Hace dos semanas que Michael Gira aterrizó en Europa. Lo primero que hizo fue encerrarse con su jet lag y su agorafobia en una habitación de hotel durante tres días. Después, se reunió con su grupo para ensayar durante cuatro días más. Resucitar canciones como lo hace este angelino de 69 años solo es viable aplicando cierta seriedad e intensidad. Los conciertos de Swans duran tres horas y solo se interpretan seis canciones: cada tema requiere un compromiso total de los músicos y un secuestro de la atención del público.
Gira tiene previstas tres fechas en España los próximos días: el 18 febrero en el Teatro Barceló (Madrid), el 19 en el Teatro Colón (A Coruña) y el 22 en Razzmatazz (Barcelona). El año pasado ya había visitado Barcelona y Madrid como parte del festival Primavera Sound fuera de sus macrorrecintos, en auditorios. Ese particular encaje le llevó a actuar un miércoles de junio por la mañana en la capital. El show no era secreto pero la extrañeza de la convocatoria arrastró al grupo aún más hacia el misterio. Las crónicas de aquello, periodísticas y personales, han empujado la venta de entradas para estas nuevas citas.
Michael Gira fundó Swans en la salvaje forja neoyorquina de 1982, donde el punk había derivado en una no wave caótica, intelectualizada y abrasiva. Sonic Youth se formó en el mismo contexto solo un año antes. Pero si bien estos últimos planteaban una propuesta con diferentes vías de entrada, Swans levantó un violento muro de sonido cuya única forma de ser penetrado era estrellarse agresivamente contra él.
Al poco, se le unió la cantante, teclista y también compositora Jarboe, y Swans fue esencialmente ambos, aunque otros músicos zumbaran a su alrededor, hasta su disolución en 1997. Los Swans de ahora es una secuela.
Son 16 discos los que se han publicado bajo el nombre de Swans. Los primeros, como Filth (1983) o Cop (1984), están asentados sobre una agresividad repetitiva y francamente sucia; es difícil quitarse la mugre de la piel tras una escucha entregada. En los 90, en las obras maestras White Light From the Mouth Of Infinity (1991) y Love of Life (1992), el fuego sustituyó al barro. Penetrar el universo Swans suponía arder en su hoguera. La inmensa belleza industrial de sus composiciones desembocó en The Great Annihilator (1995), el lugar al que van a parar las cenizas. Gira decidió matar el grupo que se le había hecho insoportable con un disco más, Soundtracks For The Blind (1996), un magnífico trabajo de un sonido en descomposición donde se escucha hablar a las ruinas.
Antes de recomponer Swans, ya sin Jarboe, durante 14 años Gira publicó trabajos con su nombre propio, ahondando en un folk oscuro, y bajo Angels of Light, en la misma línea neofolk. My Father Will Guide Me Up A Rope To The Sky (2010) sigue escribiendo la historia que Michael Gira quiere contar, con Swans como narrador y que solo puede materializarse con un nutrido grupo de instrumentistas que van y vienen, pero son del todo necesarios. The Seer (2012) vuelve a enseñar los dientes magistralmente y se planta entre lo mejor de la música de la década pasada. La voz de Gira envejece y se agrieta, y esa es una evolución que forma parte del intachable desarrollo de Swans.
The Beggar es el disco que Swans publicó en 2023 y del que ya no se puede decir que Michael Gira presenta en la actual gira europea, pues el set ha cambiado profundamente respecto al del pasado verano. Hay ya cuatro canciones nuevas que el grupo interpreta con el objetivo de grabar de inmediato para incorporarlas al futuro nuevo disco, el cual nace de una ingente cantidad de material fruto de la improvisación en los conciertos y de la composición en los periodos de calma, de vuelta a su casa de Nuevo México.
Michael Gira responde a estas preguntas por escrito, por deseo expreso del artista.
¿Cuál es para usted la definición de qué es Swans? ¿Es algo que fluctúa a lo largo del tiempo o es algo que cambia para mejorar y finalmente convertirse en lo que usted quiere que sea?
Son todas esas cosas a la vez. Siento más el compromiso cuando no tengo ni idea de hacia dónde van las cosas y tengo que luchar para salir de la indecisión, el caos y una posible catástrofe.
Si entendemos cada disco de Swans como un minucioso proceso de indagación, de excavación sonora, ¿qué ha traído The Beggar a su vida? ¿Qué le ha enseñado este álbum?
Me ha enseñado que soy tan neófito como siempre fui. En realidad, no he aprendido nada. De alguna manera, creo que hay que seguir intentándolo con la esperanza de crear algo, inefable, que hable por sí mismo con fuerza, pero que a la vez se borre a sí mismo. Y ojalá en el camino me borre a mí también.
Creo que hay que seguir intentándolo con la esperanza de crear algo, inefable, que hable por sí mismo con fuerza, pero que a la vez se borre a sí mismo. Y ojalá en el camino me borre a mí también.
Los conciertos de Swans son actuaciones de una intensidad inigualable en el panorama musical actual. ¿Qué es necesario que usted y sus músicos pongan sobre el escenario? ¿En qué estado tienen que estar para responder a las exigencias de actuaciones como estas?
En cierta forma, no es más que una rutina. Simplemente subimos ahí y hacemos lo que hacemos, pero en los mejores momentos la música, o el espíritu que vive dentro de ella, toma el control y nos propele hacia el espacio exterior. Somos como caminantes espaciales luchando contra nuestras ataduras y, de vez en cuando, nuestros cordones umbilicales se rompen y nos alejamos giramos hacia el infinito.
¿Piensa usted que es necesario capturar los móviles del público y meterlos en bolsas herméticas durante el concierto, como hace Bob Dylan [de quien Gira es fan], para captar el interés del público durante tres horas?
No me preocupa captar el interés de nadie. La música está ahí para ellos si la quieren. Para nosotros, a veces es una experiencia total y, además, muy positiva. La gente puede participar si quiere. Si no, pueden irse... En mi opinión, los teléfonos móviles y la cultura digital son un mal pernicioso y cancerígeno, y la humanidad está siendo sutilmente entrenada para someterse totalmente, para renunciar a la autonomía y a las posibilidades creativas. Pero me rindo. Suelo decirle alguna cosa a la gente si los veo grabando o usando los móviles en las primeras filas, principalmente porque me distrae y es de mala educación.
Suele reservarse unos segundos de silencio justo antes de iniciar el concierto. ¿Qué piensa?
No pienso en nada, nada en el sentido de no-thing [ninguna cosa]. Estoy vaciando mi mente para estar plenamente presente en la música.
La gira de presentación de The Beggar se compone de pocas canciones. ¿Cómo las eligió?
Inicialmente elegimos las canciones que creíamos que estarían más abiertas a la improvisación, para que el material pudiera crecer y evolucionar a lo largo del proceso del tour. Las cosas han evolucionado ahora en esta coyuntura, después de un año de gira, donde la mayor parte del set es material inédito o no grabado y se compone en gran parte de material desarrollado en vivo en el escenario.
Ha publicado recientemente un libro titulado The Knot, escrito a partir de material rescatado de viejos cuadernos. ¿Cómo es el Michael Gira que encontró en ellos? ¿Se había olvidado de cómo era él?
¡Ja, ja! Sí, así es. Pero siempre me siento así conmigo mismo, no reconozco a esa persona que pretende ser yo. En realidad soy una ameba que flota impotente en líquido amniótico.
Usted vivió brevemente en Israel cuando era adolescente. ¿Cuál es su opinión sobre cómo se presenta Israel ante el mundo?
Una cosa que he aprendido es no aventurar nunca una opinión sobre ese tema. Gracias por preguntar.
Escribí 'When will I Return?' como un tributo a Jennifer, como un testimonio personal de su coraje y de la batalla psicológica que libra a día de hoy como resultado de una agresión desgarradora y potencialmente mortal que experimentó
La canción When Will I Return? de su disco The Glowing Man (2016) tiene una letra muy dura cantada por su esposa, Jennifer Gira, que habla sobre una violación. Ese mismo año, una artista con la que usted había colaborado, le acusó públicamente de abusos sexuales, algo que usted calificó de calumnia y que finalmente se resolvió como un “malentendido”. Siete años después, me gustaría saber cuál es su opinión sobre cómo la sociedad combate el abuso sexual a las mujeres y el papel de las redes sociales en ello.
Esa canción fue escrita como un tributo a Jennifer, como un testimonio personal de su coraje y de la batalla psicológica que libra a día de hoy como resultado de una agresión desgarradora y potencialmente mortal que experimentó. Al principio, la escribí para cantarla, pero me pareció falso, así que le pedí a ella que la cantara. Fue bastante perturbador para ella cantarla y nunca la ha escuchado desde entonces, lo cual es comprensible.
No puedo abordar de manera bien articulada el otro tema de la pregunta. Fue una experiencia completamente venenosa para mí, y cuanto más luchaba por encontrar una manera de sacar a la luz la verdad del asunto, más me daba cuenta de que era imposible hacerlo. Cualquier cosa que hiciera o dijera solo empeoraría las cosas. En realidad fue como si me quitaran la parte superior del cráneo, le echaran gasolina y le prendieran fuego. Como puede imaginar, no soy fan de la ‘mentalidad colmena’ y, de cualquier forma, no estoy capacitado para generalizar sobre temas sociales. Pero en cierto modo ha sido bueno para mí, porque la experiencia fue ciertamente humillante y la humildad es algo bueno.