El madrileño cine Bogart, ubicado en la calle Cedaceros, tuvo siempre muchas utilidades. Diseñado por el arquitecto Luis López López con un estilo modernista, desde su inauguración como salón-teatro en 1907 fue salón de variedades, de cuplé, cabaret, frontón “para señoritas raquetistas” (en 1918), cine Panorama durante la República y Teatro Arniches a partir de 1965. En 1976 volvió a ser una sala de cine que proyectaba películas porno, y en 1982 tomó el nombre de Bogart ya como cine de culto, actividad que mantendría hasta 2001 cuando fue cerrado por sus entonces propietarios, la Sociedad Industrial Torrego Álvarez. Siempre había sido un testigo de la actividad cultural madrileña. Hasta ahora, ya que sus actuales dueños, la empresa Batuecas Torrego, pretende convertirlo en un centro de ocio y gastronomía. Un nuevo mercado para Madrid que se suma a los ya conocidos de San Miguel, San Antón y San Ildefonso.
Así lo denuncia la asociación Excenia de arquitectos que luchan por la rehabilitación del patrimonio cultural madrileño para que este tipo de inmuebles continúe con su actividad escénica o cinematográfica. “Nosotros hablamos con el propietario, pero no quisieron escucharnos. Y ya nos han dicho que les han concedido la licencia para ocio y gastronomía. Nosotros queríamos un edificio integral de la artes escénicas, que es la tradición del edificio, con un espacio de coworking para técnicos de artes escénicas”, explica a eldiario.es Alejandro Conty, arquitecto que está al frente de esta asociación.
Efectivamente, si uno pasea por esta calle podrá observar una malla en la fachada lateral y a varios técnicos de la empresa Grupo Vértigo 2000 de rehabilitación de fachadas trabajando en ella. A su interior no se puede entrar aunque el pasado agosto, la exposición Imaginar un edificio, en Centro-Centro, comisariada por Inés Caballero, sí mostraba las particularidades históricas del Bogart. En la actualidad, después de casi quince años de abandono, mantiene su patio de butacas, aunque hay zonas que están completamente en ruinas y con las paredes pintarrajeadas. El edificio, por otro lado, ha sido objeto de acciones anti especulación como la de Rompamos el silencio en 2006.
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Desde la compañía propietaria del edificio no han querido confirmar a este diario para qué se están haciendo las obras, aunque sí han señalado que “para un cine no va a ser”. Conty, desde Excenia, tiene datos más claros: “Ya sabemos que lo han alquilado por diez años y un precio de 15.000-20.000 euros al mes”.
No es el único cine en peligro
El cine Bogart no es el único edificio histórico que en los próximos meses va a cambiar completamente su actividad. En Excenia reconocen que en Madrid “se han vendido otros 15 cines y teatros y sus propietarios no quieren hablar para nada de dedicarlos a un uso cultural”. Es más, desde la asociación se temen lo peor con respecto a su arquitectura: “No creemos que vaya a ser respetada. Por ejemplo, el antiguo cine Cid Campeador ha sido tirado todo por dentro. El modelo que se quiere seguir es el del Platea, ese multiespacio gastronómico que hay en la plaza de Colón”, y que fue inaugurado el pasado mes de junio. El antiguo cine Carlos III convertido ahora en alojamiento de los cocineros con estrella Michelin.
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La única posibilidad de salvar la arquitectura original de estos edificios es declararlos Bien de Interés Cultural (BIC), una decisión en manos del ayuntamiento; sin embargo, como insisten en esta asociación, “allí no están por la labor”. Otra cuestión tiene que ver con las licencias de uso. Según Conty, hasta hace poco era complicado que un edificio con licencia para cine pudiera cambiar, pero “ahora los empresarios no tienen ningún problema para modificar la licencia de uso del edificio. Enseguida desde el ayuntamiento le dan una nueva. Allí lo único que dicen es que la actividad privada es sabia y que ella lo regula todo”, sostiene Conty.
De hecho, otros cines ya han entrado en operaciones parecidas, como los antiguos cines Cristal, en Bravo Murillo, o los cines Luna, en la plaza de Soledad Acosta. Los primeros ya han sido convertidos en un gimnasio, y para los segundos hay un proyecto para que pasen a ser un centro comercial, e incluso un hotel, a pesar de que tenía solo licencia para uso cultural, que ha tenido que ser modificada por el ayuntamiento.
También con los edificios públicos
El propio consistorio está tomando decisiones semejantes con respecto a los edificios que son de su propiedad, como el famoso Florida Park que está en El Retiro. Este edificio, construido en 1814 por mandato de Fernando VII, ha sido una de las salas de fiestas más memorables de las últimas décadas, con actuaciones de Tina Turner, Rocío Jurado o Lola Flores. El ayuntamiento, sin embargo, lo sacó a concurso y ahora hay en marcha una operación para construir también un espacio gastronómico.
“Lo de estos centros se está convirtiendo en una burbuja que empezó con el mercado San Miguel y ahí sigue imparable”, apostilla Conty. La idea desde el ayuntamiento es atraer al turismo, pero el interrogante es si hay cabida para tanto espacio multidisciplinar dedicado a la alta cocina (léase altos precios).
Otro edificio público que puede entrar en una operación similar es el Teatro Madrid (en el Barrio del Pilar), cerrado desde 2011. Estaba gestionado por la empresa Artibus tras un contrato con el ayuntamiento y cuando este se acabó, cerró. “Desde la concejalía de las Artes dicen que tienen la intención de reabrir en la próxima temporada, pero no sabemos. Ahora está en ruinas y rota la cubierta”, sostiene Conty.
No extrañaría su venta después de lo sucedido con el Palacio de la Música (inaugurado en 1926), que fue vendido a la Fundación Caja Madrid y esta se lo puso encima de la mesa a la empresa Mango. El edificio podría haber sido protegido si hubiera sido declarado BIC, lo que no han hecho ni el ayuntamiento ni la Comunidad de Madrid. Es más, la propia Ana Botella declaró hace un año que era “muy importante que vaya una marca comercial al Palacio de la Música”.
Los teatros de la SGAE, a la venta
Desde Excenia temen ahora que algo parecido ocurra con los teatros propiedad de la SGAE como el Lope de Vega (inaugurado en 1949) y el Coliseum (inaugurado como cine en 1932) que la entidad de gestión de derechos de autor puso a la venta este verano a un precio irrisorio -82,9 millones de euros- para lo que le costaron, 400 millones de euros. Por otra parte, hace solo unos días la SGAE fue desahuciada del teatro Calderón, cerrado en julio, por el impago del contrato de alquiler que tenía con la compañía propietaria Promotora de Inversiones Rialto (dueña a su vez del teatro Rialto y el Arlequín, en Gran Vía)
“Nuestra batalla ahora son los dos teatros de la SGAE, y el Calderón, porque pensamos que cualquier día nos vamos a levantar con centros comerciales”, insiste Conty. No irá demasiado desencaminado tras lo ocurrido con otros cines y teatros de la capital.