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Los Premios Max coronan a 'Un trozo invisible de este mundo'

'Un trozo invisible de este mundo' triunfa en los XVII edición de los Premios Max / Luis Camacho

Prado Campos

Se preveía que la noche iba a ser para Un trozo invisible de este mundo y los Premios Max no decepcionaron. La obra de Juan Diego Botto y Sergio Peris-Mencheta partía como favorita con seis candidaturas y se alzó con cuatro de las manzanas que se repartieron en la 17 edición de los Max que se celebraron anoche: Mejor espectáculo de teatro, mejor autoría revelación y actor para Juan Diego Botto, y mejor diseño de iluminación para Valentín Álvarez. Un triunfo que hace valer ese teatro 'pequeño', reivindicativo y social que se ha colado por derecho propio en esta gala de los premios de las artes escénicas.

“Estoy apabullado. Seis candidaturas nos parecían una barbaridad y llevarse cuatro es una enorme alegría. Estoy muy acostumbrado a que me nominen y poco a ganar, así que me ha hecho mucha ilusión todo. El texto me hace me hace especial ilusión porque es lo que da sentido y corazón a la pieza pero también el de intérprete porque te dejas la piel”, decía Juan Diego Botto a eldiario.es tras la gala.

Los cinco descarnados y emocionantes monólogos sobre la inmigración, el exilio, la soledad y la necesidad de justicia que escribió impulsado por la realidad social al conocer la historia de Samba Martine e inspirado también en la de su padre, torturado y asesinado por la dictadura argentina, como explicó en la presentación de la obra en su vuelta a las Naves del Español de Matadero Madrid (donde estará hasta el 8 de junio), le han valido el reconocimiento de la profesión en su faceta de actor y de dramaturgo aunque, por encima, Botto siempre ha destacado la respuesta del público que ha llevado pareja esta obra como el mejor regalo. Pero también son cuatro premios que hablan “de que teatro está muy conectado con la realidad. Estos Max son un ejemplo claro con obras como En construcción, Barcelona y Un trozo invisible de este mundo con una carga social y política notable que va más allá”, explicaba.

“La realidad supera cada día la ficción. En un momento como este vivimos tiempos de tragedia, la tragedia de la crisis, de que te echen de tu casa, de tener que irte de tu país, de familias que se rompen, de suicidios; pero también de comedia, que es la que representan los políticos que tenemos con sus monólogos irrisorios, y de romance, que es el sentimiento de los que vivimos por y para la cultura. El teatro es un sitio en el que desde el corazón y el amor se puede hablar de estas tragedias y de estos cómicos que esperamos se vayan cuanto antes”, decía el director Sergio Peris-Mencheta con dos pegatinas a favor de la Educación pública para tod@os y el Stop Desahucios. Feliz y encantado con el reconocimiento de los Max (a primera hora de la tarde su quiniela le daba sí o sí la autoría revelación a Botto y entre te quieros se abrazaban en la sala de prensa con sus premios en las manos), también ahondaba en esa idea del teatro más pequeño que cada día prolifera más en nuestro país tanto en producciones como en salas off: “Abogo por el ecoteatro. Es la mejor forma de contar historias, con producciones con menos dinero y que hagan al espectador trabajar y crear en su cabeza. Para los efectos especiales ya tenemos el cine”.

Sobre el escenario del Teatro Circo Price de Madrid, Juan Diego Botto no quiso dejar de homenajear a Samba Martine, la congoleña en la que se inspira esta obra, y a todos lo migrantes del mundo. Lo hizo cuando subió por primera vez a recorger el Max a la autoría revelación por la que es su cuarto texto teatral (asegura que ya hay un quinto terminado aunque sin título, por el momento). “No quiero dejar de dedicar el premio a todos los migrantes y a Samba, una mujer que cruzó media África y que murió en un CIE de Madrid ante la desidia de un estado que debía cuidar de ella”, aseguraba, para seguir homenajeando a todos esos migrantes que viven la dureza del exilio como le ocurrió a su propia familia.

Después, cuando recogía el premio a Mejor actor, sus palabras fueron de reconocimiento a su profesión: “Todos merecemos el pan pero también las rosas. Todos merecemos un trabajo digno, un salario digno, un techo del que no te desahucien pero también las rosas, las de disfrutar del amor, de cantar, de bailar, de ver una obra de teatro o una película. Nosotros, de alguna manera, fabricamos esas rosas”. Por ello, prosiguió, dedicó su premio a todos esos actores en paro, un 73% aseguró, que “se empeñan en dedicarnos esas rosas. Entre todos hacemos de este mundo algo más digno”.

Una gala estridente

La gala de los Premios Max, a la que no acudió por segundo año el ministro de Cultura José Ignacio Wert, estuvo protagonizada y personalizada en Jimmy Barnatán, quien arrancó a ritmo de rock una noche que parecía (o nos prometieron) iba a ser un cabaret gamberro y reivindicativo –“un año más de resistencia de las artes escénicas”, decía en el número de arranque– pero que se hizo larga, rara y restó protagonismo a los premiados (no olvidemos que la gala se retransmitía por La 2) a medida que avanzaba. No fue su noche. Barnatán y Mariano de Paco, el director, querían ser transgresores y se quedaron en chillones y estridentes. Una gala para olvidar.

Las reivindicaciones 'oficiales' del sector llegaron de la mano del presidente de la Fundación Autor SGAE, Antonio Onetti. En su breve discurso hizo alusión a ese teatro que resiste y se reiventa frente a la adversidad. “Vivimos tiempos duros para la vida en general y para la cultura en particular; pero en momentos de crisis el teatro se reinventa y sigue adelante para recordarnos de que podemos hablar, soñar, cantar y reír en cualquier parte, porque, a pesar de los recortes, del IVA cultural más alto de Europa y de la ausencia de un modelo alternativo de financiación aquí seguimos más vivos que nunca”, reclamó Onetti. Y alabó que en un mundo en el que “el dinero mueve el mundo” ocurran “cosas sorprendentes como la creación de la Academia de Artes Escénicas de España”, de la que dijo responde a “una necesidad histórica”.

Parte de ese reiventarse del que habló anoche Onetti ha quedado reflejado en las candidaturas de esta edición de los premios Max debido, en buena medida, a la nueva modalidad de votación. Las piezas fueron preseleccionadas por comisiones geográficas (Madrid, Cataluña y resto del país), algo que ha abierto las candidaturas a muchos más espectáculos que aún no se han estrenado en la capital; las obras han pasado de necesitar 30 a 7 representaciones y ocho más previstas hasta el mes de junio del año siguiente, y las votaciones las han realizado dos jurados independientes.

Por eso, esta edición de los Max ha reflejado ese panorama creativo teatral que estamos viendo en ciudades como Madrid o Barcelona con profusión de salas off, espectáculos de pequeño formato e independientes y nuevas temáticas cada vez más cercanas y críticas a la realidad social actual. Un hecho que ha permitido que obras como En construcción, de Tristán Ulloa; La gente, de Juli Disla y Jaume Pérez o Verano en diciembre, de Carolina África hayan estado entre las nominadas. “La función ha funcionado muy bien con el boca a boca pero a mucha gente le ha sorprendido porque no hemos estado en Madrid. Esperemos que la nominación nos ayude a venir. De momento, no hay nada firmado”, ejemplificaba África minutos antes de la gala. Y Tristán Ulloa, en la misma línea, señalaba que “estar nominado es un regalo y más con una obra pagada de nuestro bolsillo, sin euro público y a pesar de los palos en las ruedas y la situación hostil. El boca a boca es lo que nos ha traído hasta aquí y es algo que te devuelve la fe en que, a pesar de las barreras, hay necesidad de comunicación con el público”.

La otra obra favorita de la noche, Barcelona, del Teatro Nacional de Catalunya y ambientada en los bombardeos sobre Barcelona por parte de la aviación fascista italiana en 1938, partía con cinco candidaturas y se llevó dos premios a mejor actriz para Emma Vilarasay ymejor autor teatral para Pere Riera, que dedicó su galardón a los “miles y miles de ciudadanos que murieron en el bombardeo de Barcelona”. Forest, el viaje teatral y musical de Calixto Bieito basado en las obras Shakespeare y con el bosque como espina dorsal, partía con cuatro candidaturas y se acabó alazando con los premios de mejor composición musical para Maika Makarovski y mejor escenografía para Rebecca Ringst. El lindo don Diego, de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, se llevó también otros dos maxs (optaba a otros cuatro) a mejor dirección de escena para Carles Alfaro y mejor figurinista para María Araujo. Carles Alfaro también obtuvo junto a Rodolf Sirera el premio a mejor adaptación teatral por L'Estranger de Albert Camus.

En el apartado de danza, Israel Galván y su Lo real/Lo reel/ The real ha sido el ganador indiscutible de la noche con una obra sobre el holocausto gitano en los campos de exterminio nazi que le encargó el fallecido director del Teatro Real, Gerard Mortier. Galván, que no pudo asistir a la ceremonia porque está a punto de estrenar su próximo montaje, ganó los tres premios a los que optaba: coreografía, espectáculo de danza e intérprete masculino, mientras que Eva Yerbabuena, con ¡Ay!, hizo lo propio con intérprete femenina. También subió al escenario Lola de Ávila a recoger el Premio Max de Honor otorgado a su madre, la bailarina y maestra de la danza María de Ávila que falleció el pasado 27 de febrero a los 93 años.

El mejor espectáculo revelación ha recaído en The funamviolistas, de 8co80 Gestión Cultural; El bosque de Grimm se ha hecho con el de mejor espectáculo infantil y La flauta mágica, de Compañía Dei Furbi/Baubo, se ha llevado el de mejor espectáculo musical dejando de nuevo a Ron Lala fuera de la lista de premiados.

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