Owen Jones (Reino Unido, 1984) ha viajado hasta Tenerife para recibir uno de los principales premios del festival Culture & Business Pride. Es uno de los columnistas más importantes del periódico The Guardian y no ha dudado en aprovechar su espacio para ejercer de altavoz por los derechos LGTB. Reivindicar y reconocerse con orgullo le ha costado un acoso continuo en las redes y varias agresiones físicas en los últimos años, coincidentes también con la escalada de la extrema derecha en varios países. “No es una casualidad”, asegura.
El periodista alcanzó fama internacional cuando apenas tenía 26 años con el libro Chavs: la demonización de la clase obrera, destacado entre los diez mejores ensayos de 2011â¯por The New York Times. Desde entonces ha sido nombrado uno de los cien pensadores de izquierdas más influyentes del mundo y ha trabajado como comentarista en diversos canales de televisión y medios europeos. A pesar de todos estos logros, en la entrevista se muestra vergonzoso y modesto. Su prioridad sigue siendo la misma: defender lo colectivo y frenar a la extrema derecha.
Ha sido reconocido con el People Award en pleno mes del Orgullo. ¿Qué le supone este premio?
Es muy conmovedor. Muy dulce. Pero soy consciente de que todos nuestros derechos y libertades se han conseguido porque hay personas que se han sacrificado más que yo y han pagado un coste mucho más alto. Hay activistas LGTB que han dedicado toda su vida a luchar sin recibir ningún agradecimiento o premio, y me parece importante enfatizarlo.
En una columna reciente admitía haber sido mitad víctima y mitad cómplice de la homofobia en su colegio. ¿Cómo recuerda su infancia en los 90?
Crecí en un pueblo llamado Stockport donde no era nada fácil ser LGTB. Yo no salí del armario hasta que tuve 20 años. Era un ambiente muy sofocante y la homofobia era la forma en la que los niños interactuaban. Se trataba más de vigilar cómo debía ser un hombre que de sentir asco hacia las personas homosexuales. Si no hablabas a las mujeres de manera degradante, no eras lo suficientemente violento o atlético o tal vez eras demasiado estudioso, ibas a a recibir un ataque homófobo en consecuencia.
Además, en esa época, las leyes contra los homosexuales todavía estaban vigentes. Por supuesto no había uniones civiles ni leyes contra la discriminación, sino que existía una norma presentada por Margaret Thatcher en los 80 que prohibía la llamada “promoción de estilos de vida homosexuales” en las escuelas. Eso significaba que en el colegio no se hablaba de temas LGTB porque los maestros tenían miedo de que les denunciaran.
Hay partidos que hoy en día buscan rescatar algo parecido a la norma de Thatcher y que están en contra de que los niños reciban educación sexual. En su experiencia, ¿cómo cambia la vida recibir una buena formación y tener referentes?
Lo cambia todo. Por culpa de esa educación interioricé mucha homofobia, incluso una vez que ya había salido del armario. Solía ââdecir cosas estúpidas como “no soy un hombre gay, sino un hombre que resulta ser gay”. Estaba de mal humor todo el día por ser gay. La idea de serlo era bastante aterradora y solitaria. El ambiente en los 90 estaba ensombrecido por la pandemia anterior de VIH. También tenía mucho que ver que la representación gay en televisión era muy limitada: o su existencia era trágica o solo aparecían sexualizados y retratados como payasos. Hasta George Michael era una broma de patio de colegio.
Estaba de mal humor todo el día por ser gay. La idea de serlo era bastante aterradora y solitaria
¿Cuál fue el primer producto cultural que le abrió los ojos?
(Sonríe) Para mí, la serie Queer As Folk. Salió en 1998 y causó mucha controversia en Reino Unido. Era muy hedonista y tenía puntos difíciles, pero fue un hito importante porque era la primera vez que una serie de televisión se centraba en personas homosexuales y obviamente mostraba sexo gay. Para los milenials más mayores fue nuestro gran momento cultural. Ahora los jóvenes tienen Heartstopper. En ese sentido, la vida era mucho más difícil en los noventa de lo que es hoy.
Por una parte eso es cierto, pero por la otra no paramos de denunciar ataques brutales contra el colectivo. ¿Qué cree que está ocurriendo?
En general hay un mejor ambiente para que un niño gay crezca, de eso no hay duda. Pero a la vez los crímenes de odio contra la comunidad LGTB han aumentado: los ataques homófobos se han triplicado y los tránsfobos se han cuadriplicado en Reino Unido. Nuestro país es muy hostil para las personas trans. Ya sabes, la homofobia sigue siendo un medio violento para que los hombres se disciplinen entre sí y se sigue viendo en las escuelas. Pero si miras las encuestas, la actitud de la gente joven ante este tema es mucho mejor que la de ninguna generación anterior. Más en España que en Reino Unido, lo que me parece interesante porque España estuvo gobernada hasta hace no mucho por una dictadura de extrema derecha y despenalizó la homosexualidad más tarde que Inglaterra y Gales.
Las cosas se han puesto complicadas. La campaña antitrans en Reino Unido es dominante y ha tenido un impacto en toda la comunidad LGTB. Al mismo tiempo, los derechos de las mujeres en Estados Unidos están retrocediendo dramáticamente y eso da miedo. Hemos visto crecer a Vox aquí en España y a los movimientos ultraderechistas en Reino Unido y Estados Unidos. Entonces se da una contradicción. Hay mejores actitudes sociales entre la gente más joven y hay un extremismo de derechas más asertivo y violento.
Hace unos años fue agredido por un neonazi, así que ha sufrido en sus propias carnes esta escalada de violencia. ¿Cómo convive con ello?
Es cierto. Fui atacado por un grupo de neonazis en 2019 el día de mi cumpleaños. Después se descubrió que era un ataque homófobo. El agresor principal fue enviado a prisión durante casi tres años, aunque yo no apoyé la sentencia porque no veo la cárcel como un medio para lidiar con la extrema derecha o con la homofobia. Su casa estaba llena de símbolos neonazis, banderas de las SS, calaveras de la muerte y todo eso. Ese fue el ejemplo más extremo. Otra vez me rodearon en una manifestación. Así que sí, recibo insultos homófobos todos los días y los ataques cada vez son peores. Simplemente me he acostumbrado. Es extraño, porque recibí mi primer ataque homófobo a los 30 años y en mi opinión es por culpa del ascenso de la extrema derecha. El extremismo se ha envalentonado y legitimado y a menudo tiene un carácter anti-LGTB muy tosco.
Hablando ahora del libro que le dio a conocer en 2011, Chavs. La demonización de la clase obrera. ¿Cómo cree que ha cambiado durante estos años la clase trabajadora para llegar a ser absorbida en ocasiones por la extrema derecha?
La clase trabajadora ha sufrido mucho desde que lo escribí. Ya advertí en el libro de que si la izquierda y los partidos socialdemócratas la abandonaban, la derecha adoptaría su lugar. Y eso es lo que ha pasado. No se trataba de economía o de si están explotados por patrones capitalistas, se trataba de cultura: les han convencido de que la élite urbana liberal o de izquierda los mira con desprecio, está tratando de destruirlos con el multiculturalismo y la inmigración y odia su patriotismo. Incluso si son como Donald Trump, enormemente ricos, fingen que se ensucian los zapatos y se acercan a la vida ordinaria del hombre común, lo cual es mentira porque promulgan políticas que ayudan a los ricos. Pero eso es lo que ha cambiado. La derecha se ha apropiado del lenguaje de clase obrera y lo ha subvertido para fines conservadores.
La derecha se ha apropiado del lenguaje de clase obrera y lo ha subvertido para fines conservadores
¿Es difícil que la izquierda se vuelva a hacer con unas capas de población que representaban su apoyo tradicional? ¿Por qué le está costando tanto?
Las guerras culturales son muy tóxicas para la izquierda. El objetivo de la izquierda es argumentar que hay diferentes intereses entre la mayoría y las élites. Que la amplia mayoría debe recibir mejores salarios, mejores pensiones y mejores servicios públicos, mientras que las élites quieren obtener ganancias y evitar impuestos. Pero si tienes una guerra cultural, como pasa en Reino Unido, entonces en lugar de ser muchos contra unos pocos, se convierte en los que se quedan contra los que se van de la Unión Europea. Esa es la nueva identidad.
Un trabajador negro mal pagado de Londres votó por quedarse, ¿está del mismo lado que el jefe de un banco comercial? No, sus intereses son completamente diferentes. Lo que hace una guerra cultural es que personas de diferentes clases parezcan estar del mismo lado. Esa no es la división que importa. La división que importa es quién tiene riqueza y poder y quién no tiene riqueza ni poder. Pero una guerra cultural destruye eso y destruye a la izquierda.
Lo que parece indestructible es Boris Johnson. Después del escándalo de las fiestas celebradas en Downing Street durante la pandemia, ¿cómo percibe la ciudadanía británica al primer ministro?
Él es muy impopular porque es un tramposo mentiroso que violó las leyes de las que estaba a cargo y que se suponía que debía comunicar al país. Hizo fiestas en el número 10 de Downing Street cuando los demás no podían coger de la mano a sus parientes moribundos o tenían que asistir a sus entierros por Zoom. Las personas sin hogar fueron acusadas de violar las normas de la cuarentena y hasta multaron a niños. Ahora mismo tenemos una crisis por el costo de vida a la vez que una crisis de Gobierno. Obviamente, creo que todos piensan que es un mentiroso, incluso las personas que lo apoyan.
¿Y cómo puede ser que no haya supuesto su muerte política?
El problema es que los laboristas no ofrecen ninguna alternativa inspiradora. Parece que ni siquiera existen como oposición. Los laboristas deberían estar arriba en las encuestas en este momento, pero hubo una el otro día que decía que se seguía prefiriendo a Boris Johnson como primer ministro antes que a Keir Starmer. ¿Cómo es eso posible? A la gente no solo no le cae bien Boris Johnson, sino que está enfadada con él. Pero Starmer es aburrido, un inútil y un desperdicio de espacio que fingió ser de izquierdas. Ambos son políticos deshonestos y Reino Unido está atrapado entre ellos en plena crisis. Es una tragedia.
Boris Johnson es un tramposo mentiroso que violó las leyes de las que estaba a cargo
Hablamos con preocupación de líderes de extrema derecha como Meloni o Abascal, pero la medida que quiere llevar adelante el Gobierno británico de deportar a Ruanda a cualquier solicitante de asilo, venga de donde venga, es propia de la ultraderecha. ¿Hemos infravalorado a Boris Johnson y a los tories?
Johnson es un peligro, obviamente. Es alguien que no tiene moral ni escrúpulos. No es de extrema derecha porque no cree en nada, ¿sabes? Pero es un oportunista y cree que puede aprovechar el sentimiento antiinmigración y antirrefugiados para protegerse a él y a los conservadores. Esa política que mencionas es repugnante. Estuve en una protesta el día antes de venir aquí. Deportar a cualquiera que llegue a Reino Unido por las rutas legales y enviarlo a un país pobre carente de derechos humanos es francamente obsceno.
Me alegro de que haya grandes protestas, desobediencia civil y de que la justicia lo impidiese. Pero es solo la muestra de que el Partido Conservador se ha movido en una dirección muy de derechas. Es la culminación de los años que han pasado fomentando la intolerancia y los prejuicios contra los refugiados y los migrantes. Hay una parte que animará al ala reaccionaria, xenófoba y racista del electorado británico, pero creo que para mucha gente es demasiado y están absolutamente asqueados. Pero sí, Boris es un político peligroso porque no cree en nada pero está dispuesto a todo por mantener su posición.
Muchos políticos han estado agazapados durante la pandemia y la guerra en Ucrania para asestar un golpe con políticas más conservadoras y discursos más retrógrados. Ahora que no quedan cortinas de humo, ¿qué futuro nos espera?
Cuando tienes una crisis social, los movimientos de extrema derecha se vuelven más asertivos y los políticos están más tentados de cambiar la ira de la gente hacia una dirección racista y xenófoba. Mi esperanza son los jóvenes, porque creo que muchos en Gran Bretaña y España son progresistas por naturaleza, que han sufrido las consecuencias de la austeridad y que les repugna Vox o Boris Johnson. Pero creo que vamos a ver muchos horrores en cuanto al extremismo y populismo de derechas. La potencial entrada de Vox en el Gobierno de España es uno de los ejemplos. Las cosas podrían empeorar significativamente y es muy deprimente. Aunque tengo esperanza en la gente joven, no podemos esperar a que alcancen la mayoría de edad: tenemos que organizarnos ya.