En la primavera de 1967, dos amigos que luego dejaron de serlo mantuvieron una entrevista que también era una conversación. Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez hablaron lógicamente de literatura. Y de la escritura: “Ahora, no sé si desgraciada o afortunadamente, creo que es una función subversiva ¿verdad?, en el sentido de que no conozco ninguna buena literatura que sirva para exaltar valores establecidos”.
Vargas Llosa le pregunta por el realismo en la literatura y esa combinación entre la realidad y lo mágico que todos identificamos con García Márquez, y sobre todo con Cien años de soledad. Él discrepa:
“No. No. Yo creo que particularmente en Cien años de soledad, soy un escritor realista, porque creo que en América Latina todo es posible, todo es real. Creo que tenemos que trabajar en la investigación del lenguaje y de formas técnicas del relato, a fin de que toda fantástica realidad latinoamericana forme parte de nuestros libros... Asumir nuestra realidad, que es una forma de realidad, puede dar algo nuevo a la literatura universal...”.
El escritor peruano le dice que ha tratado con maestría la realidad de la explotación colonial de América Latina. Gabo le da un ejemplo:
“La historia de Macondo y las bananeras es totalmente real. Lo que pasa es que hay un raro destino en la realidad latinoamericana, inclusive en casos como el de las bananeras que son dolorosos, tan duros, que tienden, de todas maneras, a convertirse en fantasmas. Con la compañía bananera empezó a llegar a ese pueblo gente de todo el mundo y era muy extraño porque en este pueblito de la costa atlántica de Colombia, hubo un momento en el que se hablaba todos los idiomas. La gente no se entendía entre sí; y había tal prosperidad, es decir, lo que entendían por prosperidad, que se quemaban billetes bailando la cumbia... Los trabajadores que reclamaron pagos en dinero y no en bonos y lo que pasó fue que el Ejército rodeó a los trabajadores en la estación y les dieron cinco minutos para retirarse. No se retiró nadie y los masacraron...”
Las costumbres del escritor
Con el escritor Rodolfo Braceli, habló de las obligaciones que asumió a la hora de ponerse a escribir. Ya no podía escribir con el estilo de vida de un periodista:
“En una famosa entrevista a Hemingway, él da la fórmula para resolver, para siempre, el problema de la página en blanco... éste fue el escritor que más reveló sobre el oficio, sobre la carpintería de la escritura. Durante una época, me levantaba en las mañanas y cuando entraba en el estudio a escribir echaba el desayuno, vomitaba, de la náusea que me daba. Yo escribía cuando podía y como podía, pero a partir de Cien años de soledad se me crearon las condiciones de escritor profesional. Momento de gravísima responsabilidad. Uno ya sabe que es como si fuera el empleado de un banco, y además, es el gerente más feroz y más exigente de uno mismo... Entonces, primero yo siempre fui periodista y escribía de noche y dormía de día. Eso ya no tenía sentido: si era empleado, tenía que trabajar en horas de oficina. Tuve que aprender a escribir de día. Más adelante tuve que aprender a escribir sin fumar, porque me di cuenta de que el cigarrillo me estaba matando.”
La soledad
Rita Guibert le dice que un tema clave es la soledad. García Márquez asiente:
“Es sobre el único tema que he escrito, desde el primer libro hasta el que estoy escribiendo, que es ya una apoteosis del del tema de la soledad; el del poder absoluto, que es lo yo considero debe ser la soledad total. Es un proceso que vengo tratando desde el principio. El del coronel Aureliano Buendía —el de sus guerras y el de su marcha hacia el poder— es verdaderamente una marcha hacia la soledad. Todos los miembros de la familia no sólo están solos -lo he dicho muchas veces en el libro, tal vez más de lo que hubiera debido- sino que es la antisolidaridad, inclusive, de los que duermen en la misma cama Pienso que los críticos que más han acertado son los que han llegado a la conclusión de que todo el desastre de Macondo —que es también un desastre telúrico— viene de esa falta de solidaridad, la soledad de cada uno tirando por su cuenta. Eso ya es entonces un concepto político, y que lo sea me interesa. Dar a la soledad un contenido político como yo creo que debe ser el contenido político.”
La entrevista
Sobre cómo hacer una entrevista, ha dicho:
“En realidad, el género de la entrevista abandonó hace mucho tiempo los predios rigurosos del periodismo para internarse con patente de corso en los manglares de la ficción. Lo malo es que la mayoría de los entrevistados lo ignoran, y muchos entrevistados cándidos todavía no lo saben. Unos y otros, por otra parte, no han aprendido aún que las entrevistas son como el amor: se necesitan por lo menos dos personas para hacerlas, y sólo salen bien si esas dos personas se quieren. De lo contrario, el resultado será un sartal de preguntas y respuestas de las cuales puede salir un hijo en el peor de los casos, pero jamás saldrá un buen recuerdo.”