Mucho antes de que Kim Gordon, bajista de Sonic Youth, animara a “bombardear el centro neurálgico de la falocracia del rock”, las mujeres ya llevaban tiempo demostrando que podían ser excelentes guitarristas y aportar páginas a la evolución de la historia de las seis cuerdas. No ha sido un camino fácil, pero, a pesar de la tradicional falta de visibilidad y de oportunidades, la situación está cambiando.
Aún así, cuando una guitarrista solista se baja del escenario, puede que entre las enhorabuenas se cuele algún 'tocas como un tío'. June Millington, fundadora de las históricas Fanny, tampoco entiende el matiz negativo que tiene la frase 'tocar como una chica': “Claro que toco como una chica —explica convencida a elDiario.es—. Los ritmos están en mi cuerpo, en mi ADN. No trato de copiar a nadie, es que literalmente soy eso”.
Sentada en su cama, con un póster de Bob Marley a sus espaldas, la joven promesa del R&B Melanie Faye se lo toma un poco a broma. “En estos momentos, ¿qué es música de chicos o de chicas? ¿Es el metal de chicos o el pop para chicas? No lo creo”, explica por videollamada. Susan Santos, nombre clave del blues en España y con reconocimiento internacional, coincide con sus compañeras de profesión. Quiere, como todas, que se las valore únicamente por las notas que arrancan de sus instrumentos: “Si cierras los ojos y la música que escuchas te transmite algo, qué más da quien la toque. La música no tiene género”.
Desde los fabricantes de guitarras hasta la industria discográfica empiezan a dedicar más espacio a mujeres intérpretes como la virtuosa Lari Basilio o la metalera Nita Strauss, que este año ha ocupado el primer puesto en la lista de los diez mejores guitarristas del momento de la revista Total Guitar. El reconocimiento llega también, aunque con años de retraso, para pioneras como Beverly 'Guitar' Watkins (1939 – 2019), una mítica guitarrista de blues, que limpiaba casas cuando la música no le pagaba lo suficiente, y que finalmente grabó su primer álbum a los 60 años.
Un lanzamiento pionero
“Mi madre nos acompañó a la tienda de música y alquiló los instrumentos”, recuerda Millington. Eran los años sesenta, en California, y al padre de June y Jean no le entusiasmaba que sus hijas fueran a dar su primer concierto. “Ella creyó totalmente en nosotras. Al final de año, ya lo habíamos pagado todo —rememora Millington—. ”¡Tienes que tener a tu madre apoyándote si vas a montar una banda de rock!“.
El resultado: las hermanas Millington acabaron formando una banda, Fanny (coño, en inglés) que pasó a la historia en 1970 como la primera formación de mujeres que consiguió grabar un álbum con una de las grandes discográficas, llegar a las listas de éxitos y coincidir en sus conciertos con lo mejor de la escena, como Slade o Jethro Tull.
Millington es rápida en mencionar a quienes les ayudaron a crecer, pero también señala las resistencias que encontraron: “Mucha gente tenía prejuicios contra nosotras y creo que es porque llegamos demasiado pronto al juego. Cuestión de misoginia, no podían soportarlo”. The New York Times dijo de ellas en 1971 que eran “extremadamente buenas” pero también apuntaba que suponían “un desafío al ego masculino”. Ante los obstáculos, el camino estaba claro. “Ensayar—subraya, una y otra vez, Millington—. Nosotras estábamos totalmente obsesionadas”.
“La madre del rock and roll”
Si en los sesenta había prejuicios, la cosa empeora si se retrocede a los Estados Unidos de los años treinta, cuando llegaron las primeras guitarras eléctricas y nadie imaginaba que se convertirían en reinas de la música moderna. Eran los tiempos de Sister Rosetta Tharpe, guitarrista cuyo legado llega mucho más lejos que su nombre. Los llamados padres del rock ‘n’ roll reconocieron la contribución de esta cantante de gospel que, ya en 1938, grabó su primer éxito, Rock me. Parece justo que ahora se le suela presentar como “la madre del rock ‘n’ roll” y que la revista Guitar Player la haya nombrado número uno en su lista de 50 guitarristas mujeres sensacionales. Con todo, Rosetta Tharpe no entró en The Rock ‘n’ Roll Hall of Fame hasta 2018.
“Si miramos la historia del blues, las pioneras eran mujeres, con el añadido de que encima eran negras. Pero cuando el blues se empieza a mezclar con el rock y los blancos se apropian del estilo, se empieza a masculinizar”, explica Susan Santos. Esta compositora, cantante y guitarrista —reconocida en los European Blues Awards como Best Musician Performance en 2018— cree que es vital que se conozca más esa parte de la historia: “Mucha gente aún se sorprende al ver vídeos y darse cuenta de que esa mezcla de blues y rock and roll, que muchos conocieron por Chuck Berry o Elvis, ya la tocaban mujeres antes”.
Esas mujeres acompañaron a la guitarra eléctrica desde sus primeros pasos, dentro del folk, el blues o el country. Pese a que la historia no les ha concedido siempre el lugar que merecen, no deben olvidarse talentos como la blues woman Memphis Minnie (1897-1973), Mary Ford (1924-1977) o la artista country Maybelle Carter (1909-1978), a quien la guitarra debe el Carter scratch, una técnica rítmica que combina acordes con melodía y que fue muy emulada después.
Tampoco a Elisabeth Cotten (1893-1987), creadora de la técnica Cotten picking. Pioneras que allanaron el camino para artistas como Bonnie Raitt y, más recientemente, para blues woman como Susan Tedeschi o Ana PopoviÄ. También ha habido mujeres que han destacado ocupándose de las notas graves del bajo: la amplísima hoja de servicios de la bajista Carol Kaye abarca más de 10.000 sesiones, desde La bamba a Good vibrations de The Beach Boys, pasando por el tema de Misión Imposible.
El relevo generacional
“Nunca he tenido una canción en la radio o en la televisión, pero he trabajado con Quincy Jones. ¡Lenny Kravitz me sigue!”, dice, casi como si no se lo acabase de creer, Melanie Faye. La carrera de esta guitarrista de 22 años explotó en Instagram en 2017, gracias a un vídeo viral en el que demostraba cómo conjuga el sabor de los acordes de jazz con ritmos R&B y que es capaz de rendir homenaje tanto a Jimi Hendrix como a Mariah Carey. Toda una prueba de que las nuevas generaciones buscan abrir nuevos caminos y canales, como hicieron sus antecesoras.
Hasta llegar a nuestros días, sorteando barreras y apoyándose en quienes sí creían en ellas, muchas mujeres fueron consiguiendo reconocimiento. En el jazz, nadie discute el talento de Emily Remler o Mary Osborne; en el rock, la originalidad y carisma de la propuesta de Jennifer Batten se traduce en tres discos en solitario, giras y grabaciones con Michael Jackson o Jeff Beck y muchos, muchos viajes para enseñar su excelente técnica. Con planteamientos muy distintos, Joan Jett o el movimiento Riot Grrrl demostrarían que los registros más crudos también contaban con mujeres talentosas.
Empujando los límites del instrumento, los caminos descubiertos por aportaciones como la experimentación con afinaciones abiertas de Joni Mitchell enlazan con la exploración, ya en en siglo XXI, que propone Kaki King o, en otro plano, St Vincent, que incluso ha diseñado su propia guitarra con la marca Ernie Ball. Estrellas en estilos tan distintos como Lita Ford, Orianthi, Badi Assad, Ani DiFranco, Poison Ivy, Gabriela Quintero, Yvette Young o las hermanas Rebecca y Megan Lovell (Larkin Poe) dan fe de que hay audiencias dispuestas a valorar lo que tienen que ofrecer.
Es imposible repasar todas las instrumentistas que, de una u otra manera, han contribuido a que la guitarra eléctrica se convirtiera en la reina omnipresente de la música moderna. Mucho más si se amplía el foco para incluir a la guitarra clásica, con nombres como Sharon Isbin y Charo; o a la flamenca, con la que destaca Antonia Jiménez. Incluso ahora, con los ritmos urbanos ganando cada vez más terreno a los estilos que abrazaron la guitarra como bandera y parte indisoluble de su ADN, nuevas compositoras e intérpretes se añaden a la lista, y muestran que es precipitado dar por muerto a este instrumento.
“La guitarra va a sobrevivir siempre que los músicos se adapten, como sobrevivió el piano —dice Faye cuando se le recuerda que hay quien cree que el instrumento está en coma—. Los estilos se adaptan a los nuevos tiempos”. Faye descubrió la guitarra y el rock a través del videojuego Guitar Hero III. Cambió el mando de plástico por una eléctrica real, estudió música en serio y, cuando Internet la descubrió, empezaron a pasarle cosas como que Bibi McGill, la guitarrista y directora musical de la banda de Beyoncé, le pidiera una de sus clases particulares.
Estas mujeres insisten en la importancia de esforzarse por mejorar, dejar a un lado los insultos y seguir adelante. “En el circuito del blues hace diez años había muy pocas mujeres, y menos jóvenes. Yo iba a las jam sessions y, al principio, por ser chica no me daban la oportunidad de subir al escenario. Los inicios fueron muy complicados, con el tiempo fue cambiando y ahora me siento muy querida en Madrid. Hoy es más fácil ver mujeres —apunta Santos—. Si tienes algo que aportar a la música al final encuentras tu sitio, pero lo tienes que luchar más que los hombres”.
Revolucionar la industria
La industria ha cambiado por el camino. “En los últimos años, muchos medios de comunicación, e incluso muchos hombres, han intentado apoyar a aquellas mujeres que tienen algo que aportar. Pero aún están en minoría —apunta Santos, que acaba de publicar The L.A. Sessions—. A la mujer, por el hecho de ser mujer, se le exige más: ser guapa, maravillosa y hacerlo bien”.
“Tienes que ver quién eres, qué quieres y hacer eso. Si eres buena, nadie va a ser capaz de detenerte. Pero ser buena significa trabajar mucho, muy duro”, subraya Millington, la guitarrista de Fanny, que también es cofundadora de Institute for the Musical Arts (IMA), una organización sin ánimo de lucro para empoderar a las mujeres que quieren ser músicas. “Hay mucha información que estamos pasando a la siguiente generación, y ellas la transmitirán a la siguiente”, apunta. Es el mismo espíritu que ha empujado su canción Play like a girl, surgida de un comentario desafortunado que las Millington han transformado en lema: «Si te dicen que no puedes hacerlo, simplemente sube el volumen y toca como una chica».
La icónica marca Fender, creadora de la omnipresente stratocaster, desveló en 2018 que el 50% de las ventas a guitarristas debutantes correspondían a mujeres. Ese mismo año, Nita Strauss se convertía en la primera mujer espónsor de Ibanez, marca que desde este año también representa la brasileña Lari Basilio. En Fender, han rematado 2020 confirmando el modelo signature diseñado para H.E.R., la primera artista negra en firmar este tipo de acuerdo con la marca; también el de la multinstrumentista Tash Sultana.
Santos, que ha sido endorser de Fender, y ahora de la también icónica Gibson, cree que hay marcas que están intentando apoyar: “Gracias a eso, vaya a donde vaya, me dan una guitarra y amplis. Hay que potenciar y ayudar a las mujeres que se dedican a la música. Esto hace diez años, era muy raro. Era inusual que en un catálogo de guitarra vieras a alguna guitarrista como referencia o endorser”. Un gran cambio que ha saltado también al marketing, donde las fotografías sexistas de modelos van dejando paso a las músicas.
Da igual lo que digan las listas de tops, las convenciones sociales o las crónicas y portadas dictadas por la industria musical. Desde el blues al hip hop, de lo más técnico a lo más instintivo, ejemplos de mujeres con talento hacen sonar su música en los silencios que la historia les ha querido imponer. “Establecer tu propio estilo, tocar tus canciones y volar: esa es la libertad definitiva —dice June Millington—. Nadie puede atarme cuando estoy tocando la guitarra. Nadie”.