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Las cartas amorosas de Galdós a Pardo Bazán no ardieron: se conservan ocultas en manos de un coleccionista privado

Las cartas que Benito Pérez Galdós escribió a Emilia Pardo Bazán durante su relación amorosa se creían desaparecidas e incluso quemadas por Carmen Polo a su llegada al Pazo de Meirás, que fue residencia de Bazán. Sin embargo, Guillermo Blázquez, librero anticuario de la madrileña Cuesta de Moyano, ha desvelado que existen y están a buen recaudo, aunque en manos privadas. “Los herederos de un ilustre académico español las tienen en su poder desde hace décadas”, ha contado a La Ser en exclusiva.

Según el librero, entre 60 y 80 cartas se mantienen en una biblioteca particular cuyo propietario ha decidido no revelar. Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán mantuvieron una relación de amistad durante muchos años, pero durante tres fueron amantes. Ella estaba casada con José Quiroga y Pérez Deza, de quien se separaría en 1884.

Debido a la naturaleza de su relación, Blázquez asegura que la correspondencia epistolar “fue fogosa”. Según cuenta en La Ser: “Eran cartas subidas de tono, no eróticas, pero sí contenían comentarios que podían resultar excesivamente fogosos para la época”. Es más, recuerda que “en una de ellas leí que Galdós le decía: 'estoy deseando volver a verte para comerte los pechos'”.

De las cartas que la escritora gallega envió a Galdós se conservan poco más de 90, y de hecho se recopilaron en una biografía escrita por Carmen Bravo Villasante y, posteriormente rescatadas en el libro Miquiño mío, Cartas a Galdós (Turner, 2013), de Isabel Parreño y Juan Manuel Hernández.

Sin embargo, las que el autor de Los Episodios Nacionales escribió a su amada se creían desaparecidas o destruidas. Si lo que afirma Blázquez es cierto, estarían a salvo en una biblioteca particular. Los propietarios de las cartas no quieren hacerlas públicas ni quieren venderlas, algo que el librero lleva intentando todos estos años, según informa EFE.

El librero está convencido de que eran cartas manuscritas: “estaban firmadas, a no ser que fueran falsificaciones”, y añade que las vio y pudo leer algunas hace aproximadamente tres décadas. Sin embargo, desconoce por qué sus propietarios no quieren venderlas. “Intenté comprarlas cuando me las mostraron. Me las enseñaron en secreto y me pidieron discreción, motivo por el que no voy a dar el nombre, no puedo”, insiste el anticuario, que sigue manteniendo relaciones comerciales con esta biblioteca particular, a la que sigue comprando algunos libros.

“Me las enseñaron con mucho misterio. Estuve leyendo un par de ellas”, recuerda. Estos coleccionistas particulares no solo tienen cartas de Galdós, sino también de otros autores, tanto libros como cartas y documentos. A veces, si el propietario es un coleccionista, “las tiene como una joya y no quiere deshacerse de ellas. Es normal, otra cosa es que las tuviera un comerciante, pero no es el caso”, aventura.

Isabel Parreño, coautora de Miquiño mío, Cartas a Galdós ha señalado a EFE que no es raro que aparezcan cartas así, aunque si considera extraño “que durante 30 años las tenga guardadas, porque desde 2013 –cuando salió el primer recopilatorio de las cartas de Emilia Pardo Bazán– estuvo en los medios de comunicación y podrían, no digo ya haberlas vendido, sino dejarlas para hacer una edición, aunque guarden los originales”.

Parreño recuerda que, respecto al destino de estas misivas, ha habido muchas teorías. La que considera más factible sostiene que fueron destruidas en la casa donde vivía Emilia Pardo Bazán en la calle Princesa de Madrid, que fue saqueada durante la guerra civil. La filóloga resta importancia a la teoría que dice que fueron quemadas por Carmen Polo en el Pazo de Meirás: “queda muy bonito pero... no creo que leyera las cartas y decidiera quemarlas porque eran inmorales. Sí que quemaron papeles, facturas y no sé si se quemaron también, pero me parece raro”.

Este sábado 12, los actores Mateo Franco y Paula Usero realizarán una lectura dramatizada de las cartas de amor de ambos en la Cuesta del Moyano de Madrid, una iniciativa promovida por la Asociación ciudadana Soy de la Cuesta.