Madrid, 11 jun (EFE).- Cuando Mariano Sigman le enseñó sus composiciones a su amigo Jorge Drexler, el músico uruguayo le respondió: “Bienvenido al mundo de la canción”. Con este plácet, el conocido neurocientífico se embarcó en la grabación de “Experimento”, un disco pop con el que quería demostrar que podía redefinir sus límites, explica a Efe.
“Es algo que yo he pregonado mucho desde la teoría, nuestros límites son más laxos de lo que la sociedad nos impone, muchas veces desde pequeños”, razona el autor del exitoso ensayo “La vida secreta de la mente” (Debate).
Por eso, aunque reconoce que inicialmente no tenía una especial capacidad para la música, el científico argentino afincado en Madrid decidió hace unos años esforzarse en aprender a cantar y tocar la guitarra y ha acabado componiendo y grabando once canciones con influencias de Brassens, Silvio Rodríguez, The Beatles o João Gilberto, en las que él pone la voz y algunas guitarras, acompañado por “músicos muy virtuosos”, como Lisandro Silva, Licha. El resultado es “Experimento”, que se puede escuchar desde este pasado jueves en plataformas.
“Es un disco con cierta frescura improvisada por su génesis, pero está muy bien tocado”, destaca. “Haces pie”, el primer single, cuenta con la colaboración de Drexler. “Al escuchar ”Please love in the morning“ me dijo que es lo más parecido a Cohen que ha oído sin ser Cohen”, asegura.
Para Sigman, este primer disco ha sido sobre todo un proyecto musical, “pero por encima había un proyecto científico de poner a prueba estas ideas”, relata. A su juicio, “hay cosas que no puedes hacer como volar o ser el mejor tenista del mundo, pero jugar razonablemente bien a ese deporte lo puede hacer casi cualquiera, como hacer música, matemáticas, escribir, el arte...y luego cosas más indefinibles pero importantes como gobernar las emociones”.
La ciencia confirma que los grandes talentos lo son porque se han ejercitado, porque “tienen oficio”, dice el físico, neurocientífico y ahora músico. “Aunque no lo parecía, es lo que pasó con los Sex Pistols, que al final pasaban mucho tiempo en el escenario, o con los raperos de hoy, que dedican horas y horas a rapear” aunque el resultado después pueda parecer improvisado o espontáneo.
Sobre qué es lo que hace que una canción funcione, Sigman remarca que él para componer se dejó llevar y en ningún momento intentó aplicar sus conocimientos sobre el cerebro humano, algo que probablemente no habría servido para nada, reflexiona. “El prefijo ”neuro“ se ha puesto de moda, y la mayoría de las veces es una estafa”, advierte.
Pero además es que, a su juicio, en la creación artística hay una parte muy difícil de racionalizar o sistematizar y “es un camino que funciona bien desde la intuición”. Lo primero es “hacer que pase algo” indefinido que “conecta y vincula emocionalmente” con el oyente y ya después debe trabajarse sobre esa base para remezclar o profesionalizar las composiciones. “Y esa es la parte racional, matemática”, sostiene.
Por esta dualidad, a la pregunta de si la música es una ciencia, el argentino responde que “definitivamente no, porque tiene unos objetivos que no son los de la ciencia, que no busca conmover aunque a veces lo consiga”. Pero después reconoce que “sí hay una parte muy vinculada” con el saber científico. Por un lado la parte de la acústica, que refleja la física, y por otra el lenguaje de la melodía y la armonía, tremendamente reglamentado y aún más preciso que el hablado.
En todo caso, este no es un álbum inspirado en la profesión y vocación principal de su autor. “Elegí explícitamente que este no sea un disco sobre ciencia”, sostiene. “Quiero que quien lo escuche sin saber quien soy lo haga sin ninguna referencia particular”.
Marina Estévez Torreblanca