Ulises Carrión fue un escritor, artista, editor y librero nacido en México en 1941 y residente en Ámsterdam desde los años 70. Desde el pasado 16 de marzo y hasta el próximo 10 de octubre el MNCARS alberga una exposición sobre su obra. El 21 de septiembre se celebra el seminario El arte nuevo de hacer libros con la presencia de, entre otros, el comisario Guy Schraenen, el poeta y editor de Beau Geste Press, Felipe Ehrenberg, y el poeta y crítico de poesía Heriberto Yépez. Yépez es el autor de El Imperio de la neomemoria además de numerosos textos críticos muy claros y confrontativos, todos ellos accesibles en su web Border Destroyer. Una parte del archivo de Carrión está siendo subido por Yépez y Juan J. Agius aquí. Aquí puede leerse la difícil historia de la constitución de este archivo y aquí una posible periodización de su obra hechas de parte del prolífico crítico mexicano.
En la primera sala de la exposición del Museo Reina Sofía se encuentran unas cartas intercambiadas por Ulises Carrión y Octavio Paz entre octubre de 1972 y abril de 1973. Estas cartas fueron publicadas en el número 17 de la revista Plural. Sin ser la más jugosa de todas las piezas expuestas, esta pequeña correspondencia nos permite acceder en tan sólo dos páginas a unas cuantas tensiones de la época.
El intercambio postal presenta a un poeta joven que no pide ni permiso ni perdón por contradecir al poeta consagrado (y consagrador) en la disputa de las nociones de escritura que ambos están dirimiendo. Carrión da cuenta del autoexilio de la escena literaria mexicana al que se ha aventurado para poder “realizar las consecuencias prácticas” de dichas nociones. Trabajar en varias lenguas, explorar en la apertura del formato del libro y en una escritura que de tan desbordada está siendo mostrada en “por ejemplo las galerías de pintura, donde es posible colgar una secuencia de textos, y donde, como por casualidad, los pintores ya no tienen nada que colgar” son algunas de estas consecuencias.
En un brillante artículo Heriberto Yépez comenta cómo este desplazamiento físico al viejo continente de parte de uno de los autores jóvenes más prometedores de su generación es una de las “cinco estrategias posnacionales” llevadas a cabo por Carrión para cumplir plenamente con su afán explorador. Carrión entra en contacto con las corrientes de arte conceptual y Fluxus para abrazar eso que de “posnacional” tenía en aquel momento la poesía experimental. Salir del archivo literario y de la estancada formalidad expresiva postromántica hacia el mundo y por la lengua será parte de la misión emprendida por Carrión y compartida por varias juventudes fugadas de varias disciplinas y naciones a las que tan hospitalariamente acoge el mail art y recoge esa sede comunitaria que fue la librería Other Books & So. Y porque es a estos exploradores de los bordes a quienes históricamente se ha inscrito en el exterior de lo propiamente literario, el gesto que resulta verdaderamente brillante es que Carrión utilice el término “otra literatura” no para etiquetar su propia obra sino para referirse a la obra de Octavio Paz.
Carrión le escribe a Paz que el tipo de cosas que él hace no constituyen un nuevo género sino un nuevo principio caracterizado por dejar las “estructuras lingüísticas puestas al descubierto” y tomar distancia y conciencia de las palabras. Con este movimiento de, digamos, desnudo de las estructuras, también pasa a reenfocar otras emisiones lingüísticas sucedidas por afuera de los límites tradicionalmente considerados como literarios, de modo que concibe que hasta “una piada puede tener una estructura lingüística tan rica o más que un soneto”. El mundo entero se vuelve, así, susceptible de ser textualizado y editado.
Paz responde que la Literatura es mensaje y sentido específico. Para Paz son unas pocas estructuras comunes, repetidas y bastante estables las encargadas de emitir infinitos textos singulares. “Todo lo que se confunde con su estructura es mediocre” dice el autor. Para Paz la Literatura es, pues, un sistema semicerrado y estable al interior de cuyos límites existe una continuidad entre el Ulises y la Odisea, entre el endecasílabo de Góngora y el de Lugones. Paz ve la Literatura como un llano continuo, de bordes reconocibles, con zonas de valor, un sistema atesorado de géneros, libros, protocolos, referentes y repertorios.
Entre las varias cuestiones que ambos se disputan, a la vista y entrelíneas, una resulta importante para comprender las escrituras expandidas que se están dando en el espacio occidental desde al menos una década antes de este intercambio postal. Se trata del conflicto entre poéticas que enfocan la lengua y poéticas que enfocan el sentido, contenido y mensaje, o mejor dicho aún, entre poéticas que muestran las hechuras de su artificio frente a poéticas que proceden a la naturalización de dicho artificio. Paz defiende una posición tan prosentido que llama “literarios” a los textos teóricos que Carrión le ha enviado. Carrión defiende una posición tan prolenguaje que entiende que por cerrar el sentido a una interpretación, sus textos teóricos no cumplen una parte importante de lo que la Literatura puede hacer, es decir, abrir lecturas plurales entre cualesquiera las emisiones verbales disponibles en el mundo.
Bajo estos principios tan firmes, sobre el terreno expandido que se ha procurado al ampliar las posibilidades materiales y conceptuales del libro, la estructura y la lengua, Ulises Carrión procede a escribir (en un sentido muy abierto) toda clase de textos empleando toda clase de superficies lingüísticas. Escribe textos con números, por ejemplo, o con las tablas de multiplicar. Escribe unos rumores, y escribe el diario de la distribución y difusión de esos rumores, después diagrama el movimiento de circulación observado, analiza dicha circulación y por último expone el análisis en una conferencia. Carrión reescribe hasta los cuadrados del fondo de las hojas del cuaderno donde los números o las palabras se anotarían, cuando vuelve disímil la similaridad y el resultado es una serie de rectas rotas, temblorosas, es decir, otra serie posible, ilimitada, de lo que hay. También las lecciones de español. Y escribe textos sobre las plantillas rítmicas de otros textos del pasado, pues al igual que Douglas Huebler había afirmado en 1969 que el mundo ya estaba lleno de objetos y que él no quería añadir ninguno más, Carrión escribió en 1973: “¿Por qué los plagios? Porque / Hay demasiados libros / Toma demasiado tiempo leer o escribir un libro / El Arte no es propiedad privada / Son una señal de amor hacia el autor / Le dan a un libro una segunda oportunidad de ser leído / ...”
Escribe Yépez que “las consecuencias de la obra de Carrión todavía aguardan a ser exploradas”. No puede decirse que la post-autoría apropiacionista, la literatura prolenguaje, el nomadismo multilingüe, la fuga de las restricciones semánticas y la lucha por la autonomía editorial y la autogestión de las redes de lectoescritura no hayan sido exploradas por pequeñas células disidentes de cada sistema literario nacional a lo largo y ancho del globo, pero sí, tal vez, que todavía existen muchos poetas a quienes cabe invitar a la sospecha acerca de los estrechos límites de su “otra literatura” y al ingreso en los terrenos verbales liberados hace más de cuarenta años por artistas como Ulises Carrión.