La obra de Clarice Lispector lleva años al alcance del lector español gracias a diversas editoriales como Siruela que durante años ha ido recogiendo en su Biblioteca Lispector los cuentos, novelas y columnas periodísticas de la autora. Como tantos otros, el nombre de la escritora pasó desapercibido para el gran público pese a ser una de las autoras más importantes de Brasil. Cierto es que la lectura de su obra no es fácil o, al menos, ligera, pero tampoco lo es la de Virginia Woolf o la de Kafka (con quienes se la ha comparado) y Lispector no roza ni con la punta de los dedos su reconocimiento en el país.
Este verano la editorial norteamericana New Directions publicó los cuentos completos de la autora por primera vez en inglés, traducidos por Katrina Dodson y editados por Benjamin Moser. Aunque el sello posee más títulos de la escritora en su catálogo, los medios anglosajones han recibido con entusiasmo esta nueva recopilación. The Guardian la ha etiquetado como uno de los títulos de literatura latinoamericana imprescindibles de este otoño, The New York Times ha definido a Lispector como “enigmática, mística, desconcertante y filosófica” y el propio Moser publicó un largo artículo dedicado a la figura de la escritora en The New Yorker. Todo elogios.
¿Tendrá repercusión este éxito de las traducciones al inglés en la difusión de la obra de Lispector en España? Ofelia Grande, editora de Siruela, comenta que aún no han percibido ningún cambio significativo en dicho sentido pero es optimista: “Llegará. Lo merece”.
También explica que ese posible efecto rebote es habitual, es decir, que el éxito internacional de un escritor capte el interés de un público que lo había tenido a su alcance pero no le había hecho demasiado caso. “Cuando se revitaliza el interés por un autor que lleva muchos años publicado suele ser (aunque no siempre) debido a un agente 'externo': que le concedan un premio importante, que empiece a cobrar un éxito inesperado en otros países, que hagan una película famosa sobre alguno de sus títulos, que un libro posterior tenga mucho éxito y arrastre a los anteriores, que obtenga una relevancia social muchas veces extraliteraria...”. Pone algunos ejemplos como el de Herta Müller cuando ganó el Nobel de Literatura en 2014, con Louise Erdrich con el National Book Award o con Eleanor Catton con el Booker.
Aunque en aquí su popularidad haya sido relativo hasta el momento “es una autora considerada de culto y, quizás, aunque sus admiradores sean muchos, todavía no se han acercado a su obra tantos lectores como merece. Sus libros, especialmente las obras de narrativa, requieren de un lector entrenado”. Hay un dato curioso y es que su obra traducida al castellano sí ha tenido mucho tirón en Argentina y México desde sus primeras publicaciones. En el primer país es la segunda autora más estudiada.
Desde Siruela afirman que la intención de su serie de bibliotecas de autores es: “Publicar por primera vez o recuperar [en el caso de que haya ediciones antiguas en otros sellos] toda la obra de estos escritores para nosotros emblemáticos y ponerlos a disposición de nuestros lectores tanto en papel como en libro electrónico”. Además de Lispector, autores como Jostein Gaarder, Italo Calvino, Amos Oz, Carmen Martín Gaite, Robert Walser, Cornelia Funke o Tanizaki también tienen su propia obra recogida en las recopilaciones de la editorial.
La persona tras las teclas
Puede que la biografía de Clarice Lispector sea más conocida que sus propios escritos ya que, en muchas ocasiones, los artículos que se han publicado sobre ella hablan más de su persona que de sus escritos. Además, también se le ha realizado algún homenaje internacional como La hora de Clarice que, en la misma línea del Bloomsday de Joyce, tiene lugar el 10 de diciembre, día de su nacimiento. La Casa Amèrica Catalunya acogió una de las ediciones en 2013. Elena Losada, una de sus traductoras al español, dio una conferencia y leyó alguno de sus cuentos infantiles.
Lo cierto es que su historia vital podría constituir un buen material en el que basar una novela. Lispector nació en Ucrania en 1920 con el nombre de Hala, aunque su familia se mudó a Brasil cuando ella apenas tenía dos años (no se sabe muy bien la fecha exacta) y pasó a ser Clarice. Sus padres y hermanas también cambiaron sus nombres ucranianos por otros “locales” empezando así su integración en la tierra de acogida. En un principio a la familia no le fue demasiado bien financieramente y además la madre murió prematuramente en 1930. Al llegar vivieron en Recife (Pernambuco) y ya en su primera adolescencia se mudó a Río de Janeiro con su padre y su hermana.
Empezó a escribir muy pronto y publicó su primer relato a los 20 años, en el semanario Pan. Cuatro años después salió a la venta su primera novela Cerca del corazón salvaje con la que ganó el premio de novela de la Fundación Graça Aranha 1945. Ese mismo año se casó con el diplomático Maury Gurgel Valente, con el que vivió en países como Inglaterra, Suiza o Estados Unidos y con el que tuvo dos hijos. Según uno de ellos, Paulo Gurgel, Lispector tecleaba con la máquina de escribir en las rodillas para cuidar y tener a mano a sus hijos, con todo el bullicio de la casa, sin que el tema de la habitación propia que recomendaba Virginia Woolf pareciese tener demasiada importancia.
En 1959 se divorció de su marido y volvió de nuevo a Brasil, después de haber cargado con la saudade en la maleta por medio mundo. Durante el tiempo que estuvo fuera de su país, además de poemas y libros infantiles, publicó dos novelas: La lámpara (1946) y La ciudad sitiada (1948). Ya de nuevo en Río de Janeiro, en 1960 publicó su primer libro de cuentos Lazos de familia y en el 61 La manzana en la oscuridad. Su novela La pasión según G. H., considerada por la crítica su obra más importante, llegó en 1964. Pese a su prolífica obra literaria, no pudo vivir de sus libros y siempre tuvo que combinarlo con trabajos periodísticos y de traducción (entre otras cosas, escribía bajo seudónimo una columna llamada Entre mujeres con consejos sobre belleza o moda).
Poco después, en 1966, Lispector se durmió en la cama mientras se fumaba un cigarro. La habitación se incendió y ella sufrió graves quemaduras, lo que la llevaría a abandonar la vida pública, muy traumatizada después del suceso. Paradójicamente su nombre estaba empezando a hacerse popular más allá de los círculos literarios gracias a sus crónicas para El Jornal do Brasil, escritas entre 1967 y 1973 (Siruela las recopiló en el volumen Aprendiendo a vivir) cercanas a la realidad cotidiana de la sociedad brasileña, incluyendo a la clase trabajadora. Diez años después murió de un cáncer de ovarios, dejando atrás un legado literario que la convirtió en una escritora de culto, como en muchos casos, después de fallecer.