de salas del resto de la península ni mucho menos en los festivales. De un tiempo a esta parte, las propias bandas deben ocuparse de encontrar alojamiento allá donde vayan porque salas y festivales saben que asumir ese trabajo implica cada año más quebraderos de cabeza logísticos y, sobre todo, económicos. El propio Álex López, baterista en el grupo Kokoshka, sabe que ir a actuar a Barcelona o Madrid implica “mendigar casas de colegas. Antes en Madrid siempre conocías una pensión de mierda en Malasaña. Eso ya no existe”.

Uno de esos cientos de grupos que han vivido en primera persona el aumento de precios de hoteles en las grandes ciudades es Detergente Líquido, quinteto indie con una problemática añadida. “Somos de Cádiz y por tanto, salimos de casa perdiendo ya dos a cero”, estima su cantante y guitarrista Alberto Rodway, en referencia a los gastos de gasolina que alcanzan los 150 euros cada vez que se plantean tocar más allá de Andalucía. La última vez que actuaron en Madrid durmieron en Pinto. “Necesitamos un mínimo de tres habitaciones y nos fue imposible encontrar un alojamiento asumible para una banda como la nuestra, que va a Madrid a perder dinero. El plan es perder lo mínimo”, aclara. Detergente Líquido cometió el 'gravísimo error' de cerrar una fecha en pleno puente de la Constitución. “Cerramos el bolo antes de verano y en septiembre me puse a buscar alojamiento. El primer día ya pillé noche en Pinto”.

Necesitamos un mínimo de tres habitaciones y nos fue imposible encontrar un alojamiento asumible para una banda como la nuestra, que va a Madrid a perder dinero. El plan es perder lo mínimo

Alberto también conoce los míticos hostales baratos de Malasaña, pero ya son historia. “Antes del Covid podías encontrar cosas a 25 euros por persona, pero ahora ya son a 50. Cuando miré, no bajaba de ese precio ni en barrios alejados. Al final, escogimos un hotel en condiciones, pero con la problemática de que al terminar el concierto, tuvimos que coger el coche, cargar todo el material y conducir media hora hasta Pinto”, relata. Rodway añade a la odisea económica de tocar en Madrid otros 50 euros que les costó aparcar el coche. Detergente Líquido llevan más de una década en activo, pero Rodway lleva más años en esto y recuerda aquella época en que cobraba 600 euros por actuar en Chiclana. Ahora, esos 600 no solo no los cobra sino que los gasta en alquilar la sala y encontrar alojamiento; aunque ese alojamiento esté en Navalcarnero, a más de media hora de la sala.

El 'excel' postpandemia

Cuando Rodway echa cuentas, le da un pasmo. Al alquiler de la sala y de las habitaciones de hotel, debe sumar otros 300 euros entre gasolina, aparcamiento y comidas. Pero lo más significativo de sus cálculos es que destina prácticamente el mismo dinero en alquilar la sala que en hospedaje. David Jiménez percibe algo similar cuando actualiza los excels de las giras de Heart Of Gold: “Es frustrante que, con todo el trabajo y riesgo económico que conlleva organizar una gira, mi potencial beneficio sea inferior al coste de las habitaciones del hotel de ese día”. Rodway va incluso más allá: “Desde mi punto de vista, el único que no saca aquí nada es el músico. Spotify me paga lo mismo o menos. SGAE sigue pagando lo mismo: nada. Y las entradas no han subido de precio. Sin embargo, todo el mundo alrededor nuestro gana dinero y sube los precios: el hotel, la gasolinera, el párking, la sala, el restaurante...”.

La historia del rock está plagada de directores de hotel quejándose del comportamiento salvaje de los músicos. Ahora las tornas han cambiado: los músicos son los que se quejan del precio de los hoteles o de las condiciones. Atención al análisis de David Jiménez: “Además de cobrar un dineral, los hoteles han recortado las plantillas tanto que no tienen personal para limpiar las habitaciones a tiempo, con lo cual retrasan el check in hasta las tres de la tarde o incluso las cuatro. Y por la mañana te quieren echar lo antes posible. Al final estás pagando un precio desorbitado por un uso de la habitación de escasas horas. Me parece una auténtica vergüenza y debería ser denunciable”.

En Heart Of Gold y en Dabadaba se han planteado alquilar una casa para alojar a sus bandas. No es fácil. “En Donosti alquilar es imposible y además implicaría problemas con los vecinos porque programamos cinco o seis conciertos a la semana y habría un trajín similar al de un Airbnb”, intuye López. Jiménez reconoce que lo han hablado con promotores amigos. “Nos saldría rentable alquilar un piso grande si los artistas aceptaran compartir un piso de cuatro o cinco habitaciones”, calcula. Detergente Líquido ya han tirado de Airbnb alguna vez, pero aunque pueda salir más barato, es menos operativo que un hotel. “Y no me gusta ese modelo de negocio”, confiesa Alberto.

Valencia, Santiago, Mallorca, Canarias...

Si hace años este problemática era exclusiva de Barcelona, ahora no solo afecta a Madrid y Donostia. “En Valencia hasta 2022 aún había hoteles cojonudos de cuatro estrellas por 55 o 60 euros. Ahora, ya no. Santiago de Compostela también es muy complicada cuando llega la temporada de verano”, informa Jiménez. Detergente Líquido ya ha tenido que pernoctar alguna vez en Requena, a 70 kilómetros, para esquivar las tarifas postpandemia. No todo el país funciona así, por supuesto. Zaragoza, Granada o Sevilla son capitales de provincia donde aún no se han disparado los precios. Pero en otras comunidades con alta presión turística está sucediendo igual. “Antes, si tocabas en Mallorca o Canarias, podías quedarte dos o tres días de relax. Era un extra que ofrecía el promotor local”, recuerdan en Heart of Gold. “Ahora se lo piensan más antes de ofrecértelo. Hay muchísimo nómada digital trabajando en remoto que ha copado el alquiler turístico”, analiza.

Desde Sound Diplomacy, una de las primeras recomendaciones que hacen a las ciudades a las que asesoran es que “una pequeña parte de la tasa hotelera revierta en el sector cultural o que se añadan 0,25 (dólares) a la tasa actual que vaya al sector cultural”

Sound Diplomacy es una consultoría que asesora a ciudades de todo el mundo que deseen desarrollar estrategias de promoción o de mejora de la calidad de vida de sus habitantes a partir de la música. Azucena Micó, responsable de investigación y proyectos, califica la música en vivo y el gremio hotelero como “sectores que se retroalimentan, o con potencial de retroalimentarse, pero que ni hablan entre sí ni se ayudan”. A menudo, el mismo sector turístico que reclama que las ciudades sean más activas culturalmente no hacen nada para favorecer esa actividad, lamenta. Por ello, desde Sound Diplomacy, una de las primeras recomendaciones que hacen a las ciudades a las que asesoran es que “una pequeña parte de la tasa hotelera revierta en el sector cultural o que se añadan 0,25 (dólares) a la tasa actual que vaya al sector cultural”. La reacción del gremio hotelero es casi siempre hostil. Sin embargo, es una medida que funciona desde hace años en Austin y San Francisco.