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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

No, el reggaeton no es lo que piensas

En los años 50, monseñor Builes prohibió el mambo en Colombia bajo amenaza de excomulgar a quienes moviesen recatadamente las caderas. La iglesia vinculaba los ritmos africanos y la piel de los timbales vibrando al son del jazz con el mismo demonio. Medio siglo después, son los musicólogos cubanos los que quieren hacer desaparecer otro género polémico por su calidad insignificante: el reggaeton.

“Menos original ha sido el baile, llamado El Restregón, introducido, tomado y exagerado de la terapia o la champeta cartagenera, donde la mujer es un simple objeto manipulado por las exigencias del hombre”, escribe César Pangano, uno de los más críticos con el mensaje denigrante del reggaeton idiotón. Varias emisoras latinoamericanas han censurado las letras por su contenido machista y clasista, lo que ha provocado una respuesta desde el propio género para revalorizar sus orígenes.

La asociación cultural La Parcería tiró del hilo de este movimiento alternativo hasta dar con formaciones que reivindican el 'perreo' a través de discursos feministas y antisistema. Así surgió el proyecto Reggaeton Manifiesto o el Ton Ton de una revolución, que imbuirá la pista de Matadero de ritmos latinos el próximo 12 de agosto, en el marco de La fiesta es permanente. Las argentinas Chocolate Remix serán las encargadas de abrir el cartel y subir el termómetro en la plaza madrileña con un punto de vista lésbico. “Lo del tamaño no es clave, vamos a ser honestos, que una mujer prefiere dos dedos bien puestos”, canta la reggaetonera Romina.

Los bailes y la indumentaria de su videoclip más conocido, Lo que las mujeres quieren, no son menos sugerentes que la Gasolina de Daddy Yankee. “Otra característica del reggaeton que quise aprovechar es la tiraera, que es cuando los cantantes, en una explosión de testosterona, intentan degradarse los unos a los otros para ver quién sale ganando en esa competencia de virilidad”, admitió la cantante a El Español en una entrevista.

La Parcería reconoció una revolución camuflada en el underground, por debajo de los grandes imperios del reggaeton comercial. “Me despertó mucha curiosidad el proyecto de Romina, así que nos pusimos en contacto con ella”, cuenta Johan Posada, presidente de la organización y comisario de Reggaeton Manifiesto. “Me dijo que no querían censurar, solo debatir e invitar a una reflexión. Pero también admitió que ellas necesitaron esas canciones machistas y mainstream para decidirse a romper este género”, cuenta Posada.

Chocolate Remix insisten en que no son la versión mojigata de sus compañeros masculinos. En esta revolución de roles establecidos, el baile sigue siendo uno de los pilares fundamentales porque, como decía Calle 13, “el reggaeton se te mete por el intestino, por debajo de la falda como un submarino”. Esta invitación al uso lúdico del cuerpo tiene, según los comisarios, un potencial político enorme.

“Mover la cadera desde un punto de vista feminista, esa muestra de control sobre tu cuerpo y de no ser objeto de consumo de nadie, es muy político”, dicen desde Matadero. “Esa incapacidad de hacer un inofensivo gesto de desinhibición sexual y descaro refleja la rigidez y represión en la que crecemos por estos lares”, contaba la periodista June Fernández sobre la visión europea de los bailes latinos. En su post Si no puedo perrear, no es mi revolución, June compara el respeto consensuado a la hora de bailar reggaeton en Cuba con los prejuicios de otros países.

Orígenes panameños

Pero la organización musical no solo quiso atender al futuro del reggaeton, también trazó un viaje en el tiempo para perseguir la semilla de este fenómeno actual. ¿Puede tener un pasado noble un género con tan pocos adeptos confesos? “Es cierto que ha hecho más sencillo el diálogo intercultural en las aulas y patios de colegios”, dice Johan, que lleva años investigando el género en la juventud. “Son pocas las estrategias del Gobierno para trabajar en la integración de la población inmigrante. Y, de repente, llega esta música y consigue conectar y crear comunidad”, precisa.

Al igual que el mambo en los 50, el reggaeton forma parte de esas músicas periféricas que entran estigmatizadas en el mercado y que, aunque no sabemos cómo asimilarlas, tienen algo mágico que invita a bailar. “Quisimos apartar la cortina de humo de la cultura masificada y ver qué había detrás. Por qué su simplicidad y su supuesta carencia de valor musical nos resulta tan atractiva”.

El imaginario sexista del reggaeton más conocido provoca controversia, pero también es un género muy identitario en lugares donde la cultura popular se expresa a través de la música. Sus orígenes se sitúan en Panamá en los años 60, cuando llegaban vinilos jamaicanos de dancehall y reggae. El ritmo resultó demasiado lento para los panameños, que aceleraron los acetatos de 33 a 45 revoluciones por minuto. Así surgieron grupos muy famosos que tomaban las bases de Jamaica para cantar “reggae en español”, como Renato y las 4 estrellas y El General.

La inmersión en el reggaeton tal y como lo conocemos, sin embargo, se da en Puerto Rico en los años 80, donde eran grandes seguidores del nuevo estilo panameño. Como no tenían dinero para llevar a esas estrellas, las discotecas comenzaron a grabar sus propias letras por encima de las bases de reggae aceleradas. “La esencia era hip-hop pero con un sabor más compatible con el Caribe”, dicen en el documental Chosen Few. De repente, los ritmos que movían a círculos muy específicos de raperos marginales, se convirtieron en un gigante musical y en una industria multimillonaria.

Hoy en día es el género latinoamericano más escuchado del mundo y lleva impreso en sus orígenes el sello del Caribe. También está dando a luz a una nueva etapa que se aprovecha de los recursos económicos y el calado internacional de los grandes sellos para lanzar otros discursos más comprometidos. “Ahora se habla del aborto, de la cultura queer y de política. Creemos que es el momento de mayor esplendor de una música simple y cercana”, admite Johan. Así que invita a soltar las caderas y a acercarse con la mirada limpia de prejuicios a esta reconstrucción del reggaeton.